¿Cosas o valores? ¡O valores y cosas!
Hace muchos años, me encontré con un norteamericano de EE.UU. Nos tomamos unos tragos y cuando habíamos entrado en confianza me contó que a fin de año lo ascendían en la empresa en la que trabajaba y que iba a cambiar de vecindario, cambiar de club y cambiar de amigos.
Sorprendido le pregunté cómo era cambiar de amigos. Y me explicó que al mejorar su nivel socio-económico, los amigos de antes no eran útiles y que tenía que buscar amigos de su mismo espacio.
Esa persona representaba un sistema que privilegiaba la propiedad o tenencia de las cosas por encima de los valores. La amistad, las relaciones de vecindad – no le pregunté por las relaciones de familia- son solo un peldaño que le permite trepar. Y en cada nuevo escalón todo debe adecuarse a su nueva situación.
Lamentablemente ese pensamiento se ha colado de contrabando entre nosotros a través del televisor. Es privilegiar las cosas por encima de valores como la amistad. Lo importante es el éxito se consiga como se consiga.
En el vecindario en que crecí- mi barrio- mis amigos eran hijos de prósperos comerciantes o de profesionales, y también hijos de los empleados de los comerciantes y profesionales. Algunos eran criados, el servicio doméstico de entonces. Pero nunca existió entre nosotros diferencias de clase, de color, de religión o de nacionalidad. No era raro que un juego de pelota se transformara en una pelea, y que los contendientes sean el hijo del patrón y el hijo del empleado. Pero no sufría ninguna consecuencia el hijo del empleado, aunque ganara la pelea. Los que los rodeábamos, luego de concluída la trifulca exigíamos que se den la mano. Éramos realmente amigos. Con el tiempo nos fuimos separando. Y los niños de entonces se transformaron en profesionales, empresarios o simples empleados. Hasta que nos entró la nostalgia y volvimos a reunirnos cada seis meses. Y como cuando éramos jóvenes, no existió entre nosotros ninguna diferencia entre los que tuvieron éxito en la vida y los que se quedaron. Somos cada vez menos, pero continuamos reuniéndonos.
Luego nos tocó hacer el servicio militar a los veinte años (el guardapolvo y el servicio militar eran los grandes igualadores) en Jujuy. Éramos Aspirantes a Oficiales de Reserva. Pero también integraban la compañía soldados. Y allí todos fuimos iguales. Cuando el cabo Gómez nos llevaba a la caballeriza – un pito cuerpo a tierra dos pítos carrera march- se revolcaba entre la mugre tanto el rico como el pobre. Como es natural nos hicimos amigos. Distintos grupos pero en general amigos. Sesenta años después nos seguimos reuniendo evocando las mismas anécdotas y escuchando a los mismos cantores y recitadores. Somos amigos.
Y así ocurrió con los exalumnos de la Escuela Mariano Cabezón y más esporádicamente con los exalumnos del Colegio Nacional.
Casi al final de nuestras vidas, reflexionando entre nosotros, nos dimos cuenta que el afianzamiento de nuestra amistad, con reuniones periódicas, era nuestra defensa, contra una tentativa externa que privilegia las cosas por sobre los valores. Comprendimos también de que nuestra amistad nos hacía mejores personas. Mis amigos de la Córdoba y Mendoza son mi orgullo, pues tanto mujeres como hombres son buenas personas. La justicia penal nunca se ocupó de ninguno de ellos.
La amistad es un valor tan importante como la honradez, la solidaridad, la ética. Está al mismo nivel que la familia. En la familia nos une la sangre. Y vaya que la sangre une. En la amistad nos une la voluntad. La familia nos da raíces. Y la amistad la consolida. No confundir con el amiguismo, que campea en la dirigencia salteña.
· A ninguno de nosotros se nos hubiese ocurrido cambiar de amigos. La vida nos ofrece nuevas amistades, como ocurrió en el Foro de Observación de la Calidad Institucional de Salta, pero las viejas amistades se incorporan genéticamente a nuestras existencias.
El norteamericano del comienzo privilegiaba las cosas por encima de los valores. Su nivel socioeconómico –las cosas- eran más importantes que los valores – la amistad. Ese hombre sostenía que los exitosos económicos eran bendecidos por Dios.
Cuando los amigos nos reunimos, cuando la familia se reúne, nos estamos defendiendo del ataque externo que quiere privilegiar las cosas. Es decir la riqueza, no importa como la hayan conseguido. Creo firmemente que la argentinidad depende de la defensa de los valores. Es muy importante quién sale en búsqueda de las cosas, porque necesitamos empresarios exitosos que no monopolicen ni corrompan ni sean corrompidos , porque dan trabajo, nos alimentan y permiten el crecimiento global. Necesitamos profesionales exitosos que nos curen, que nos defiendan, que nos enseñen, que nos cuiden, que nos alimenten y nos permitan progresar. Necesitamos científicos dotados de valores. Porqué hay científicos del mal. Los que crearon la bomba atómica, luego la de hidrógeno y otra aún más poderosa con que se amenazan Putin y Trump. Por ello para mí la opción no está entre las cosas o los valores. Creo que la elección correcta son los valores y las cosas. Al hablar de los valores no pregonamos la pobreza, ni menos la indigencia. Necesitamos que nuestros empresarios y profesionales busquen un mayor bienestar, pero respetando los valores.
La honestidad, la eficiencia, la transparencia y la actitud de servicio deben ser los valores que caracterizan a nuestra conducción política. Pero no es así. Ellos, en su gran mayoría, privilegian las cosas. Y mientras más ricos y ostentosos, mas importantes. Estos seres reciben el reconocimiento de muchísimos argentinos a los que no les importa el cómo, sino que lleguen. El día que aprendamos a repudiar la corrupción y escupamos al paso de los corruptos, estaremos en condiciones de elegir la probidad y la eficiencia para que nos conduzcan.
Todos, especialmente los jóvenes y niños, nos comunicamos por la redes. A veces en grupos pequeños y a veces son millones. En muchos casos sirvió para promover acciones malignas –como los grupos de pedófilos- y en otros para mejorar la defensa de la tierra, ayudar en casos de catástrofes, convocar a movilizaciones. Puede generar amistades. Pero la amistad que nos ayuda a ser mejores, más solidarios, más respetuosos de las normas de conducta es la amistad donde llegamos a comprender que el otro soy yo. Que mi amigo soy yo en otro cuero. Que unidos somos nosotros. Y que nosotros, unidos, organizados, respetando los valores, podremos llegar a comprender entre otras cosas, que respetar la tierra, la naturaleza es preservar nuestra propia vida. Pero además ser protagonistas en la búsqueda de una sociedad más justa, conducidas por personas honestas y eficientes. Que busquen un mundo más justo y cuya mayor recompensa es saber que se está sirviendo a su comunidad.
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