Unión
Se está corporizando el fantasma más temido. El sistema de salud en la Provincia está al borde del colapso, con puntos rebasados y otros con señales preocupantes que se está bordeando la situación.
El fin de semana fue particularmente difícil, plagado de demandas, denuncias y hasta masivas protestas. No se trata de una cuestionable gestión del aislamiento sino concretamente de severas limitaciones en la prestación de servicios de salud que se manifestaron en más de cien días de pandemia.
La profundidad del deterioro de ese servicio neutraliza el impacto de las inversiones de este último tiempo. Por ello es que al Gobierno de la Provincia ya no le alcanza con los anuncios porque la población no puede observar resultados efectivos. Destacar que un mandatario que puso a la Salud como norte de su gestión trabaje sin tregua, solo obtiene como respuesta que lo hecho no es suficiente.
El primer objetivo, cuál fue evitar la propagación comunitaria del virus, no se ha alcanzado precisamente en los conglomerados urbanos más importantes. Orán y San Martín fueron afectados por su condición de departamentos fronterizos, situación que debió atenderse desde que la Organización Mundial de la Salud declaró al coronavirus una pandemia. En ese punto la responsabilidad es compartida con la Nación, que tiene a su cargo el cuidado de las fronteras y que desde hace décadas conoce que las del norte están perforadas.
La Capital es producto del modelo de organización de la Provincia, centralizada en un punto que concentra no sólo la mitad de la población salteña, sino los servicios, los recursos y es el asiento del poder político. Pese a la intención, no se pudo frenar una necesaria movilización de personas, que habitualmente se proveen de productos, insumos varios y prestaciones especializadas desde todos los puntos del territorio.
Se puede asegurar que la tarea de controlar al virus empezó desde una línea muy atrasada. Se venía denunciando la destrucción del sistema sanitario. Precisamente fue la Cámara de Diputados el recinto que receptó el reclamo de los representantes del interior, que advirtieron la necesidad de mantener la infraestructura hospitalaria y, especialmente, corregir el déficit del recurso humano. Sin estímulo alguno y sobreexigidos quienes se mantenían en sus puestos de trabajo, sabían que no podían ni siquiera responder a la atención de patologías habituales.
Las consignas de marzo hoy son mensajes vacíos. Declarar que la emergencia sanitaria es prioridad para el gobierno ya no es una decisión política; es la inercia de los acontecimientos la que empuja a los responsables de adoptar medidas en el marco del Comité Operativo de la Emergencia a ir cubriendo los vacíos que deja la ausencia de recursos de todo tipo. La falta de experticia es uno de los principales problemas.
Se corre por detrás, mientras se van abriendo nuevos frentes para que esa emergencia no hunda en la nada a la Provincia misma. No se trata de hospitales, ambulancias y oxígeno. Se trata de empresas que cierran, recaudación que cae, con niños sin escuelas y un Gobierno sin presupuesto, sin un plan de gestión y endeudado.
Ya no se trata de convocar a la responsabilidad social para salir poco y con barbijo. Se trata de construir un consenso entre todas las fuerzas políticas, sociales y económicas, sin reivindicar liderazgos sectoriales.
La pandemia no puede dejar ganadores y perdedores. Ganará toda la humanidad cuando el virus sea controlado. En tanto, hay que trabajar en unión.
Salta, 07 de septiembre de 2020
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