Palomitas

Se cumplen 46 años de la Masacre de Palomitas, el fusilamiento de 11 presas y presos políticos ocurrido el 6 de julio de 1976, durante la última dictadura cívico militar.

Opinión06/07/2022 Natalia Nieto

columnas (63)

Salta no puede obviar la fecha ni dejar de señalar la importancia de las consecuencias de la barbarie y la inacción judicial que sobrevino durante años a la masacre, uno de los emblemas salteños del terror. La juventud no debiera desconocer la génesis del terrorismo de Estado, a sus protagonistas y sus consecuencias, todavía palpables.

Cuando todavía hay sectores de la derecha que cuestionan que se mantenga en la agenda pública actual la discusión sobre el reconocimiento y resarcimiento de las víctimas del terrorismo de Estado, es necesario reforzar la necesidad de Memoria, Verdad y Justicia, porque las consecuencias de la dictadura son ostensibles aún. Demás está decir que en Salta quedó evidente días pasados, en ocasión de la muerte del exjuez federal Ricardo Lona, cuando el repudio de los organismos de Derechos Humanos, legisladores y otros sectores, se dirigió hacia quienes destacaron al exmagistrado, como si hubiese muerto un impoluto anciano laureado por su gestión judicial. Quienes celebran la total vulneración de derechos que tuvo lugar en Argentina y Salta durante la dictadura, siguen entre nosotros y tomando decisiones.

Aries nunca eludió los temas sensibles y tanto es así que la Masacre de Palomitas fue eje de numerosas investigaciones periodísticas que aportaron a las investigaciones judiciales sobre los responsables de la comisión de delitos de lesa humanidad, a quienes Lona había dejado libres no solo de llegar a juicio, sino de –mínimamente- iniciar investigaciones, cuando se trataba del único juez federal que había en el distrito.

Recuerdo con estremecimiento, cuando rescatamos testimonios muy valiosos de testigos como el colega Eduardo Santiago Tagliaferro o el escritor salteño Néstor Medina, entonces radicado en México y autor del libro Tiempo de Hienas, en el que claramente describió la inacción del exjuez y la acción concreta de quienes llevaron adelante la ficción del traslado y posterior fusilamiento.

Tagliaferro decía, en la dura transcripción del testimonio que diera en 1983 sobre lo que le contó Medina que “recuerda el declarante que escucharon el ruido de la celda cuando lo sacan, así como, posteriormente, el del encendido de motor de los autos o del rodado afuera. Pasados unos días , el detenido Néstor Medina es sacado de la cárcel encapuchado, más bien dicho le vendan los ojos, según sus propios sentimientos expresándole él, que no pudo ver a quienes los trasladaron debido a que iba en esa condición es decir encapuchado o vendado. Dijo también que lo llevaron a un auto. Relata que tras muchas vueltas y traspaso de vehículo, ya que según lo relató, fue bajado del primer auto y a golpes metido en otro, hasta que llega a una casa donde es sometido a tortura -picana eléctrica- durante un día. Dijo, además, que le preguntaban sobre Savranski (una de las víctimas de Palomitas) y si acaso los demás detenidos planeaban alguna fuga y en su caso quien era el cabecilla de eso. Aclara que a esa altura Savranski ya estaba muerto. Que dijo que se cuidaron mucho de no dejar las marcas. Que no pudo precisar quienes fueron las personas que lo apremiaron. Que le preguntaban acerca de su relación con Savranski, la ideología de este y particularmente sobre el intento de fuga. Que el declarante estima que Medina fue sacado del penal por tratarse de una persona con carácter fuerte”.

 

 

Porque claro, ya que hablamos especialmente a la juventud, que puede desconocer algunos aspectos de la historia, en la dictadura “pensar” o “tener carácter fuerte”, era seguramente, una marca que destinaba a los pensantes al secuestro, la tortura o la desaparición. Hoy, con todo lo que le falta mejorar a nuestro sistema democrático, se piensa, se debate, se discute y se definen posiciones.  

Por eso celebramos también que haya ejemplos como el del Colegio Secundario 5050 de Vaqueros, donde este martes docentes y estudiantes realizaron una jornada por la memoria. Están pidiendo, además, que la escuela se llame "Memoria, Verdad y Justicia". 

Celia Raquel Leonard de Ávila, Leonardo Benjamín Ávila, Georgina Droz, Evangelina Botta, María del Carmen “Chicha” Alonso, María Amarú Luque de Usinger, Rodolfo Usinger, Roberto Oglietti, José Víctor Povolo, Alberto Simón Savransky y Pablo Eliseo Outes fueron fusilados a la altura del paraje Las Pichanas de Palomitas

Y esta tarde, en ese lugar de la ruta nacional 34, se leerá el documento que firma Emiliano Nicolai, el hijo de Evangelina Botta, quien le dedicó a Lona las siguientes líneas: "Así entonces, señor juez de las tinieblas, ante su partida le deseamos que nunca más pueda descansar en paz, porque así se lo merece y ante la ausencia de la ley por usted ignorada, nuestra presencia indiscutible en la memoria revolucionaria del pueblo”.

Finalmente Lona recibió condenas: como partícipe secundario del secuestro y homicidio del exgobernador constitucional Miguel Ragone y por encubrimiento y prevaricato y entre idas y vueltas, debía ser juzgado nuevamente. Pero nunca fue a una cárcel común ni fue a juicio por su ineludible participación en la Masacre de Palomitas y delitos cometidos en perjuicio de otras 78 personas.

La Red de Derechos Humanos sigue exigiendo la apertura de todos los archivos del terrorismo de Estado desde 1974 a 1983, se ha pronunciado contra las domiciliarias y excarcelaciones a genocidas para los que exigió cárcel común, perpetua y efectiva y sostiene el reclamo por la restitución de la identidad a más de 400 jóvenes que fueron apropiados siendo bebés; por la preservación de los Sitios de Memoria, y la continuidad del rescate e identificación de los detenidos desaparecidos en enterratorios clandestinos. 

Y suma el pedido de "#MemoriaVerdadyJusticia por les 400 Compañeres LGBTIQ+ Desaparecidxs durante el terrorismo de Estado".

Aprender y no olvidar, es parte de la reconstrucción histórica que nos debemos como sociedad, sin soslayar que la dictadura no fue solo militar: hubo civiles y especialmente jueces y funcionarios judiciales que abonaron el terror con sus decisiones y omisiones. Si aprendemos y no olvidamos, sabremos detectar mejor quiénes siguen sosteniendo que las prácticas aberrantes impulsadas por el Plan Cóndor, estuvieron bien. Y a esta altura de las cosas, el “algo habrán hecho”, resulta una provocación

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