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Cerrar filas para subir la vara. Estos últimos días hemos asistido a uno de esos escándalos que laceran a la imagen de la actividad política y que siguen agigantando la brecha entre las necesidades de la sociedad y las respuestas que deben construir los funcionarios.
Opinión25/07/2025 Antonio MaroccoEmpecemos por el pago chico, por nuestra Salta, que se vio sacudida la semana pasada cuando tomó estado público una denuncia penal contra un legislador de la Ciudad. Un legislador de La Libertad Avanza que intentó renunciar a su banca para evitar la exposición y los costos políticos que acarrean siempre las acusaciones de violencia, abuso y corrupción.
Quienes me conocen, saben que nunca he sido partidario de la judicialización de la política ni de la politización de la justicia. Ambas esferas institucionales son demasiado importantes como para someterlas al maniqueísmo de la ventaja electoral. No todo da lo mismo, no todo vale. También siempre defendí la conducta de no involucrar temas de la vida personal de los dirigentes políticos en los debates públicos. A un dirigente se lo puede cuestionar por su actividad pública ya que repercute en la vida de la sociedad, más —como reza la constitución— los hechos privados en la esfera de la intimidad pueden ser juzgados solo por la conciencia y por Dios, en el caso de los creyentes.
Pero lo que ocurrió esta vez fue diferente. No fue un caso aislado ni una filtración de alguna intimidad. Esta vez se trató de una denuncia que involucra a una persona en su calidad de funcionario, de legislador y de dirigente político.
La víctima, una empleada sometida a esa relación asimétrica de poder, expuso en su denuncia no solo una situación de violencia de género en varias dimensiones, sino que además reveló la naturalización de un cruel mecanismo de recaudación para hacer “caja política”: este legislador es acusado de quitarle parte del sueldo a sus trabajadores para financiar vaya uno a saber qué.
Rápidos de reflejos y a partir de los mecanismos institucionales previstos para estos casos graves, los concejales no aceptaron la renuncia del legislador libertario que hasta último momento seguía sosteniendo que era un perseguido político víctima de operaciones de prensa. Ahora avanzará el juicio político y su determinación podría evitar que el denunciado vuelva a su cargo en diciembre, momento en el que debería asumir su reelección. Acá quiero hacer una consideración aparte: el legislador del que estamos hablando fue nada menos que el candidato a concejal más votado en la Ciudad de Salta en las últimas elecciones. Quizás sea hora de que también la sociedad se involucre más en conocer a quienes votan. El sello político de moda no es suficiente para garantizar que sus integrantes estén a la altura de lo que la sociedad pretende.
Durante estos días he intentado evitar referirme a este tema más de lo necesario. Creo que la sociedad respondió con determinación, que el Concejo Deliberante actuó bien y estoy convencido de que la Justicia hará lo propio con el trámite judicial de la causa. Esperemos que no se dilate lo suficiente como para que la gente se olvide.
Ahora bien, me parece una oportunidad valiosa para realizar alguna consideración sobre cómo los espacios políticos eligen a sus líderes, a sus dirigentes y a sus candidatos. Quizás haga falta volver a ciertos valores que algunos piensan que son anticuados, principios vinculados a la formación, la sensibilización y la militancia concreta.
No alcanza con las redes sociales, con el insulto, la chicana o la difamación. Quizás alcance para levantar a una figura, para hacerla ganar algún cargo, pero ese vértigo a simple vista exitoso termina generando luego caídas estrepitosas: ya lo vemos en este y en muchos otros casos más. Los ascensos meteóricos en política siempre tienen como correlato derroteros lastimosos. No es la primera vez que pasa. Basta de hacer de la función pública una aventura.
Estoy seguro que Salta está llena de cuadros políticos mejores formados, más comprometidos, más respetuosos y más honestos. Quizás, porque demanda mucho más tiempo y esfuerzo, se trata de un camino más largo, pero que es necesario: los partidos deberían retomar con urgencia la formación a conciencia de sus cuadros juveniles. Un médico que opera por primera vez una rodilla no pasó menos de 12 años estudiando y practicando. La función pública y la actividad política debería tomarse con la misma seriedad.
Parafraseando a un gran pensador chino: cuando es más rápida la subida, más fuerte y dolorosa la caída.
Se corrió el velo sobre el manejo de los recursos públicos durante 2026. Fueron expuestas las grandes líneas de lo que podría ser el primer presupuesto de un gobierno que va a ingresar en su tercer año de gestión.
Septiembre avanza y con él un escenario político que se va reconfigurando día a día. Lo que se palpa en las calles y en las urnas es que el oficialismo ya no tiene aquel blindaje con el que arrancó su gestión. El malestar es real y cada vez más visible: se expresa en el voto, en la desconfianza, en la distancia de sectores que hace poco estaban dispuestos a darle crédito.
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