Debate

También se puede echar mano a la cuestión de los tercios para referirse a lo que rodeó a este encuentro inaugural.

La ciudadanía se dividió entre los que vieron en parte o totalmente la confrontación; los que no lo hicieron por variadas razones, especialmente porque optaron por las tradicionales programas deportivos de los domingos ocupados en el mayor clásico del fútbol argentino y los que ni siquiera tienen interés en estas cuestiones, por lo que no están enterados de este debate que tiene pendiente otra instancia, que se cumplirá el domingo 8 de octubre.  De todas maneras y más allá de la preocupación por los resultados, nada asegura que todos los electores que la tienen, cumplan con la obligación de ir a votar.

Un primer dato netamente positivo es que los cinco candidatos concurrieron al debate que es obligatorio y tiene sanciones para quienes no respondan a la convocatoria. La actitud de estos políticos mostró la predisposición con la que se prestaron a exponer, ante un número significativo de argentinos –que quizás se pueda contar por millones- sus propuestas, que pueden ser interpretadas como meras intenciones o como pretensiones, incluso personales.  Javier Milei, de La Libertad Avanza; Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio; Sergio Massa, de Unión por la Patria; Juan Schiaretti, de Hacemos por Nuestro País; y Myriam Bregman, del Frente de Izquierda Unidad, se colocaron cara a cara para hacer su aporte a la toma de una decisión fundamental para el país y llevarse su tajada, convenciendo a los electores.

La Cámara Electoral Nacional puso extremo cuidado en esta puesta exigida por ley, que prevé la intervención de una comisión de personalidades destacadas en distintas actividades, para cuya primera instancia se determinaron tres temas de indiscutida importancia: Economía, Educación y Derechos Humanos y Convivencia Democrática.

También hubo una oportunidad para que de manera directa los cinco candidatos se planteen preguntas y, finalmente, le pidan su voto al ciudadano.

A nadie le fue mal si de lo que se trata es de señalar comportamientos inadecuados. Moderados, prudentes, los candidatos se allanaron a las reglas de juego. Pero seguramente nadie podría afirmar  que les fue bien, excepto quienes ya tienen una definición o al menos un aproximado posicionamiento.  En materia económica hubo muchos lugares comunes y pocas definiciones claras para una población que vive a diario la angustia de la incertidumbre.

Pero quedó claro, por la intensidad del intercambio entre los candidatos, que hay una clara conciencia que es un tema a resolver más pronto que tarde. La educación no mereció consideraciones fuera de la ratificación de que es una cuestión fundacional de cualquier proyecto de país, expresada en las propuestas de cada uno o en las críticas a la de los otros, especialmente a cualquier intención de sustraerla de su condición de pública y gratuita como único mecanismo para facilitar el acceso.

Un punto alto fue el referido a la convivencia democrática, que iba aparejada a la cuestión de los derechos humanos. A todas luces es esencial para un país que este año está celebrando cuatro décadas de continuidad de un sistema que en el mundo y desde el fondo de la historia de la humanidad se muestra como el mejor, aun siendo perfectible. Por eso para el candidato del oficialismo fue el momento oportuno para plantear la necesidad de gobernar con un gran acuerdo nacional, una propuesta que merece mayores consideraciones y, especialmente, un abordaje por fuera del electoralismo. Pero es cierto que es una temática que no deja de lado una de las tragedias de la vida institucional, que permitió cerrar medio siglo de golpes de Estado.

Pareciera que se dijo mucho y también hay quienes sienten que quedó poco. Nadie sorprendió porque siguen siendo los mismos sectores los que desde iguales posiciones ensayan novedosas formas de plantear lo mismo. De todas maneras, la decisión está en manos del que todos llaman el hombre común.

Salta, 02 de octubre de 2023