Espera
Nuevamente el Congreso mostró dos caras en una misma jornada. Por dentro se expresó la dificultad por lograr consensos sin abrir nuevas divisiones y a su alrededor, se llevó adelante una movilización que demostró que no se necesita mucho para lograr el control de la calle.
La Cámara de Diputados fue protagonista con un trabajo efectivo que le permitió resultados cuyo alcance se irá procesando con el paso inmediato del tiempo. Incluso el fracaso de una sesión, acordada como un intercambio de cortesías, puede inscribirse en el haber porque se fortalecieron algunos propósitos para un año parlamentario que será duro.
El miércoles se inició con un despliegue de control callejero que, al término del día, fue visto como una medida onerosa en extremo, exagerada y riesgosa, porque tienta a una puja de poder que no sirve en tiempos de ánimos exaltados. En tanto, dentro del Congreso -objetivo de la protesta social de cualquier sector y en todo momento y escenario del debate político más encumbrado del país-, la tensión no aflojó hasta entrada la noche.
Es en ese marco que el Gobierno fue por lo suyo y de manera confrontativa se quedó con parte de los beneficios que pretendía alcanzar. Se trata de una parte sustancial de lo que estaba en juego, que es la validación del Decreto de Necesidad y Urgencia que ratifica un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que está en proceso de negociación, por lo que no se conocen condiciones ni alcance. Esa fue la razón por la que 108 diputados votaron en contra pero no lograron que otros 129, entre ellos seis de los siete representantes salteños, le habilitaran al gobierno de la Libertad Avanza la continuidad de una operación de crédito público para refinanciar deuda.
La oposición se quedó con la exposición de sus temores ante la repetición de amargas experiencias nacionales que, en ningún caso, pueden justificar la tenacidad con la que se transitan los mismos caminos que no llevan a buen destino. La diferencia en la tramitación no es más que un ropaje para tapar los errores que se siguen cometiendo con la decisión de aumentar deuda, de acompañar esa salida o, al menos, de no ser un obstáculo para un gobierno que está convencido de lo que hace. De alguna forma logra que su inferioridad parlamentaria no impida reunir los votos necesarios para imponer sus proyectos o vetar los ajenos.
Los oponentes más férreos son los jubilados, el sector más débil. Son viejos, apenas sostienen su autonomía y no es fácil burlar sus derechos sin que de inmediato la bajeza se ponga en evidencia. Sus demandas son estrictas: que no les priven de lo que les pertenece.
Cuando realizaban sus reclamos en la calle, cumpliendo su rito semanal de marchar frente al Congreso cuidando que no les arrebaten sus banderas, en el recinto de Diputados fracasó una sesión especial convocada para analizar la prórroga de la moratoria establecida como una alternativa a soluciones de fondo de una situación de desamparo generada por los que tienen el poder de corregir las anomalías. Sin quorum, se abrieron las expresiones en minoría por parte de quienes ya tuvieron oportunidad de enmendar los desvíos.
Los jubilados son contrincantes difíciles. Saben que, en política, los ascensos marcados preceden a caídas estrepitosas. No tienen mucho tiempo pero tampoco tienen apuro. Y en su espera, se convierten en presencias incómodas. Es lo que está sucediendo ahora.
Salta, 20 de marzo de 2025
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