La actitud ciudadana encontró la responsabilidad institucional
Tal como venimos insistiendo desde hace tiempo en estas columnas, en momentos de crisis la centralidad de la política pasa por el Congreso de la Nación. Allí se debate el presente y el futuro de la Argentina.
Tal como venimos insistiendo desde hace tiempo en estas columnas, en momentos de crisis la centralidad de la política pasa por el Congreso de la Nación. Allí se debate el presente y el futuro de la Argentina. No es casual que la sociedad esté tan atenta a las cuestiones que se debaten en el recinto.
Es valioso que así sea, pues se trata del ámbito con mayor representatividad del sistema democrático. En el Congreso se expresa el federalismo y se expresan las distintas visiones de país. Y ayer quedó demostrado, una vez más, que hay consensos que atraviesan la Argentina de punta a punta.
Nadie podrá decir que la defensa de las universidades públicas y la emergencia en salud —particularmente en el área de pediatría— sean proyectos amañados por una oposición golpista que pretende desestabilizar a un gobierno particular. Por el contrario, se trata de una demanda genuina que surge en el seno mismo de la vida social de los Argentinos y que el Congreso no puede menos que abordarla, debatirla y convertirla en norma.
La maratónica sesión de ayer se esperaba con mucha expectativa. Millones de argentinos terminaron celebrando el desenlace: las universidades podrán seguir formando a las nuevas generaciones y las familias de todo el país seguirán teniendo la paz de contar —en los momentos más dramáticos y menos deseados— con un hospital emblemático como el Garrahan.
Desde luego que falta mucho. Ni la educación pública ni la salud en la Argentina se encontraban en el estado de excelencia que desearíamos, pero al menos se logró garantizar el funcionamiento de dos de las cosas que en la Argentina generan orgullo y funcionan bastante bien.
Esto lo decimos con el diario del día después. Porque en la previa de la votación había muchas incógnitas que certezas. Tanto la comunidad universitaria como los profesionales de la salud siguieron atentos la votación de cada legislador. Pues se corría el riesgo de que algunos se den vuelta e impidan la consecución de los dos tercios para rechazar los vetos del Poder Ejecutivo y ratificar las leyes de Financiamiento Universitario y Emergencia en Pediatría. Lo que ocurrió en el Congreso no podría haber sido posible sin la presión y movilización multitudinaria de la sociedad a lo largo y ancho de todo el país.
La sospecha por el cambio de voto de algunos legisladores estaba basada en la actitud del oficialismo que, días antes, había girado recursos del Tesoro Nacional a algunas provincias en el afán de mejorar sus vínculos políticos. No alcanzó. La política binaria del látigo y la billetera no siempre se impone. La plata no cambia el sentido de la historia. Los propios gobernadores, muchas veces víctimas del destrato, se pusieron parte de lucha al hombro. Desde Salta, por ejemplo, el gobernador Gustavo Sáenz le pidió a los legisladores de todo el norte que acompañen las iniciativas que la sociedad reclamaba: no podemos dejar a nuestros jóvenes sin oportunidades, sin salud, y —en definitiva— sin futuro.
Para cerrar, pensando en nuestro pago chico, me entusiasma creer que quizás todavía existe ese tejido invisible que une a los argentinos en torno al humanismo y la solidaridad. Pienso en lo que ocurrió hace unos días, en los peregrinos, en la Procesión, en el medio millón de salteños que se acercó a renovar el pacto de fidelidad con el Señor y la Virgen del Milagro; pienso en las palabras de monseñor Cargnello: “nadie puede solo”, e inmediatamente recuerdo el “nadie se salva solo” del Papa Francisco.
Quizás no todo está perdido, quizás la esperanza no sea solo un bálsamo, quizás la esperanza sea una actitud activa y —como decía Gabriel Marcel— un crédito al futuro.
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