
Las marchas en todo el país y el rechazo del Congreso a los vetos presidenciales expresan lo más elemental de la democracia: el pueblo y sus representantes le marcan límites al poder. No es un golpe, es participación ciudadana.
Estamos viviendo en un nuevo país. Ya nada será como antes. Un país donde la gente ha dejado de creer en la política.
Opinión18/12/2023 Juan Manuel UrtubeyEl gran desafío es recuperar la esperanza, es trabajar de tal manera que la política deje de ser mala palabra, es estar a la altura de la gente. Este nuevo país no va a ser fácil, pero de a poco será mejor, más justo.
La mala política le ha robado la esperanza a la gente. Hay una sola manera de devolverla que es siendo honestos, entendiendo lo que viven nuestros hermanos y siendo eficientes.
Los responsables deben dar examen todos los días. Sólo con buenos resultados, con convicciones y principios, saldremos de esta crisis.
Los argentinos han demostrado que no están para tolerar al poder, que están para cuestionarlo, para mejorarlo y para vivir mejor por los gobiernos que elijan y no que todo vaya para atrás.
No va a ser fácil el país que nos toca después de esto. Pero deja cosas positivas: es el pueblo el único legitimado en nuestro país. Es la gente, la enorme mayoría de la gente, la que no ha participado en nada de esta tragedia que hicieron pocos y que sufren muchos.
La Argentina no está bien. Los argentinos no están bien. Lo vemos de punta a punta del país. No puede existir una Argentina en crecimiento, como pretendieron hacernos creer, con su pueblo empobreciéndose.
Cuándo se dice que el gobierno enfrenta una tormenta económico financiera creo que hay un error. Esa tormenta la enfrentan los argentinos al comprar la leche, al pagar la luz, a poner un plato de comida en la casa.
Es la gente. Es toda la gente. Es lo único que importa y para lo que debe servir un gobierno.
Venimos de un año terrible. Un año de angustia, de zozobra. No merecemos otro año así. La única manera de evitarlo es mirando las cosas desde otro lugar. Hay que mirar a nuestro país desde el lugar de la gente y no desde el lugar del poder.
Es cierto que mirar hacia atrás sirve para aprender y no cometer los errores y horrores del pasado. Pero los argentinos ya hemos vivido demasiado en una retrospectiva infinita y podemos ver los resultados. Si no salimos hacia adelante ahora, ¿cuándo? Argentina necesita transitar un camino que mire, principalmente, hacia el futuro.
Es esperable que la dirigencia tenga la vocación de ayudar y no poner palos en la rueda, pero es absolutamente legitimo pensar diferente, en un marco de respeto institucional, y expresarlo con claridad, pero desear y promover que al gobierno le vaya mal es la lógica malsana de fomentar la grieta.
La grieta no se origina en que el otro tenga una convicción distinta, sino en la convicción de que debemos odiarlo por ello.
Basta de inventar enemigos para gobernar. Quienes necesitan enemigos no piensan en la gente, piensan en el poder.
Todos aprendimos que la pelea y el odio entre hermanos vienen acompañados del atraso, del egoísmo y de la frustración.
Nada se puede hacer con odio. El odio no construye. El odio no cura. El odio no soluciona. El odio solo genera odio.
La crispación y la infelicidad cotidiana del argentino, resultan menos de sus carencias materiales que de una carencia que le carcome el alma: la ausencia de certezas
Lo que hay que garantizar es la previsibilidad, porque ser un país previsible es ser un país donde la gente vive con certezas. Y ésa es la única forma de devolverle la esperanza a la gente.
La Argentina previsible es una Argentina productiva, competitiva, tecnológica, profundamente federal, justa para todos y socialmente sustentable.
A esa Argentina deseada no llegaremos de la mano de la irresponsabilidad populista ni del liberalismo improvisador.
Creo sinceramente que tenemos solución. Que nos llevará esfuerzo, tiempo y que no será fácil. Pero la hay. Y no hay partido que sea propietario de esa solución. La solución partirá de un acuerdo político que tenga a la sociedad como testigo, como protagonista y como garante. El pueblo argentino debe recuperar su protagonismo y sus representantes deberán recuperar su legitimación.
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