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Desafió los límites del humor, brilló en cine, teatro y televisión. Se consolidó como uno de los grandes protagonistas del espectáculo argentino.
Sociedad14/02/2025La pasión por la actuación ardía en su interior mucho antes de que el mundo supiera su nombre. Desde muy chico, Guillermo Francella supo que su destino estaba ligado al escenario, a las cámaras, a esa adrenalina única que genera el arte de interpretar. No había lógica ni razón que pudiera detenerlo. Era 1972 cuando, recién salido del colegio, se confabuló con un grupo de amigos para dar su primer gran paso en el mundo del teatro. Encontraron la comedia Charlatanes, de Julio Escobar, la ensayaron con devoción durante tres largos meses y, finalmente, la representaron en dos intensas noches que marcaron su vida para siempre. No había vuelta atrás: la actuación lo había conquistado.
Ese fervor lo llevó a estudiar con la legendaria Alejandra Boero, maestra de maestros, y a sumergirse en el mundo del cine como extra en Los caballeros de la cama redonda (1973), la película que inauguró la era dorada del humor de Alberto Olmedo y Jorge Porcel. La televisión también le abrió las puertas: comerciales, papeles secundarios y pequeños pasos que, sin saberlo, lo estaban encaminando a un futuro brillante. En 1980 debutó en Los hermanos Torterolo, luego llegó Historia de un trepador, y en 1983, su rostro comenzó a hacerse familiar en Matrimonios y algo más, un clásico de la época. Y fue posterior a eso que comenzaría el torbellino, los proyectos que elevaron su nombre.
Un 6 de febrero de 1986 el cine argentino sumaba un nuevo hito con el estreno de Brigada Explosiva, una película que no solo daría inicio a una de las sagas más queridas por el público, sino que también se ganaría un lugar de honor en la historia de la comedia nacional.
El resultado fue un verdadero desfile de figuras icónicas. Además, del elenco principal -Emilio Disi, Gino Renni, Alberto Fernández de Rosa y Berugo Carámbula- Norman Erlich brilló como el temible Cicatriz, el villano que dejó su marca en la pantalla grande. A su lado, un joven y carismático Guillermo Francella, en el papel de Pelícano, ya comenzaba a demostrar ese carisma inconfundible que lo convertiría en una leyenda del cine y la televisión argentina.
El programa que conquistó Canal 13 en 1988, fue mucho más que un éxito televisivo: fue el trampolín definitivo para Guillermo, quien con su inolvidable personaje de Ricardo Rípoli se metió en el corazón de los argentinos y construyó una popularidad que no dejó de crecer con los años.
El reconocimiento no tardó en llegar: la serie cosechó varios premios y le valió su primer Martín Fierro como mejor actor de comedia.
En el universo del cine argentino, hay películas que marcan una época y se convierten en clásicos de culto y ésta es, sin dudas, una de ellas. La desopilante saga de cuatro películas, dirigida por Carlos Galettini, llevó el humor a otro nivel y quedó grabada en la memoria de varias generaciones.
Todo comienza con una premisa tan absurda como genial: dos legendarios excombatientes de Vietnam llegan en barco a Buenos Aires. Pero, en un giro inesperado, son envenenados y los personajes de Guillermo Francella y Emilio Disi, dos simpáticos marineros sin rumbo fijo, deciden vestirse con los uniformes de estos soldados para sacarse unas fotos… sin imaginar que este inocente juego cambiaría sus vidas para siempre.
Más que una simple comedia, se transformó en un emblema del cine humorístico nacional, un fenómeno que traspasó generaciones y sigue despertando nostalgia en quienes crecieron viendo las aventuras de este dúo explosivo.
De hecho, varios fueron los extractos y memes que traspasaron el tiempo y llegaron hasta nuestros días, incluso revisitados por el propio Francella, como esa icónica escena de Extermineitors 3 en que se lo ve traspasando una puerta y mirando al cielo asegura: “Hermosa mañana, ¿verdad?”.
A comienzos de los ’90, la televisión argentina estaba a punto de vivir un fenómeno inolvidable. Gustavo Yankelevich, por entonces flamante Gerente de Programación de Telefe, tenía una misión: traer de regreso el espíritu de Los Campanelli, el icónico programa de los años ’70. Para eso, recurrió a su creador, el legendario productor y autor Héctor Maselli, y juntos dieron vida a una nueva versión que marcaría una era.
En su concepción original, la historia giraba en torno a una familia de clase media, con un entrañable carpintero como patriarca, interpretado por Orlando Marconi. Pero fue Yankelevich quien tuvo una idea que cambiaría todo: incorporar a Guillermo Francella en el papel de su sobrino pícaro, mujeriego y carismático. El resultado fue inmediato: con su inconfundible humor, Francella se convirtió en la estrella absoluta de la serie.
El domingo al mediodía, un horario hasta entonces impensado para un éxito televisivo, se transformó en un ritual familiar. En 1991, por el ya privatizado Canal 11, se estrenó la serie en vivo, un desafío técnico y artístico que le imprimió una frescura única. Durante años, actores, actrices, cantantes y deportistas de primer nivel pasaron por la mesa de los Benvenuto, consolidando un programa que no solo batió récords de audiencia, sino que se grabó en la memoria colectiva.
El 21 de enero de 1992, un nuevo fenómeno llegaba a la televisión argentina: Brigada Cola, la serie que puso a Guillermo Francella y su equipo a luchar contra los malos… o al menos a intentarlo. Con su inconfundible mezcla de humor, acción y planes disparatados, este comando de élite se convirtió en un clásico instantáneo para toda una generación.
"Era como Brigada Explosiva, pero más dinámica“, recordaría años después Francella. Y no se equivocaba. La química entre los personajes y la combinación de aventura y comedia cautivó al público.
La ficción fue mucho más que una historia de amor. Con Guillermo en el papel de Juan Guerrero, no solo arrasó en el rating, alcanzando picos de 30 puntos, sino que también puso el poliamor en el centro de la escena, un tema poco explorado en aquella época.
El éxito fue arrollador. La serie traspasó fronteras, se vendió a varios países y consolidó a Francella como una figura indiscutida de la televisión más allá de la Argentina. Su trabajo en la novela le valió el Martín Fierro, un reconocimiento que lo hizo reflexionar sobre su carrera: “Me encantaría hacer algo dramático, pero en televisión es difícil que me den la oportunidad”, confesó. Ya llegaría la oportunidad.
Estrenado en la pantalla de Telefe, el programa no tardó en convertirse en un clásico del humor, con una fórmula imbatible: sketches desopilantes, personajes entrañables y el inconfundible sello de Francella.
Desde el primer episodio, la audiencia respondió con entusiasmo: casi 20 puntos de rating en su debut, un número extraordinario para la época. El show se extendió por dos temporadas, hasta 2002, y aunque los fanáticos esperaban una tercera entrega, el proyecto no pudo concretarse debido a los compromisos de su elenco en otras producciones. Pero eso no impidió que se convirtiera en un fenómeno que trascendió la pantalla.
La versión argentina de la clásica sitcom, encarnando al inolvidable Pepe Argento fue inicialmente recibida con tibieza, pero se convirtió en un fenómeno de culto con el paso de los años. Su interpretación le valió un Martín Fierro al mejor actor de comedia y el cariño eterno del público. El programa se repite en Telefe hasta la actualidad, sus escenas más emblemáticas se reinventaron en memes y su versión teatral post pandemia fue un furor en todo el país.
En aquel ya lejano 2005, en un giro inesperado, se subió al escenario del teatro Lola Membrives para protagonizar Los Productores, de Mel Brooks, junto a Enrique Pinti. Fue su primer musical y, para sorpresa de muchos, fue un éxito rotundo.
Sin embargo, la comedia empezaba a quedar atrás. Guillermo sentía que había algo más para él. Quería demostrar que podía hacer otro tipo de papeles, que su talento iba más allá del humor. Pero los prejuicios estaban ahí. “Francella no va a poder evitar guiñarle el ojo a la cámara”, decían algunos productores. “El público no lo va a aceptar en un papel serio”, sentenciaban otros.
En el año 2008, el mexicano Carlos Cuarón, sin el peso de los preconceptos, lo eligió para Rudo y Cursi, donde compartió pantalla con Gael García Bernal y Diego Luna. “No sabía quién era Francella”, revelaría Cuarón. “Para mí, era un Don Nadie. Pero cuando lo vi actuar, me di cuenta de que tenía hambre de gloria. A sus 50 años, tenía la actitud de un novato que quería comerse el mundo”.
En 2009, Juan José Campanella le confió un papel que lo transformaría para siempre: Sandoval, el entrañable alcohólico de El secreto de sus ojos. Al principio, el director no lo tenía en mente, pero algo hizo clic. Un día, empezó a jugar con fotos de Francella en Photoshop, imaginándolo en el rol, y supo que había encontrado a su actor.
El hombre que durante décadas había hecho reír a millones de argentinos se había convertido en un actor dramático de primer nivel. “Ya no tenía tantas ganas de seguir con aquel tipo tan para arriba o loquito por las minitas. Había cosas que yo sabía que podía hacer y que quería transitar”, reconoció años después.
La película ganadora del Oscar fue una bisagra en su carrera, el empujón necesario para ese giro dramático que venía persiguiendo. Su nombre fue sinónimo de éxito de crítica y de taquilla, ratificado por títulos como El Clan, El hombre de tu vida, Mi obra maestra o El robo del siglo. Las tres temporadas de El encargado, y la cuarta por venir, ratifican la tendencia de un camino forjado en la adolescencia, allí donde los sueños, los impulsos y los ideales no suelen estar muy equivocados.
Con información de Infobae
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La comunidad astronómica mundial sigue de cerca la situación.
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El ex boxeador se trasladaba por ruta 11, a la altura de la localidad de Campo Hardy, cuando se accidentó. Fue trasladado al Sanatorio Norte de Avellaneda y se encuentra internado.
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