Los abogados y la Escuela Alberdi

Averigüé en el Colegio de Abogados si este año se realizará el acto. Me dijeron que no estaba en el programa de este año. Por lo que decidí asistir en soledad al acto.
Ubicado en el patio de la insigne Escuela Alberdi, mezclado entre alumnos y púbico, pude divisar a un sobrio representante, no del Colegio, sino de la Caja de Abogados, sacudida, como es notorio, por un penoso escándalo.
Me impresionó el espíritu patriótico exaltado por la presencia de ex combatientes de Malvinas, que eran -a su vez- egresados de la Escuela. Se entonaron himnos y se representaron escenas alusivas. Una maestra leyó un texto breve, muy bien pensado y mejor escrito. El tipo identitario, desde mi lugar de observación, era -como no- la cabellera unánimemente renegrida de chicos y chicas que están preparándose (a veces sin tener clara conciencia de ello) para la Gran Aventura de la Vida.
Hoy el Colegio de Abogados “está en otra”. Nosotros, en los 60, éramos parte de una generación que se auto proponía Hazañas épicas: Bregábamos (a estas alturas puedo decir que sin éxito) por forzar el nacimiento de un Hombre Nuevo, por las libertades, por derrocar a cuanta dictadura se nos cruzara por el camino.
El Colegio y sus Asambleas eran puno de encuentro y debates. El Colegio, bueno es recordarlo, fue un bastión en la lucha por la dignidad de nuestra profesión. Todo sucedía en precarias instalaciones de Belgrano y Sarmiento (que contrastan con la holgura de las actuales). Bastaría recordar a pasados presidentes como Osvaldo Camisar, Ricardo Reimundín o Gustavo Barbarán) para medir las diferencias con un presente burocrático y conformista.
Debates y homenajes eran compatibles con fiestas y bailes de los que salieron parejas ocasionales y parejas de larga duración. No eran tiempos de Fernet subsidiado sino de güisqui nacional, Trio Los Panchos y dialogo envolvente.