La quietud sepulcral de los políticos

Que pasa con las instituciones argentinas y salteñas? Pareciera que no son capaces de resolver los problemas que tiene la comunidad y que impiden el ascenso social, el estudio, una buena salud, la seguridad, el trabajo digno, nuestra inserción en el mundo.En fin el orgullo de ser argentinos y de ser salteños.

Opinión25/08/2020 Santos Jacinto Dávalos

argentinos

A las instituciones las crea y las conduce la dirigencia política. Evidentemente hemos fracasado, pues desde 1983 a la fecha, se deterioran año a año todos los índices socioeconómicos. Cada vez somos menos importantes en la escena mundial. Un último informe destaca que Argentina es el país más miserable, solamente detrás de Venezuela. Cada vez la riqueza se concentra en pocas manos, no solo entre nosotros sino también a nivel mundial. Un estudio de la Universidad Católica Argentina, que efectúa mediciones en forma constante, afirma que el 70% de los niños y jóvenes de la Argentina son pobres. Muchísimas familias, en especial en los pueblos originarios, no pueden dar a sus niños la alimentación que les garantice un crecimiento corporal y cerebral adecuado.

Pero tenemos materia gris. Premios Nobel;  construímos satelites que aportan información de relevancia mundial; utilizamos microsatélites con igual cobertura; empresas argentinas se transformaron en multinacionales, como Techint, Arcor ,  Mercado Libre y muchas otras. Literatos como Borges y Cortázar gozan de prestigio mundial. Nuestra técnica agropecuaria es de excelencia y es copiada por muchos países en el mundo. La agroindustria es de avanzada. Tenemos expertos en utilización pacífica de la energía atómica y también de las energías alternativas. Estamos creando vacunas contra el virus. Desarrollamos métodos argentinos para la lucha anti pandemia. Favaloro tiene todavía reconocimiento mundial. Físicos y matemáticos de relevancia universal; Entre nosotros el Profesor Córdoba llenó de salteños el Instituto Balseiro. Pero solo nos conocen por Messi y Maradona.

Esto significa que el problema está en nosotros los políticos. Los que creamos y conducimos las instituciones que nos gobiernan. Hemos dejado de mirar diez, veinte o treinta años en adelante. Hemos dejado de planificar y nuestro Presidente no cree en los planes. Nos hemos transformado en busca votos, guiados por encuestas. Hemos dejado de ser estadistas. Nos interesan más las cosas que los valores. Hemos dejado de ser ejemplos dignos de ser imitados. El que no aprovecha el aparato del Estado para enriquecerse es un opa. Discépolo sigue siendo actual;” El que no afana es un gil”

Los salteños, muy especialmente hemos dejado de plantearnos metas nuevas, dejando atrás vetustos aparatos políticos. El mundo cambia a velocidades sorprendentes y nosotros no estamos a la altura de esos cambios. Hemos permitido que los cerros nos tapen la sensación de distancia. Nos hemos acostumbrado a la gambeta corta, con un absoluto desconocimiento del tablero mundial. La corrupción genética entre nosotros, la falta de capacitación y la pequeñez de miras nos condenan al atraso, la oscuridad y la pobreza. Muchas veces pienso que la educación elemental que recibimos es para mantenernos incultos y pobres, para ser objetos del clientelismo, que es la garantía del éxito político. Una vez soñé que San Martín, Belgrano, Guemes y Moreno renacían y nos tomaban examen a los políticos actuales. No solo nos aplazaron sino que nos molieron a palos.

Tenemos una anomia institucional grave. Cada vez que se daba un golpe de Estado se cambiaba la Suprema Corte de Justicia. Y cada vez que se recuperaba la democracia se volvía a cambiar la Corte. Nuestra Justicia debiera estar en una especie de altar, pero está sumida en el barro, sospechada, ineficiente, descreída. Nueve de cada diez argentinos la conceptúa de mal modo. Sin duda la Justicia necesita una reforma. Algunas  como fijar el número de integrantes de la Corte 

en la Constitución y otras de tipo legal. Pero esta reforma tiene sus tiempos. No puede tratarse cuando los ciudadanos están en sus casas acuartelados por la pandemia. Es tomar una ventaja inmoral. Más aun cuando los argentinos creemos que esta reforma tiene nombre y apellido. La embestida contra el Procurador General interino Casal, contra los camaristas Brugia y Bertuzzi y aun contra simples defensores, confirman la validez de la sospecha. El Presidente debiera esperar volver a la normalidad y abrir un debate amplio. Y escuchar la opinión de su comunidad.  Todavía estamos a tiempo de hacerlo. La ineficiencia y las sospechas de corrupción son de larga data. Esperar un año no agrava la situación.

Los argentinos que salieron a la calle para protestar contra esta reforma judicial, sabiendo que pueden enfermarse, no son la derecha, ni representan a los partidos políticos, a pesar de que algunos vivos se quisieron montar en un caballo ajeno. Es la clase media. Es la que procesa información. La que desea un educación de primer nivel y trabaja duramente para lograrlo. Todos los disconformes apoyaron al Presidente en las primeras medidas severas de la lucha contra el virus. Y estoy seguro que van a apoyar las medidas creativas, prudentes, consensuadas, pues creen que el éxito del Presidente es bueno para los argentinos.

Señor Presidente: gobierne para todos los argentinos. Ud. se desempeñó en cargos relevantes y salió sin una mancha. Sabemos que para recuperarnos tendremos que esforzarnos y aun sacrificarnos. El mayor aporte lo deben realizar los mejor posicionados económicamente. Pero debe ser parejo. Tenemos la sensación que solo está gobernando para sus votantes. Sea un estadista.

Si la reforma judicial y aún el aumento de los jueces de Corte surge de un debate abierto y del consenso, todos sentiremos que la reforma es nuestra también. No tome decisiones desde la oscuridad de un pequeño cuartito. Abra las puertas y las ventanas de la Casa Rosada para escuchar la voz del pueblo. Una Argentina más justa y más próspera es posible.

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