En Semana Santa, sí se habla de política
En estos días, mientras los primeros plazos del acotado cronograma electoral salteño corren con prisa y sin pausa y las negociaciones ocupan la mayor parte del tiempo de funcionarios y operadores políticos, recordaba una oportunidad en la que nuestro colega Maxi Rodríguez desde la calle y nosotros, desde el estudio de Aries, cubríamos las instancias del Triduo del Milagro.
Claro, nos interesaba la homilía del cauto arzobispo Mario Cargnello, pero especialmente, la reunión política de oficialismo y oposición en la Catedral Basílica, desde donde los dirigentes salían con expresión consternada y como si el Señor y la Virgen del Milagro les hubieran hecho reflexionar sobre la responsabilidad políticosocial de cada uno. O sobre la oportunidad hallada de que caigan las máscaras, de ser más cristianos y universales y de poder reconocerse en relaciones dignas y empáticas. Pero no.
Como pasó cada año en los que una pandemia no interrumpió los rituales de la Iglesia, las autoridades de los tres poderes del Estado salían de la Catedral con ganas de estar en las fotos (porque siempre hay que figurar, aunque no se diga nada), pero repitiendo a Maxi y el resto de los colegas, que en las fiestas religiosas, no se habla de política.
¿Pero quién dice que esto es así? Los protagonistas de hace décadas de la política salteña, que son prácticamente los mismos que están este miércoles santo, negociando alianzas y candidaturas porque el 5 de mayo tienen que estar cerrados los frentes electorales; el 15 de mayo, presentadas las listas de candidatos y la campaña electoral en marcha, desde el 4 de junio próximo.
Lo dije entonces y lo sostengo hoy: es intolerable la hipocresía de decir públicamente que en la fiesta del Milagro o en Semana Santa no se habla de elecciones, campaña o candidaturas por respeto a los creyentes. Es que mi escepticismo me permite dudar de la misma foto en la que la clase política aparece como si honrara la pasión de Cristo y reflexionara sobre las humillaciones, el dolor, los interrogatorios, el maltrato y la crucifixión al que fue sometido, y en cambio, aún dentro de las iglesias, están negociando espacios de poder. Lo cual está muy bien, pues de eso se trata la política. Lo que no estaría bien, sería que subestimen a su propio electorado.
Y sobre todo, porque Semana Santa en Argentina sí es importante políticamente y porque justamente, la política fue definitoria hace 34 años. “¡Felices Pascuas! La casa está en orden". Con estas palabras, el 19 de abril de 1987 el domingo de Pascuas, el presidente Raúl Alfonsín saludó desde el balcón de la Casa Rosada a la multitud, que llenaba la Plaza de Mayo desde hacía días ante un alzamiento carapintada. Esa Semana Santa fue un hito de la democracia.
Si se quiere, fue un ejemplo de que la unidad de las fuerzas políticas y el compromiso democrático de la ciudadanía hace viable lo que parecía imposible: dar vuelta la página de las interrupciones institucionales y de los autoritarismos. Por eso hoy podemos decir que estamos viviendo el período más extenso de vida democrática de nuestra historia, una condición necesaria para superar los desafíos económicos y sociales que son las aún incumplidas promesas de la democracia. Porque en 2021, y en democracia todavía no comen, ni se curan ni se educan todos.
Afortunadamente, hoy no tenemos esa incertidumbre institucional, pero sí un contexto social y económico durísimo, que da la oportunidad a los Gobiernos e integrantes de los poderes del Estado, de lograr que de esta Semana Santa, salga una verdadera reconversión y que la dirigencia establezca un nuevo paradigma, basado en el desafío de sopesar la crisis profundizada por la pandemia en todos sus aspectos y de ser capaces de dar prioridad a lo urgente e importante.
Dicho esto, solo habrá que estar atentos al lunes 5, cuando concluya el plazo del acuerdo tácito de silencio de las y los dirigentes y que se hagan públicas algunas cuestiones sobre cómo se irán conformando las listas para elegir el 4 de julio próximo a 60 convencionales constituyentes titulares y 60 suplentes; para renovar parcialmente la legislatura provincial, totalmente los concejos deliberantes y elegir al próximo Intendente de Aguaray, municipio actualmente intervenido.
Ojalá esta Semana Santa sí se discuta sobre política y pensando en el bien común, algo que parece trillado, pero funcionaría como principio cohesionador de una sociedad. Sobre el bien común, seguiremos hablando en otra oportunidad.
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