Un presidente en fuga

Para gestiones de esa naturaleza, están las embajadas destacadas en todos los países, lo que no hace necesario que sea el propio  Presidente quien las asuma, salvo que hubiera que firmar tratados previamente acordados, lo cual no ocurría en este caso.

Además, todos sabemos que en medio de la difícil crisis económica y social que atravesamos, no son alimentos lo que sobran en la Argentina, que padece una pobreza que ya está por alcanzar a casi la mitad de su población, con un índice de inflación de un sesenta por ciento, que tristemente  nos coloca en el tercer lugar en el mundo y que se hace sentir con mayor rigor, precisamente, en los artículos alimentarios.

Todo lo que pasó en esta improvisada gira europea, es hacernos quedar muy mal representados a los argentinos, protagonizándose una serie de contradicciones y de malos entendidos que en algunos casos rozaron el ridículo.

Así por ejemplo, en Alemania, en la conferencia que para la prensa internacional brindaron conjuntamente los mandatarios de ambos países, cuando uno de los periodistas preguntó al canciller alemán, respecto a si tenía diferencias con su ministro de defensa, Fernández creyó que el interrogante le estaba dirigido a él y comenzó a improvisar una respuesta, provocando la risa generalizada del auditorio, debiendo luego excusarse por su intromisión.

En otro momento, al referirse a la invasión rusa en Ucrania y debido a la presión de estar en un continente que unánimemente la condena, se vio obligado a expresar al menos una tibia opinión negativa pero evitando mencionar críticamente a su admirado Putin, al que a pocos días del conflicto, le había ofrecido generosamente, convertir a la Argentina en la puerta de entrada de Rusia en latinoamérica.

Pero, sin embargo a renglón seguido, expresó su oposición a que se siga proporcionando ayuda a Ucrania, de modo que la Argentina quedó así en posición de dejar librado a su suerte a cualquier país invadido sin motivo alguno y con el solo fin de apropiarse de su territorio, por su vecino, que en este caso, es una de las más grandes potencias militares del mundo.

Esta desafortunada opinión de nuestro presidente, resulta además totalmente contradictoria con la de la inmensa mayoría de los argentinos, según surge de todas la encuestas.

Pero la chapucería de esta gira presidencial, quedó puesta de manifiesto, cuando nuestro presidente, en diversas intervenciones, violó flagrantemente una rígida norma imperante desde siempre en política internacional, que establece que cuando el presidente de un país visita el extranjero, lo hace como representante del conjunto de sus ciudadanos, sin distinción de sectores, por lo cual, debe obligadamente y por respeto a su investidura, abstenerse de hacer alusiones críticas a la situación política interna de su país.

Muy por el contrario, Alberto aprovechó cuanta ocasión tuvo, para polemizar con Cristina o aludir agresivamente a miembros de la oposición a quienes calificó nada más y nada menos que de enemigos, un lenguaje insidioso que creíamos ya erradicado de nuestras prácticas, ya que así debe calificarse solo a nuestro oponente en una guerra. En política, debemos utilizar el término de adversario.

En definitiva, esta improvisada gira sin propósito definido, hace que el presidente regrese sin resultado concreto alguno, lo cual prueba que solo trató de huir al menos por algunos días, de la infernal situación que día a día vive y que lo está desmoronando psíquica y físicamente.

Vuelve así nuestro presidente, para comprobar que todo sigue tan mal o peor aún a cuando procuró lograr algo de paz en la distancia. 

Que lamentablemente, al no haberse adoptado hasta ahora medidas sensatas, la crisis económica y social que nos sacude, tenderá a ahondarse.

Que la lucha en la cúpula del poder se remonta cada vez más y que la mezquindad e irresponsabilidad de muchos de los que integran su coalición, verdaderamente, no tiene límites.