A 11 años de la tragedia de Campo Quijano, familiares repintaron las estrellas amarillas

Alfredo Jurado, padre de dos víctimas de la tragedia ocurrida en el camping de Campo Quijano sobre la ruta 51, revivió el dolor de un día que cambió su vida para siempre.

Salta19/01/2025Ivana ChañiIvana Chañi

once años campo quijano

El 19 de enero de 2014 quedó marcado como el día que destrozó la vida de la familia Jurado. Alfredo, padre de Ana Belén y Juan Cruz, revivió con angustia la tragedia que arrebató a sus hijos y dejó una huella imborrable en su hogar. “Ese día, cerca de las 14:30, este conductor, alcoholizado y manejando a más de 140 kilómetros por hora en una zona urbana, perdió el control y destruyó nuestras vidas. Ana Belén tenía solo 23 años, Juan Cruz 20. Fallecieron prácticamente en el acto”, relató con la voz quebrada en diálogo con Aries.

El accidente, que también dejó múltiples heridos graves, expuso la falta de respeto a las normas viales y las devastadoras consecuencias de la imprudencia al volante. Entre las lesionadas estaba Ámbar Valentina, nieta de Alfredo, quien sufrió graves secuelas. “Anita, como decían los chicos en el juicio, no tenía rostro por las fracturas. Esas imágenes y el dolor de mi nieta quedarán grabados en mí para siempre”, recordó Alfredo, conmovido.

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A pesar del paso del tiempo, Alfredo siente que la conciencia vial sigue siendo insuficiente. “Hoy la gente tiene miedo de que le hagan una multa o le quiten el auto, pero no tienen verdadera conciencia. La verdadera conciencia es no provocar tragedias, evitar convertirte en un asesino al volante”, reflexionó con dureza. El padre de familia lamentó que muchas veces la vida parece tener menos valor que el miedo a una sanción.

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Once años después, Alfredo sigue luchando por mantener viva la memoria de sus hijos y crear conciencia. En el lugar del accidente, cada 19 de enero, la familia realiza actividades para recordar a las víctimas y alertar sobre los peligros de la imprudencia vial. “Esta tragedia destruyó a nuestra familia, pero también las familias de los conductores, que terminan viviendo con el peso de haber causado una desgracia”, concluyó. Para Alfredo, solo cuando la sociedad entienda la magnitud de estas pérdidas, se podrá hablar de un verdadero cambio.

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