
Tal como venimos insistiendo desde hace tiempo en estas columnas, en momentos de crisis la centralidad de la política pasa por el Congreso de la Nación. Allí se debate el presente y el futuro de la Argentina.
En la búsqueda del acuerdo social, que posibilite objetivos comunes, en beneficio del estado y los ciudadanos, el diálogo es algo fundamental. Es el vehículo desde el cual se parte, con la intención de lograr consenso. Que no es otra cosa que compartir el camino y evitar el conflicto. El secreto del desafío es no pasarse de la raya, para que el diálogo no se convierta en dialoguismo.
Opinión29/08/2022 Miguel Ángel CáseresSegún los entendidos, existe una sociología del consenso y una sociología del conflicto. Más allá de las convergencias y divergencias, sobre el diálogo y el consenso, hay quienes afirman que es imposible la aplicación de programas políticos, económicos o sociales, que aspiran tener, aunque más no sea un éxito relativo, sin un consenso básico en su confrontación con la práctica.
El presidente Alberto Fernández, asumió el gobierno nacional en el marco de una tremenda crisis. Según algunos acrecentada, la situación, por la Pandemia y la guerra. Pero también están los que sostienen que, las razones, no son de tipo estructural ni coyuntural de la economía, devenidas de su nivel de actividad, del precio relativo de la divisa o el tipo de cambio, pues ambas variables, dicen, no se encuentran afrontando problemas de desequilibrios sustantivos. Y, manifiestan, que mucho mayor peso, tiene la deuda externa, contraída por el gobierno neoliberal de Mauricio Macri, de turbia genética, por un monto inusitado para un estado como el nuestro, piedra basal para cualquier tipo de zozobras.
Que tampoco son esos condicionamientos, los que justifican totalmente la dimensión de la situación que vive el país en estos momentos. Ponen énfasis en considerar como erróneo que el presidente haya dedicado tanto tiempo en intentar consensuar con los que planificaron y dirigieron todo el proceso de endeudamiento.
De ser así, el grave error, tiene aristas estratégicas y mucha más en el orden táctico ya que, en el nivel de actividad económica y la evolución del tipo de cambio, no hay razones que justifiquen las desorbitadas remarcaciones de precios que dan lugar a la imparable caída del salario real. Todo lo contrario a lo que había sustentado la plataforma electoral del Frente de Todos, que proponía el recupero de la capacidad de poder adquisitivo de los trabajadores con sueldos fijos, que son la mayoría. En contrapartida de la tremebunda política de distribución de la riqueza ejecutada por el PRO y la UCR.
Superado el primer momento de algidez pandémica, sin que ello signifique haber eliminado el problema que, aún se manifiesta con facetas diferenciadas. Se produjo un período de recuperación de las actividades económicas, que redundan en que las ganancias, de los grandes sectores empresariales, expresen cifras desorbitadas, en contraposición del crecimiento de la pobreza de la mayoría de los argentinos. A partir de allí surge una cruda realidad, un sector que no puede pagar más impuestos y otro que si puede, pero que se niega a hacerlo, en la medida de su rentabilidad, es decir, pretenden seguir pagando importes desactualizados, como si nada hubiera pasado. Negación a concebir que, ante ganancias inesperadas, corresponden impuestos inesperados.
Otra prueba de que las sobredosis nunca son buenas, devino al momento de las negociaciones, sobre la deuda, con el FMI donde, en vez de buscar una reestructuración, se perfiló hacia una refinanciación. Sabido era que ello implicaba, no solo el acrecentamiento del monto de lo adeudado, sino también los inevitables ajustes que, significan embargar las aspiraciones de los sectores de clase media hacia abajo.
Todo esto en un momento en que el país tenía una alarmante escasez de reservas. Se adquirieron compromisos de pagos en plazos imposibles de cumplir sin las angustias devenientes. Convencidos de que el fondo monetario ya era un organismo diferente y humanitario. La realidad se encargó de enrostrar que, como siempre, no le tiembla la mano para evitar condonaciones ni prórrogas de plazos a la hora de cobrar, por el contrario, lo único que se amplían son las exigencias de reajustes. En consonancia, en el plano interno, los sectores del poder real, que otros denominan, el círculo rojo, únicos poseedores de dólares, exigen que la moneda norteamericana tenga un piso de 300 pesos en relación a la moneda nacional y que, no solo no se les agregue ningún otro tipo de impuesto, sino que piden se los libere de la mayoría de los que tienen y deberían pagar.
El presidente Fernández refirmó su política de dialogo, apelando al patriotismo, la racionalidad, la cordura, la solidaridad, entre otras cosas, mientras la oposición, pone todos los escollos posibles, a la intensión de administrar el estado en medio del Tsunami y, avanza no solo en resguardo de sus prerrogativas, sino en búsqueda de la ampliación de las mismas. Amparados en la representación legislativa, que le dio un electorado convencido que, los mismos que desestructuraron el estado nacional, y lo endeudaron como jamás lo hizo, hasta el momento, otro gobierno a lo largo y ancho de su historia política, suponen que serán los que los liberarán de los pesares.
Oposición que se considera impune, en la seguridad de que el proceso de ingeniería judicial, le permite dominar los principales bastiones del poder de justicia, que no solo los acompaña en todos sus desatinos, incluso aquellos con sesgos destituyentes, mientras, a la par, les limpia el camino de sombras y estorbos con rápidos veredictos favorables o, retrasando el proceso en los que se encuentran implicados. No hay lugar ni para mínimas expresiones tendientes a revertir la situación, que tenga amparo legal, que existe, pero es inaplicado.
Así, entre desgastantes diálogos, ausencia de dólares, con corridas cambiarias, evasiones por aire, mar, tierra y el circuito fluvial, administrado para la evasión de granos, dólares y drogas; la pregunta clave es ¿está en riesgo la Democracia?, la respuesta es un sí, contundente. Las fundamentaciones son las siguientes: la deuda contraída es impagable en lo inmediato. Su proyección obligará a mayor endeudamiento y sus repercusiones, a un mayor descontento social con las consabidas crisis. El tablero geo estratégico internacional obliga a las partes comprometidas, a no ceder espacios pues, está en juego la hegemonía de poder, hacia lo que resta del siglo. En ese contexto, difícilmente los Estados unidos de Norteamérica estén dispuestos a perder su control sobre el patio trasero en el continente, donde la situación actual le plantea el desafío de contrarrestar el posicionamiento de China, verdadero poder emergente, con las características de gobiernos que tienen México, Colombia, Perú, Chile, a los cuales se les suman las elecciones en Brasil y Argentina, con panoramas inciertos o desfavorables. Por mucho menos, sabemos cómo actuó en otras oportunidades.
De mantenerse la situación de tensión generalizada, derivada de que los sectores del poder financiero tomaron la actitud dialoguista como de debilidad, y se apoderaron de la renta agraria diferencial, transfiriendo al mercado local el impacto de los precios internacionales, dando lugar a una mayor concentración de la propiedad y el ingreso en detrimento de los salarios y su poder adquisitivo. Proponen devaluaciones que devalúan la convivencia, léase la democracia; donde las partes actuantes saben que el poder judicial tiene la peor imagen, en la conciencia de que, sin justicia es inadmisible la democracia, por el riesgo a que se expone a la ciudadanía toda. Además, como si esto fuera poco, el monopolio comunicacional, logrado a través de la concentración de medios que incentivan el golpe, acrecientan la posibilidad de una guerra civil, de características y duración impredecible.
Muchas gracias - Hasta la próxima
Miguel Ángel Cáseres
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