
Tal como venimos insistiendo desde hace tiempo en estas columnas, en momentos de crisis la centralidad de la política pasa por el Congreso de la Nación. Allí se debate el presente y el futuro de la Argentina.
A medida que las sociedades se van desarrollando, los intereses y valores que direccionan su marcha van oscilando de manera cíclica.
Opinión14/11/2024 Antonio MaroccoSuele pasar que a las épocas en las que predomina la modernización y el individualismo les suceden tiempos en los que se impone una vuelta a la identidad y el humanismo. La hegemonía está en constante disputa. Siempre ocurre: Cuando un modelo expone sus limitaciones, la sociedad toma lo que le resulta útil y empieza a virar hacia otro horizonte.
Hay cosas que perduran a través de los ciclos. Una de ellas es el deporte como una práctica social bien extendida. El mundo se asombra de la cantidad y calidad de deportistas que surgen en nuestro país. ¿Cómo hacen para ganar con presupuestos que no llegan ni a un cuarto de los nuestros? Se preguntan. Una de las mejores respuestas la dio el profe Daniel Castellani, histórico DT de la Selección Nacional de Vóley, cuando habló del deporte como un milagro argentino.
Esos clubes que hacen rifas para construir un tinglado, esos chicos que hacen bonos contribución para comprar camisetas, esas chicas que organizan rifas para viajar a competir. Los padres que se encargan de llevar a sus hijos a la cancha cada domingo. Los profes que entrenan a sus equipos sin más motivación que la corazonada y la vocación. Y desde luego, también el esfuerzo del conjunto de los salteños a través del Estado, con recursos siempre limitados —sobre todo en tiempos de crisis—, pero jamás desentendido. El impulso al deporte en Salta es una política pública.
Este año sin ir más lejos, por falta de presupuesto varias provincias se quedaron sin participar de los históricos Juegos Evita que se realizaron en Mar del Plata. La delegación salteña, en cambio, pudo viajar y regresó con 50 medallas. Es el mérito de los deportistas, pero también un ejemplo de lo virtuoso que resulta cuando se trabaja en conjunto: cuando los chicos, los profes, las escuelas, los clubes y el Gobierno tiran para el mismo lado.
Mención especial para nuestros representantes del deporte adaptado. Trajeron 28 medallas a la provincia y fueron los más ganadores a nivel nacional. Vi el recibimiento de algunas campeonas en HIRPACE y la verdad que fue conmovedor. Gran trabajo de la directora de la institución, Amelia Peralta, y de los profes Saúl Coronel y Pamela López. Los menciono con nombre y apellido porque no creo que los héroes deban ser anónimos. Las cosas buenas que suceden en Salta no pasan por las redes sociales, pasan por buenas personas de carne y hueso.
Y así es en cada departamento de nuestra enorme provincia. En cada municipio. Y no es solo el deporte, es también la cultura, y dentro de la cultura punto aparte para la empanada.
Hace tres años que se viene realizando el Concurso Provincial de la Empanada y el impacto que viene generando la iniciativa es impresionante. Ya participaron alrededor de 1400 empanaderas en representación de 43 municipios. Toda una industria sostenida en el valor de lo artesanal, lo familiar y el pago chico.
Para que nos demos una idea, el certamen provincial, cuya final será en abril de 2025, es el fruto de los concursos previos que se desarrollan en cada localidad del interior. Según la información oficial, en las tres ediciones que se realizaron hasta el momento, ya pasaron 165 mil visitantes que generaron un consumo de más de dos millones de empanadas y un impacto económico de 685 millones de pesos que se distribuyó exclusivamente entre los emprendedores de cada municipio. No es para menos, tenemos las mejores empanadas del país.
Y ahora la digresión y lo que da origen al título de esta columna. Porque el empuje de la sociedad debe siempre ser precedido y acompañado por el empuje del Estado. Las sociedades no pueden avanzar cuando sus Gobiernos están anclados y sin iniciativa. Hay que dar respuestas, y esas respuestas —que le corresponden a la política— tienen que ser claras y concretas.
En esa línea esta semana han tomado impulso dos iniciativas que pedían tratamiento desde hace tiempo. Una de ellas es la aprobación del proyecto de ley para que Salta se convierta en una de las provincias pioneras en incorporar los juicios por jurado popular. Hay que decirlo sin eufemismos, sin esconder nada bajo la alfombra, la Justicia es una de las instituciones más cuestionadas en una sociedad que desde hace tiempo reclama más agilidad, transparencia y firmeza.
Por eso la institución de los jurados populares se convierte en una herramienta muy valiosa para conectar a la gente con el servicio de justicia. Que los salteños se involucren en los asuntos judiciales significará un importante acercamiento social a un poder del Estado que muchas veces parece inaccesible para los vecinos.
El otro tema que también venía pendiente de hace tiempo es la limitación de los fueros de los funcionarios públicos. El parlamento debe avanzar en su sanción. El gobernador Gustavo Sáenz ha sido claro: hay que terminar con los privilegios de algunos políticos. No se pueden excusar en los fueros frente al reclamo de la justicia.
Pensado como una garantía constitucional para proteger la libertad de la acción política en tiempos convulsionados, el concepto de los fueros se ha tergiversado en algunos casos al punto de significar impunidad. La sociedad está diciendo basta. No puede haber más funcionarios atornillados en sus bancas o escritorios con el solo objetivo de garantizar un privilegio personal. Deben responder a la Justicia como todo hombre y mujer de bien. Deben soportar, al igual que todos, lo que es la ley.
Los fueros deben garantizar la inmunidad de opinión, la libertad de expresión e impedir la persecución política e ideológica, pero jamás pueden convertirse en un impedimento para que la Justicia investigue a un funcionario acusado de cometer un delito. El debate está en la agenda y la sociedad espera resultados.
Tal como venimos insistiendo desde hace tiempo en estas columnas, en momentos de crisis la centralidad de la política pasa por el Congreso de la Nación. Allí se debate el presente y el futuro de la Argentina.
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