El fuero del nabo
El diputado nacional Emiliano Estrada se ampara en sus fueros para no declarar ante la justicia federal, en una causa donde dos de sus ex empleados ya fueron condenados.
Yo siempre lo dije, y hoy lo repito con la misma convicción: este hombre es un nabo. Lo fue cuando pretendió ser gobernador de la provincia, lo fue cuando fue ministro de Economía, y lo sigue siendo ahora con las actitudes que viene mostrando. Y lo digo con todas las letras, sin vueltas ni eufemismos: es un nabo.
Emiliano Estrada —porque de él estamos hablando— está hoy refugiado detrás de los fueros que le otorga su banca en el Congreso. Se escuda en ellos mientras un fiscal lo investiga en una causa en la que ya fueron juzgadas y condenadas dos personas, dos empleados de la Cámara de Diputados de la Nación que dependían directamente de él.
Uno de esos empleados, como se escuchó hace un momento, formaba parte del staff de la Cámara y cobraba su sueldo desde allí. Estrada los había llevado desde Salta, los hacía trabajar, les pagaba con fondos públicos, y cuando todo se descubrió, intentó protegerlos diciéndoles: “Esperen, vamos a ver cómo hacemos para zafar de esto.”
Pero los chicos, dos jóvenes diseñadores gráficos, creadores de contenido —profesionales de un rubro muy buscado hoy—, no tenían nada que ver con las maniobras del diputado. Fueron utilizados. Porque quien tenía el control de los sueldos y del dinero era Emiliano Estrada, el mismo que hoy intenta mostrarse como víctima de una supuesta persecución política.
Las consecuencias, como era de esperarse, las pagaron los más débiles. Esas dos personas ya enfrentaron la justicia, fueron condenadas y hoy arrastran las secuelas de ese proceso en una sociedad chica, donde todos se conocen. Tuvieron que declarar, ir a juicio, soportar la mirada pública.
Mientras tanto, el creador de todo este lío se ampara en los fueros. No se presenta ante el fiscal, no da explicaciones, y encima tiene el tupé de victimizarse. Dice que lo persiguen políticamente. No, señor. No lo persiguen políticamente: lo persiguen por nabo.
Porque lo único que tenía que hacer era ir, sentarse frente al fiscal y explicar. Nadie te iba a meter preso, Emiliano. Pero claro, cuando hay dinero público de por medio —dinero de la Cámara de Diputados de la Nación—, la cosa cambia. Si el fiscal confirma que se usaron fondos del Estado para pagar lo que no correspondía, ahí sí estamos hablando de una estafa al Estado nacional.
Por eso te escondés detrás de los fueros. Por eso gritás persecución política. Pero la verdad es otra, y vos lo sabés. No hay persecución, hay justicia. Y hay responsabilidad política y moral.
Por eso, y sin temor a equivocarme, ratifico lo que dije hace tiempo: Emiliano Estrada es, definitivamente, un nabo.
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