El Principito y el Príncipe

Aconseja gobernar con el temor, pues el pueblo ofende primero al que ama. Entre el amor y el miedo, el gobernante siempre debe elegir el miedo. Fue escrito hace varios siglos. Para comprender al autor, hay que remontarse al período de la historia dominado por los Médici. Volveremos con Machiavelo.
Lo esencial en este momento histórico es que quién gobierna debe comprender que representa a su comunidad, a los intereses de su comunidad, y por lo tanto lo esencial es el servicio. Además debe ser honesto, eficiente, capacitarse constantemente y comprender que el servicio no solo debe ser para los que piensan o forman parte del mismo grupo humano. También debe gobernar para los distintos, consensuando y si es posible, gobernar con ellos sobre la base de un proyecto que nos contenga a todos
“El Principito” es un libro de ficción, lleno de verdades. Parece un libro para niños, pero sus reflexiones están dirigidas especialmente a los mayores. Lo escribió Antoine de Saint Exupery, un aviador francés que vivió en la Argentina y trabajó para el Correo Aeropostal Argentino. Narra las aventuras de un niño que vivía en un pequeñísimo planeta, y desde allí sale a conocer el mundo. Se encuentra con un aviador que cayó en el desierto. Le cuenta al aviador sus experiencias en planetas dirigidos por personas totalmente diferentes y su opinión de ellas. El principito se hace amigo de un zorro, y cuando debían despedirse, el zorro le dijo que iba a llorar, pero que quería que se lleve de recuerdo un gran secreto. LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS. Lo esencial solo se puede comprender con el corazón.
Tiene razón el zorro. El amor, la amistad, la solidaridad, el agradecimiento, la compasión, el perdón no pueden ser apreciados por los sentidos, sino con el corazón. A veces se exteriorizan, como la solidaridad cuando uno aporta sus servicios personales o provee materiales necesarios para que una obra se lleve a cabo. O en el amor con gestos de ternura o con una rosa o con un ramo de flores.
El príncipe, en esta columna, es el que manda. ¿Existe en las relaciones entre el que manda y su comunidad algo esencial que no puede ser visto con los sentidos? ¡Algo que solo pueda ser percibido con el corazón! Yo creo que sí. Ocurrió con Irigoyen. Amó, sirvió y fue amado por su pueblo. Ese amor se exteriorizó en su sepelio. Todo un país llorándolo.
Ocurrió con Evita, puro amor y solidaridad con los más humildes. No todas las mujeres recibieron una cocina o una máquina de coser, pero todas conocían que ella las representaba y las quería y las defendía. También fue llorada por los humildes. Su sepelio fue extraordinario. Tuvo reconocimiento internacional. Se escribieron libros, canciones, óperas y películas sobre su vida y en todos los casos se acentuó su amor por el pueblo.
Perón amó y fue amado. Les dio dignidad a los relegados de la sociedad. Les consiguió trabajo, les inculcó el esfuerzo como condición para superarse. Es histórica su frase” El trabajo es un derecho y una obligación. Cada argentino debe producir por lo menos lo que consume”.
Nuestro pueblo le rindió tributo a personalidades que no fueron políticas, como Gardel, Fangio y Maradona. Pero fuimos ingratos con San Martín, con Belgrano y con Güemes. San Martín murió en el exilio. Belgrano murió en la pobreza más abyecta y Güemes entregado por sus propios compatriotas. Hoy son nuestros próceres, pero salvo por sus tropas, fueron ignorados o despreciados por su comunidad, cuando vivían. Hoy su patriotismo, su valentía, su estrategia son reconocidos.
Para mí Sarmiento fue el hacedor de la Argentina moderna, a través del conocimiento adquirido por la educación universal. Hoy festejamos el día de su muerte, cantamos sus himnos y reconocemos su talento de estadista y como escritor. Cuando dejó la presidencia no tenía dónde vivir. Fue ignorado en su momento y valorado ahora. A Sáenz Peña se lo recuerda pues se le puso su nombre a la revolución política que produjo con el voto secreto, universal y obligatorio. Nadie valoró su ruptura con un orden establecido, del que formaba parte, que excluía a la mayoría de los argentinos.
Arturo Illia es motivo de reconocimiento entre los radicales. Es una tremenda ingratitud la nuestra, de no reconocer su defensa de la soberanía, su apego a la verdad, su honestidad y su probidad. Su derrocamiento fue ignorado. Los mejores índices socio-económicos fueron de su gobierno. Fue un hombre esencial, pero no lo percibimos con el corazón e ignoramos sus logros.
Los argentinos nos estamos acostumbrando a no ver con el corazón. Carrillo, el brigadier San Martín y Oñativia debieran ser objeto de culto. Pero no lo son.
La gratitud no se percibe con los sentidos. Si somos ingratos con quiénes nos condujeron y guiaron, si no somos capaces de captar su esencia, es porqué nuestro corazón dejó de verlas, pues hemos dejado que primen el estómago y el bolsillo.