La jueza Servini suspendería la elección y no descarta intervenir el PJ

La magistrada con competencia electoral está molesta por las desprolijidades en el padrón del PJ, que no se depura hace años. Se reunió con dos emisarios K.

Política29/10/2024

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El peronismo perdió el equilibrio y anda a los tumbos, como intentando hacer la vertical en el samba del viejo Italpark. El que manipula la velocidad y el ritmo del juego es una experta en el mundo del swing de la política. Con 84 años, la jueza electoral María Servini sigue marcando el galope de los partidos políticos.

La magistrada se ha llevado bien, regular y mal con muchos políticos. Sólo con un puñado de ellos casi nunca se llevó. En esa lista, quizás Cristina Kirchner sea la más preponderante. Aseguran que la relación siempre fue fría y distante, si es que alguna vez hubo relación.

La ex presidenta sabe que en las muñecas de la jueza se decidirá buena parte de su futuro político inmediato. Y en política, lo inmediato suele condicionar lo mediato. A Cristina, como a casi todos, no le sobra el tiempo.

Eso de pender de un hilo tensado por Servini, la pone de mal humor. "Cristina le escapa a los que no puede someter. A los que, de alguna u otra manera, tienen el mismo poder que ella. Lo aprendió de. Néstor pero le agregó lo peor: falta de pragmatismo", cuenta un viejo peronista, ex funcionario y legislador, que a principios de este milenio ayudó a armar la estrategia fundacional del kirchnerismo.

Así, el lamento y lo último que esperaba Cristina era caer en la telaraña de Servini de Cubría. Se metió solita, cuando decidió auto-postularse para conducir el PJ, partido al que aseguran siempre detestó. Como se dijo y se dice (y la mayoría repite), quiere liderar el peronismo para ganar centralidad, fortalecerse ante una segunda codena a la cárcel que sería la ratificación de Casación; y por el descalabro de los que supo comandar y, en muchos casos, hoy la enfrentan o se le paran de manos.

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Buena parte del odio que la ex presidenta y su hijo Máximo sienten sobre ese grupo de "desleales y desagradecidos" recae sobre el nuevo Judas, Axel Kicillof. Pero también hay varios intendentes del GBA que hasta no hace mucho eran soldados dispuestos a todo para defenderla. Como el de Avellaneda, Jorge Ferraresi, o el de Ensenada, Mario Secco.

También entre los díscolos parecen estar todos los gobernadores. Ninguno hizo un gesto público para apoyarla en su candidatura al PJ. Ni siquiera el gobernador de los milenios, Gildo Insfrán, ni el santiagueño Gerardo Zamora.

Más que una líder del peronismo, Cristina decidió (o por lo menos así la ven sus viejos aliados) convertirse en la jefa de La Cámpora, una agrupación que nació desde el poder y que a pesar de nutrirse durante tantos años con cajas públicas incalculables, siempre ha fracasado en erguirse como alternativa de poder real.

La dependencia de Cristina con Servini es crucial y perentoria. Cristina debe zafar de tener que revalidarse en una elección interna a presidente del PJ, las primeras de toda su larga historia, con alguien considerado insignificante para ella: Ricardo Quintela.

Ordenó bajar "la lista de Kicillof", como ella la identifica cuando se embronca. Pero necesita que la jueza electoral le guiñe el ojo y sentencie la defunción del atrevimiento del gobernador del noroeste.

La presión sobre Servini la ejercen dos de los más importantes operadores judiciales que integra la escudería del kirchnerismo de paladar negro. Gerónimo Ustarroz, hermano del siempre alistado para ser candidato sin demasiada suerte, Wado de Pedro; y el penitente Ministro de Justicia bonaerense, Juan Martín Mena.

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