La política del sectarismo
El reciente atentado contra la vicepresidenta, ha provocado saludables expresiones de condena de la mayoría de la sociedad y de los principales referentes de la oposición.
Pero esta manifestación colectiva de repudio, ha sido empañada, por mezquinas y desubicadas expresiones vertidas por integrantes del gobierno y del frente que lo sustenta.
Ello ocurrió, cuando se trató con total ligereza e hipocresía, de imputar ese ignominioso hecho a sectores de la oposición, al periodismo y a la propia justicia.
Esto último naturalmente, enderezado a reforzar la dura embestida que el kirchnerismo lleva a cabo contra el poder judicial y la propia Corte de Justicia, con el claro y único propósito de tratar de intimidar a los jueces que tienen a su cargo, los procesos que por corrupción, se siguen a Cristina.
Y esto, se lleva a cabo con tal desparpajo, que se pretende ocultar hechos recientes de nuestra vida política o, peor aun, pone de manifiesto, la total ignorancia de quienes nos gobiernan.
Es así que, cuando el importante dirigente de La Cámpora y a la vez, Ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, el conocido Cuervo Larroque, dice sin pudor alguno, que nunca se registró en la Argentina que alguien, haya pretendido eliminar físicamente a su oponente, demuestra que nunca en su vida, leyó un libro de historia.
De lo contrario, se habría enterado de los atentados perpetrados contra la vida de los ex presidentes Sarmiento en 1973, Roca en 1886, Manuel Quintana en 1905, Figueroa Alcorta en 1907, Victorino de la Plaza en 1916, Hipólito Yrigoyen en 1929, Perón en 1955, Alfonsín en 1991 y Macri en 2016.
Peor aún, pasa por alto, los tremendos episodios sangrientos acaecidos en las décadas del setenta y el ochenta.
O más reciente todavía, el homicidio, así declarado por la justicia en fallo firme de segunda instancia, del fiscal Nisman.
Es que lo que hoy hemos dado en denominar la grieta, que representa la división y el enfrentamiento frontal entre sectores de nuestra sociedad, ha existido desde los orígenes mismos de nuestra nación y lamentablemente, subsiste hasta hoy.
Fue antes, entre saavedristas y morenistas, unitarios y federales, con fusilamientos y degollamientos mediante, conservadores y radicales en elecciones que muchas veces terminaban a los tiros, peronistas y antiperonistas con persecuciones y agresiones físicas y hoy, entre kirchneristas y antikirchneristas.
En todas esas ocasiones, hubo siempre penosos episodios de violencia física o institucional, de parte de uno u otro bando.
Entre tantos ejemplos que podrían ilustrarnos al respecto, vale recordar lo ocurrido el 29 de septiembre de 1949, cuando en el Congreso, la mayoría del oficialismo de ese entonces, le quitó los fueros al diputado nacional y líder radical Ricardo Balbín, a quien un juez, acusaba de haber incurrido en desacato al presidente Perón, con motivo de un discurso que pronunciara, por lo cual lo había condenado a cinco años de prisión y, de ese modo, se permitió detenerlo en el preciso momento en que emitía su voto, siendo Balbin candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, para ser encerrado en la cárcel de Olmos.
En aquella época, aún no se había inventado el término lawfare al cual hoy se apela tanto.
Luego, la historia siguió su curso y durante veintiún años, se sucedieron los desencuentros, abusos de poder y golpes de estado, proscripciones y violencia.
Pero dos días después de que el 17 de noviembre de 1972, luego de diecisiete años de exilio, Perón volvió al país, fue visitado por Balbin, en un intento por demostrar que en política, no deberia haber enemigos, sino rivales.
Lamentablemente, no todos lo entendieron así y surgieron quienes creyendo que empuñando las armas, construirían un país mejor, tratando de eliminar, a todo aquel que pensara distinto.
En estas horas, ese pasado se hace presente, creando una polarización extrema que, con las continuas referencias al odio, no hacen más que ahondar la división extrema de la sociedad.
Por ese camino, la Argentina, está cada vez más cerca de una fragmentación catastrófica, si es que crecen las posturas que designan al otro como el violento o el odiador.
Es responsabilidad del conjunto de la dirigencia política, dejar de lado las sobreactuaciones ideológicas y moderar el discurso, para dedicarse a debatir ideas racionalmente evitando así, que continúe ahondándose el escepticismo de la gente.
La falta de acuerdos básicos, y de propuestas serias y bien fundamentadas, alejan a los ciudadanos de la política y la democracia, parece quedar presa del sectarismo y las disputas acérrimas de siempre.
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