Justicia feminista

Mañana, 25 de noviembre, es el día de la eliminación de la violencia contra las mujeres.

Opinión 24/11/2022 Natalia Buira

columnas (11)

Esta columna está dedicada a la Justicia feminista, para lo cual recurriremos al conversatorio “Justicia feminista, los sentidos en disputa frente a las violencias de género” organizado por el Instituto de Política, Sociedad e Intervención Social (IPSIS) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) donde disertó la doctora en derecho Marisa Herrera en noviembre de 2021, quien ha sabido tejer una red federal feminista interdisciplinaria.

Comienza preguntándose la Dra. Herrera por qué se le tiene tanta tirria o desconfianza cuando se dice o se habla de justicia feminista. El feminismo plantea tres grandes elementos; uno es el descriptivo: en todas las sociedades las mujeres estamos peor que los varones, es una cuestión objetiva, se da en el mercado laboral, en las políticas de cuidado, en los centros de toma de decisiones, otro es el elemento valorativo, es decir, está mal que esto suceda y el tercero es qué podemos hacer para modificar este estado de cosas y así como se construyó una justicia patriarcal se puede deconstruir y construir en otro sentido. Esta justicia que siempre ha estado de espaldas a la sociedad, debe interpelarse y preguntarse qué debe cambiar para poder darse vueltas y mirar a la sociedad a la cara, y así dar respuestas a necesidades cada vez más complejas y diversas.

Nos encontramos a 12 años del caso Campo Algodonero de la Corte IDH donde se sienta la responsabilidad estatal en los tres poderes  en lo que tiene que ver con erradicar la violencia de género.

El poder judicial es nada más y nada menos que el garante último de los derechos de las personas, por lo cual su responsabilidad es enorme y debe atreverse a trabajar de una manera distinta a lo que ha venido haciendo hasta ahora. Para lograrlo se debe hablar de cimientos invisibles: el primero de ellos el acceso a derechos, derechos que están consagrados en los textos normativos pero que no se  ejercitan efectivamente, deben pasar a efectivizarse y el segundo de estos cimientos  es la reparación, es decir, la intervención de la justicia debe ser reparadora porque muchas veces las intervenciones de la justicia terminan siendo iatrogénicas y revictimizadoras en términos de violencia de género. 

El poder judicial es por lejos de los tres poderes el que peor imagen tiene. Siguiendo el refrán “equipo que gana se mantiene, equipo que pierde, se cambia” tenemos que concluir que la justicia debe cambiar, porque es un poder judicial sumamente cerrado, abroquelado y con una mirada muy reducida de la sociedad mientras la sociedad afuera es cada vez más plural y diversa. Por eso debemos cambiar en los concursos para que ingresen al poder judicial otro tipo de miradas que las mismas miradas homogéneas que siempre ingresan.

“Venimos de un poder judicial conservador, patriarcal, elitista, privilegiado, cuasi vitalicio, jerárquico, escritural, corporativo, oscuro, discrecional y clerical, esa es claramente la síntesis de lo que es nuestro poder judicial, un poder judicial que claramente no funciona y queremos ir hacia un poder judicial feminista, igualitario, con trasparencia, con publicidad, con rendición de cuentas,  con oralidad, con delimitación de tiempos y claramente que sea laico.” dice la Dra. Herrera y lo suscribo yo también. 

Una de las consignas claras del movimiento Ni Una Menos, del movimiento feminista que es el movimiento social con más fortaleza por lejos de Argentina de los últimos tiempos, es la Reforma Judicial Feminista y el primer foro federal feminista ha tenido más de 6000 participantes.

Debemos visualizar que el poder judicial es solo un ítem en la reforma judicial feminista, otros son las universidades, los colegios de abogados, la sociedad civil, los sindicatos y el Consejo de la magistratura. Es así  por ejemplo que en el colegio de Abogados de Córdoba para poder matricularse deben haber pasado antes los abogados por un curso de la ley Micaela. Por su parte en la UBA se creó la Red de profesoras de derecho, construcción colectiva, que ya sacó un segundo libro titulado “Repensar la justicia en clave feminista: un debate desde la Universidad” coordinado por Marisa Herrera y Natalia de la Torre. En ese libro se visibiliza en números lo siguiente: el decano y vicedecano de la facultad de Derecho son varones, 4 de los 5 secretarios de gabinete del Decano son varones, 10 de los 11 directores de los departamentos académicos de la facultad varones, el director de Postgrado es un varón, todos los directores de los centros de investigación de la facultad son varones, de las 15 maestrías ofertadas, 10 están dirigidas por varones y solo 5 por mujeres.  

La Dra. Herrera continúa relatando que un camarista federal de la cámara de Casación se atrevió a decir “Feliz día delincuentes” por el 8 de marzo de 2021, dicho juez es Juan Carlos Gemignani. Es tal la falta de límites que hay en muchos magistrados, que se atreve a poner esto en una red social. Es por estas conductas que el Ministerio de Justicia de la Nación creo un registro de magistrados violentos, autores de la violencia adentro del poder judicial, hay mucha violencia adentro y hay que blanquear esta violencia porque cómo vamos a poder erradicar la violencia habiendo tanta violencia interna, habiendo tanto miedo, el mismo miedo que sienten las mujeres que van a denunciar. Nos cuenta también Marisa Herrera que destituyeron en un juicio político al fiscal Julio Castro condenado por violar y golpear a su ex novia pero también por tener denuncias de género dentro de su fiscalía. Así se llega a que el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba en acuerdo 1076/2021 sanciona el “Protocolo de Prevención y Actuación en Violencia Laboral y/o de Género en la modalidad laboral en el Poder Judicial de Córdoba”, ya que a través de una encuesta anónima fueron tantas las voces silenciadas que comenzaron a despertar que se tuvo que crear la Comisión Asesora compuesta por Magistradxs, funcionarixs y gremio que terminó elaborando dicho protocolo.

Simone de Beauvoir dice que “el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, por eso plantear una reforma judicial feminista es ir al hueso del problema judicial, por eso muchos no quieren cambio alguno  porque si todo se mantiene como hasta ahora les es funcional, porque una visión feminista  implica mover el status quo. 

La Constitución Nacional fue reformada en 1994 hace 28 años y la reformaron 305 personas que fueron elegidas por argentinos nacidos antes de 1976. Es decir, actualmente todos los menores de 45 años no participaron de  ese proceso de reforma. La Constitución de 1994 no habla de género, tampoco habla de tecnología porque es una constitución que ha quedado vieja, no obstante en la constitución actual el artículo 110 habla que los jueces conservarán sus empleos mientras dure su buena conducta. Los jueces deben rendir cuentas ya que esto habla de una mirada democrática más en un sistema judicial cuasi vitalicio es fundamental que la judicatura rinda cuentas. Para lograrlo se debe mejorar el sistema de remoción de jueces para que no sea esto de hago cualquier cosa porque la corporación judicial me protege, y estas actitudes ponen en crisis el sistema institucional.

No es lo mismo ser mujer que ser mujer feminista porque las mujeres que están o han estado en la justicia en los máximos niveles han construido sistema judicial a semejanza de los hombres machistas, lo cual implica no poner más mujeres sino más mujeres feministas en la Justicia lo cual mejorará  la calidad democrática de la misma.

El Foro Federal Feminista en 2021 expresó: “A seis años del surgimiento y consolidación del movimiento Ni Una Menos, y del fortalecimiento de nuestra lucha colectiva, el acceso a la justicia es para nosotras una deuda de la democracia. Sin perspectiva feminista, no hay justicia posible. Debatir, visibilizar y problematizar al poder judicial, constituye el primer paso para deconstruirlo y erradicar sus violencias, solo será posible mediante lucha feminista colectiva y transversal. Transformar al poder judicial no será sencillo, pero estamos convencidas que podremos lograrlo”.

Termina diciendo la Dra. Marisa Herrera que el Poder Judicial debe cambiar, porque en definitiva una mejor justicia es ni más ni menos una mejor democracia.

  

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