Caducó
El brutal asesinato a Fernando Báez Sosa interpela como sociedad a todos los argentinos, no es un caso más, es una de esas historias emblemáticas que marcan un antes y un después en la historia de una comunidad. La historia que estremece, la frialdad que mata. La gente clama Justicia.
No es un caso más. Es un caso macabro, deshonesto, que marca diferencias, un caso que afecta de tal manera y atraviesa las entrañas de padres, hijos, hermanos, abuelas y tíos, porque podría ocurrirle a cualquiera, a él, a ella, a usted, o a mí. Fue tan cruel el asesinato que cualquiera de nuestros hijos podría estar involucrado en una situación de tal injusticia y desigualdad, con la cobardía de atacarlo por la espalda, por atrás, sin que Fernando se pudiera defender y dejándolo sin reacción en el piso por el tenor de las patadas y golpes que le perpetraron con “odio, saña, hasta matarlo”, como relataron los amigos del joven víctima y otros testigos. Un ataque cobarde por la espalda, con alevosía, sin posibilidad de defenderse, la víctima en estado de indefensión ante ocho atacantes que bloquearon a cualquiera que quisiera defender a esa persona que segundos después, perdiera la vida.
“Me lo voy a llevar de trofeo”, dijo Máximo Thomsen está señalado por la justicia como quien le dio la patada mortal en la cabeza a Fernando cuando estaba "de rodillas sobre el suelo" y suplicó clemencia.
Estos jóvenes parecen creerse superiores, ya que incluso al finalizar el juicio y dedicar unas palabras teatralizadas y preparadas. Pidieron disculpas a la familia, pero sin un signo de humanidad. No entendieron nada. Mataron a un joven con todo un porvenir por delante.
La realidad muestra que los que están en inferioridad de condiciones mentales y emocionales, son ellos. Los presuntamente “superiores”. Si, superiores en maldad, en ensañamiento, en pensar la estrategia para ocasionar mayor daño, para matar, para aniquilar, sin piedad. Porque Fernando suplicó piedad y lo mataron sin miramiento humano.
Cuando planteo que este caso interpela a la sociedad me refiero a que expone lo que hay, lo que es, lo que hay que cambiar. Esto no puede ocurrir otra vez. Que haya ocurrido ya es una catástrofe, porque si hay jóvenes que piensan y actúan como estos asesinos , el futuro del país está complicado.
Este es un tema social y político, que podría considerarse una cuestión de Estado por el nivel de angustia y conmoción que generó en la ciudadanía. Mientras existan diferencias de oportunidades para unos y otros, los políticos, funcionarios, empresarios, empleados, todos somos un poco responsables de lo que ocurrió esa fatídica noche. Cada uno desde su lugar es responsable de generar diferencias, dificultades para acceder a estudiar, a trabajar, o … de generar posibilidades. Ese cuestionamiento interpela a cada ciudadano, ocupe el lugar que ocupe. Esto no puede suceder. En un país con posibilidades para todos, estas supuestas diferencias se erradican …
La familia argentina es la célula de la que parte todo. Si hay manzanas podridas se reflejará más tarde o más temprano.
Ayer se conoció la sentencia del Tribunal Oral y de los ocho, cinco fueron condenados a prisión perpetua, Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli y Luciano Pertossi, por homicidio doblemente agravado, alevosía y premeditación. Otros tres recibieron una pena de 15 años de prisión, por participación secundaria a Blas Cinalli , Ayrton Viollaz y Lucas Pertossi.
“Se hizo un poquito de paz en mi corazón, se hizo justicia”, dijo la madre de Fernando
Fernando Burlando quien lidera la defensa, la querella, aseguró que recurrirá a Casación porque están convencidos de que todos mataron a Fernando y planificaron la muerte. La fiscalía también recurrirá el fallo.
¿Que nos sucede como sociedad? Lo mismo ocurrió en el caso de Lucio Dupuy, un hecho tan inhumano que no habrá tribunal que pueda impartir justicia a ese niñito abusado, violado, golpeado hasta la muerta más ingrata. También sin poder defenderse.
Este caso demuestra con mayor dureza, cómo falló el tejido social. Porque los maestros, los médicos, los jueces y fiscales como defensores de menores que intervinieron, nada hicieron. Ninguno de ellos advirtió la violencia psicológica y física de la que era víctima un niño sin poder defenderse. Ninguno alzó la voz por Lucio, salvo su abuelo y su padre. Pero la jueza, Ana Clara Pérez Ballester, hija de un camarista y hoy acusada por mal desempeño, le otorgó la tenencia a la madre, en manos de quien muere cruelmente.
A ese tejido social me refiero que no está funcionando como debe, y si no funciona ocurre lo que nos genere tanto estremecer. La fracción del tejido social mata, la indiferencia mata, la cobardía mata.
Lucio y Fernando pueden ser su hijos o los míos, no nos quedemos de brazos cruzados. Ninguno de ellos caducó, esto recién empieza y le debemos honor a Lucio y Fernando. Ninguno de estos casos debió ocurrir nunca, la sociedad está fragmentada y debemos trabajar en ello. Incluso con condenas a cadena perpetua la justicia no hace justicia. Nada ni nadie devolverán a Lucio y a Fernando.
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