Apatía
Este domingo se celebrarán las elecciones provinciales, para renovar la mitad de bancas de las cámaras de Senadores y de Diputados, las de todos los concejos deliberantes de la provincia y el intendente de Aguaray.
Lo cierto es que en Salta, y según los consultores políticos con los que hablamos, no solo hay desinterés y apatía, sino mucha desinformación en el electorado. Pero ¿a quién beneficia la apatía y baja concurrencia a las urnas? Vamos a hablar un poco especialmente, sobre la apatía política juvenil que desató la pandemia y la propia dirigencia.
En Salta, solo el 20 % del electorado consultado, sabe que este domingo se elegirán convencionales constituyentes y que será reformada nuestra ley más importante, la Constitución de la Provincia. El porcentaje de indecisos es tan alto, que no se advertían estos niveles desde 2015 y solo el 35 % de las personas consultadas, entiende la diferencia entre el voto por categorías o lista completa. Por supuesto, en la pantalla, la ventaja la tienen las y los candidatos a senadores, pues aparecen en primer lugar.
Tomamos interesantes datos de Tiempo Argentino, en las que se destaca la decepción en los sectores juveniles de todo el país, con respecto de la política. La atribuyen a que el Covid-19 los relegó en las políticas públicas que se centraron en salvar a los adultos mayores. Y por supuesto, abonan el crecimiento de la extrema derecha y la indecisión para la próxima elección.
Es que el voto de la juventud debería ser un desafío para las principales fuerzas políticas que advierten que estos sectores engrosan el voto indeciso. Sin embargo, en el último año hubo un crecimiento en la adhesión hacia los partidos libertarios. El segmento analizado es el que va de los 16 a los 29 años.
La directora de Comunicación de Analogías, Marina Acosta, indicó que el voto joven es un desafío “porque está bastante distanciado y con un set de demandas relacionadas fundamentalmente con la situación socio-ocupacional”. “Se encuentran angustiados por la crisis, en especial las mujeres, que tienen peores indicadores, es muy notorio. La pandemia profundizó el deterioro y, naturalmente, al no ver resueltas sus demandas con el gobierno buena parte de ellos está requiriendo un plus de gestión estatal y política. Necesitan retomar y reordenar la noción de futuro, que está desestructurada”, explicó la doctora en Ciencias Sociales.
El sociólogo e investigador del Conicet y Clacso Pablo Vommaro sostuvo que existe una cierta dispersión y atomización del voto juvenil que no es ajena a lo que pasa en la sociedad. “Las juventudes expresan un emergente social. Hay cierta incertidumbre y mucho desconcierto vinculado con la pandemia, no solo con la cuestión político-partidaria”, afirmó.
Por su parte, el sociólogo del Conicet y de la Universidad de Mar del Plata, Pablo Molina Derteano, opinó que los jóvenes fueron atravesados por un proceso de estigmatización durante la pandemia. “Cuando se habló de la cuarentena, los jóvenes aparecían como los que la rompían, los que se juntaban, los que estaban sufriendo un ahogo tremendo. Se produjo un escenario que los desplazó de cierto protagonismo en las políticas. En lugar de que la pregunta sea cómo logramos que los jóvenes tengan trabajo, pasamos a cómo logramos que los adultos mayores no se mueran. Hubo un desplazamiento que se unió con la estigmatización de que los jóvenes rompían con la cuarentena porque no podían controlarse. La pandemia trastocó y los relegó de cierto centro en el que podían estar cuando la problemática económica podía ser cuál era el futuro de los jóvenes, el trabajo. Se pasó de pensar cómo ponemos en marcha de nuevo el aparato productivo e incorporamos a los jóvenes a decir: tenemos que parar todo, ¿cómo sostenemos esto? Pasamos al IFE y otras iniciativas que son de sostenimiento y no tan hacia el futuro, que no los interpela tan directamente”, afirmó el profesor de la UBA.
La directora de la consultora Trespuntozero, Shila Vilker, detectó dos nuevas clasificaciones de juventudes. Distingue un ordenamiento según una cuádruple caracterización, las dos tradicionales, a las que se les suman grupos “libertarios” y “progres”. “Por un lado, están los jóvenes más cercanos al mundo libertario, que los llamamos antisistema, que es un universo predominantemente masculino. Hay un segundo segmento caracterizado como “progres” porque tienen compromisos fuertes con las causas progresistas y del mundo por venir. Tienen más conciencia y compromiso con la ecología, el feminismo, el veganismo, tienen una matriz ecológica. Ambos representan segmentos nuevos. Los antisistemas están convocados más por los libertarios, los progres están un poquito más cercanos a un mundo oficialista nacional, pero no tienen identidades políticas fuertes, no se casan con nada, es como un compromiso mayor con las causas que con los espacios políticos. No se ponen ninguna camiseta excepto la de la causa”, explicó.
Además, detalló que hay una tercera clasificación: “jóvenes viejos”. Ahí entra muy fuerte la idea de progreso, tienen como aspiración la idea de poder hacer lo mismo que hicieron sus padres y al mismo tiempo lo ven como una dificultad. Ven una vida espejada en la de sus padres, pero tienen poca confianza en que lo van a poder lograr”.
La cuarta categoría son los “ni”: “Los llamamos así porque no tienen interés ni en la política ni tampoco tienen confianza en sus propias capacidades para encarar el futuro. Si los anteriores eran pesimistas, estos lo son aún más. Es un grupo muy difícil de ser interpelado”, explicó Vilker.
En conclusión, si los espacios políticos nacionales y locales, no convencen de asistir a las urnas a los jóvenes, que históricamente fueron los revolucionarios y militantes de los partidos, es muy probable que esa apatía reflejada en el gran ausentismo que se espera, beneficie al oficialismo local en toda la provincia y a la derecha, en Capital. Y si a la clase política no le conmueve tener más electores, habrá que pensar cuánto poder quieren arrogarse y cuánto terminarán decidiendo por quienes no voten. Esta es una campaña con pocas propuestas y mucha agresión, pero el voto es nuestro derecho a expresarnos a favor o no de las políticas públicas vigentes y la necesidad de control de los gobiernos provincial y municipales. Lo mejor que puede pasarnos, es no ceder ese derecho.
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