A 80 años del día que Hiroshima conoció el infierno

A las 8.15 del 6 de agosto de 1945, Estados Unidos arrojó su bomba atómica sobre esa ciudad japonesa, lo que mató a unas 140.000 personas.

El Mundo06/08/2025

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Japón conmemora el miércoles el 80° aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima con una ceremonia que espera un récord de países participantes, en un contexto marcado por llamamientos a abandonar las armas nucleares y las guerras en Ucrania y Medio Oriente.

A las 8.15 del 6 de agosto de 1945, Estados Unidos arrojó su bomba atómica sobre esa ciudad japonesa, lo que mató a unas 140.000 personas. Tres días después, un proyectil idéntico cayó sobre Nagasaki y dejó otros 74.000 muertos, aproximadamente.

Estos dos ataques, que precipitaron el fin de la Segunda Guerra Mundial, son los únicos casos en la historia en los que se han utilizado armas nucleares en tiempo de guerra.

El bombardeo

Lo primero que muchos habitantes de Hiroshima vieron la mañana del 6 de agosto de 1945 fue una “intensa bola de fuego”, según los términos del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

“Little Boy”, la bomba atómica que explotó a unos 600 metros sobre la ciudad, tenía una potencia cercana a las 15.000 toneladas de TNT.

La que se lanzó sobre Nagasaki, apodada “Fat Man”, tenía una potencia aún mayor, estimada en 21.000 toneladas de TNT.

Se estima que en el epicentro de la bomba de Hiroshima se alcanzaron los 7000 °C. Un horno que provocó quemaduras graves y, en muchos casos, mortales en un radio de unos 3 kilómetros.

El intenso destello de las explosiones también provocó ceguera temporal y lesiones oculares irreversibles, según el CICR.

La radiación térmica que siguió a las explosiones en una fracción de segundo provocó numerosos incendios que devastaron varios km2 en Hiroshima y Nagasaki, donde la mayoría de las construcciones eran entonces de madera.

Las quemaduras y los incendios habrían sido la causa de más de la mitad de las muertes inmediatas en Hiroshima.

“Recuerdo los cuerpos calcinados de niños pequeños tendidos alrededor del hipocentro como rocas negras”, declaró Koichi Wada, que entonces tenía 18 años y se encontraba en Nagasaki.

Muchas personas también murieron o resultaron gravemente heridas por los escombros que salieron disparados, otras por el derrumbe de edificios o al ser lanzadas por los aires.

Las explosiones atómicas también emitieron radiaciones nocivas a corto y largo plazo: la “enfermedad de los rayos” afectó a muchos de los que sobrevivieron a la devastación inmediata en Hiroshima y Nagasaki.

Los síndromes por “radiación aguda” (vómitos, dolores de cabeza, diarreas, hemorragias, pérdida de cabello) podían provocar la muerte en cuestión de semanas o meses.

Y los “hibakusha” (los supervivientes de la bomba, en japonés) quedaron expuestos durante el resto de sus vidas a un mayor riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer.

De las aproximadamente 50.000 personas irradiadas de ambas ciudades a las que la fundación de investigación estadounidense-japonesa RERF (Radiation Effects Research Foundation) hizo un seguimiento, un centenar fallecieron de leucemia y 850 de cánceres relacionados con la radiación.

El fin de la guerra

Hiroshima y Nagasaki dieron el golpe de gracia a Japón, que se rindió el 15 de agosto de 1945, poniendo así fin a la Segunda Guerra Mundial.

Pero los historiadores siguen debatiendo si este doble ataque nuclear realmente permitió salvar más vidas al acelerar el fin del conflicto.

El calvario físico y psicológico de muchos hibakusha duró toda su vida. Muchos ocultaron durante mucho tiempo su sufrimiento y sufrieron discriminación, especialmente en lo que respecta al matrimonio.

Durante décadas, muchos japoneses creyeron erróneamente que la “enfermedad de los rayos” era hereditaria, incluso contagiosa, y por ello evitaban relacionarse con los hibakusha.

Tras la guerra, el gobierno japonés creó la condición de “víctima oficial” de las bombas atómicas, que daba derecho a asistencia sanitaria gratuita. Pero este derecho se concedía en condiciones restrictivas, lo que excluía a miles de víctimas.

Algunos hibakusha se convirtieron en fervientes activistas por la causa pacifista y antinuclear, viajando por todo el mundo para compartir su testimonio.

Muchos de los sobrevivientes japoneses que aún quedan están cada vez más frustrados por las crecientes amenazas nucleares y la aceptación de las armas nucleares por parte de los líderes mundiales.

“Es importante que muchas personas se reúnan en esta ciudad afectada por la bomba atómica, porque las guerras continúan” en todo el mundo, insistió Toshiyuki Mimaki, copresidente de Nihon Hidankyo, un grupo de supervivientes de la bomba ganador del Premio Nobel de la Paz 2024.

Nihon Hidankyo insta a los países a actuar para eliminar las armas nucleares, al basarse en los testimonios de los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki, conocidos como “hibakusha”.

“Deseo que los representantes extranjeros visiten el Museo Memorial de la Paz y comprendan lo que ocurrió“, explicó Mimaki.

Transmitir la memoria de los “hibakusha” y las lecciones aprendidas de la catástrofe es un reto cada vez mayor para esta organización, ya que la edad media de los supervivientes es ahora de 86 años.

“Creo que la tendencia mundial hacia un mundo sin armas nucleares continuará. La generación joven está trabajando duro para lograrlo”, aseguró Kunihiko Sakuma, de 80 años, que tenía nueve meses cuando se produjo el bombardeo y se encontraba a 3km del punto de impacto.

Aún viven alrededor de 100.000 sobrevivientes. Muchos ocultaron su experiencia para protegerse a sí mismos y a sus familias de la discriminación que sigue existiendo. Otros no pudieron hablar sobre lo sucedido debido al trauma sufrido.

Algunos sobrevivientes de avanzada edad han comenzado a hablar en los últimos años de sus vidas, con la esperanza de alentar a otros a luchar por el fin de las armas nucleares.

Sakuma, que se reunirá con el primer ministro Shigeru Ishiba tras la ceremonia, tiene la intención de pedirle que Tokio se adhiera al tratado de la ONU para la prohibición de las armas nucleares firmado en 2017.

Tokio se ha negado a suscribirlo, al alegar que su objetivo no es viable sin la ayuda de los estados que poseen armas atómicas.

Las ceremonias
Representantes de 120 países y regiones asistirán a la ceremonia organizada el miércoles en Hiroshima, según responsables de la ciudad.

Sin embargo, no estarán presentes grandes potencias nucleares como Rusia, China y Pakistán. Irán, acusado de intentar dotarse de una bomba atómica, sí estará representado.

  
Asistentes caminan por el río Motoyasu frente a la Cúpula de la Bomba Atómica durante una ceremonia conmemorativa en Hiroshima, el martes 5 de agosto de 2025.Louise Delmotte - AP
Contrariamente a su costumbre, Japón ha indicado que no ha “seleccionado a sus invitados” para estas conmemoraciones, sino que ha “notificado” a todos los países y regiones la celebración del evento.

Así, Palestina y Taiwán, que Tokio no reconoce oficialmente como países, han anunciado su presencia en este evento por primera vez.

“La existencia de líderes (políticos) que quieren reforzar su poder militar para resolver los conflictos, incluso mediante la posesión de armas atómicas, dificulta el establecimiento de la paz mundial”, declaró la semana pasada el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, en referencia a las guerras en Ucrania y Medio Oriente.

Matsui también instó el mes pasado a Donald Trump a visitar Hiroshima, después de que el presidente estadounidense comparara los recientes ataques aéreos contra Irán con los bombardeos atómicos de 1945.

“Me parece que no comprende plenamente la realidad de los bombardeos atómicos, que, si se utilizan, cuestan la vida a muchos ciudadanos inocentes, ya sean amigos o enemigos, y amenazan la supervivencia de la humanidad”, subrayó entonces el alcalde.

Hoy en día, Hiroshima es una próspera metrópoli de 1,2 millones de habitantes, pero las ruinas de un edificio coronado por el esqueleto metálico de una cúpula se alzan en el centro de la ciudad, recordando el horror del ataque.

El sábado, Nagasaki también espera un número récord de países en sus propias conmemoraciones, entre ellos Rusia, que asistirá por primera vez desde su invasión a Ucrania en 2022.

Este año “queremos que los participantes vengan y vean con sus propios ojos la realidad de la catástrofe que puede provocar un arma nuclear”, declaró un responsable de esa ciudad.

Después de la reunión del G7 celebrada en Hiroshima en 2023 y del Premio Nobel de la Paz concedido al grupo de sobrevivientes Nihon Hidankyo el año pasado, el número de visitantes en los museos de la paz de Hiroshima y Nagasaki se ha disparado, y alrededor de un tercio de ellos son extranjeros.

Con información de agencias AP y AFP

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