Opinión Mario Ernesto Peña 18/08/2020

Cuando la queja es anarquía

Hay que aguardase en casa, porque la situación sanitaria se está complicando más; se va notando un avance del coronavirus y se lo percibe cada vez más cercano al entorno personal.

Ya lo decía la semana pasada: -¡Ojo, que las balas están picando cerca! y nadie puede descuidarse. Me dijeron que un empleado del Corralón El Amigo dio Covid positivo y tuvieron que cerrar. Hubo versiones sobre el Club 20 de Febrero, en el que hubo un gran movimiento porque alguien estaba contagiado. Ahora me dicen que el gerente de Canal 11, Sebastián Cornejo, está con el mismo problema. 

La idea no es crear pánico, pero son cosas que a uno lo van asustando porque las conoce. Parece que el Covid  19 está llegando a todos lados. Si bien se están dando avances en las vacunas, y que están de alguna manera funcionando, su desarrollo pleno va a tardar mucho. 

Y en ese marco, en Salta se realizó una marcha al igual que en otros puntos del país. En su transcurso se vieron cosas muy locas como el abrazo de los diputados nacionales Miguel Nanni y Martín Grande, por ejemplo. No sé qué pretendía la marcha, realmente. Ceo que la protesta era por la reforma judicial pero eso de quejarse por quejarse, no me cierra.

Hay cuestiones que no parecieran tener solución aunque alguna seguro debe tener. Un caso es la lucha contra el virus y la necesidad que la gente pueda juntarse con familia. A mí me llamaron la atención declaraciones del vicegobernador, Antonio Marocco, señalando que se tienen que reestablecer las conexiones familiares, que tienen que volver las reuniones familiares. Pero cuestiones de esta naturaleza deben analizarse en el contexto que las rodea.

Deben atenderse todas las opiniones pero dejando en claro dónde  vamos a ir a parar; la verdad que no lo sé y los gobernantes tampoco lo saben. Por un lado el Gobernador pide que todos se   cuiden, se queden en la casa. Pero a quienes piden ese respeto, los tildan de tiranos, que te quieren tener preso en tu casa. O como dice Lilita Carrió, se promueve que nos alejemos de la familia, que no tengamos familia.

En verdad, creo que todos estamos desorientados y no sabemos para qué lado ir. Es cierto que a algunos todo colectivo le queda bien, pero hay que ver a dónde lleva ese colectivo porque si va contra la política, estamos en el horno. Y si con cualquier elemento o hecho se pueden hacer políticas, aparece el riesgo -como ocurrió en los últimos cuatro años- que el país quede en una situación espantosa. Más aún, aprovechar una marcha de protesta para hacer política, es realmente rastrero.

Es lo que hizo la un hombre que fue presidente y hoy ni conduce su partido, porque en ese lugar está la señora Patricia Bullrich, al afirmar que después de esa manifestación puede ser que su sector logre más del 41% de votos en una elección. Especular electoralmente en estas circunstancias es muy bajo y muestra la bajeza de ese hombre. 

Soy respetuoso de la política y de los pensamientos individuales; cada uno tiene derecho a ser lo que no perjudique al otro también. Pero la Marcha del 17A, trae una serie de perjuicios que van en desmedro de otros. Por ejemplo, aquel que el lunes participó de un encuentro con otras personas sin respetar el distanciamiento social porque con esa actitud muestra su protesta  y pide  que vaya en cana la vicepresidente, está bien. Sin embargo, hay mucha gente que no tiene ese comportamiento ni adhiere a protesta alguna pero por lo que los otros hicieron enfrentan hoy el riesgo de contagio. Eso se verá en las urnas. 

Que la vicepresidenta vaya presa o que  deje el poder, hay que ganárselo en las elecciones. Yo no soy cristinista, pero hay que respetar las instituciones. Somos 44 millones de argentinos, no sé cuántos se habrán manifestado ayer, ¿el resto donde está? Los que nos fuimos a la marcha, ¿somos cristinistas? Los que van a  al marcha, ¿son todos del PRO?. Yo no soy cristinista ni del PRO; por eso no voy a marchas y me quedo en mi casa, en una actitud de prevención y acatando lo que ordenan las normas vinculadas a la emergencia sanitaria. 

Queremos tener nuestra propia justicia, nuestra propia salud y manejarnos cada uno a nuestro antojo. Y eso, en un país organizado, no es posible. Eso es anarquía

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