Un país inconfiable
La sociedad, vive angustiada por las tremendas dificultades económicas que debe soportar, que lejos de tender a solucionarse, se agravan cada vez más, lo que hace que se vislumbre con pesimismo, el futuro que nos aguarda.
Lo más preocupante, es que al frente del destino de nuestro país, se encuentra un gobierno parcelado, en el cual el presidente, ha sido en la práctica, vaciado de poder real, la vicepresidenta, si bien mantiene su conducción del sector más ideologizado y fundamentalista, ve como su imagen negativa se acrecienta y un ministro de economía que no es economista, pero que de hecho, se ha transformado en un primer ministro y que continua aplicando medidas aisladas, que no responden a ningún plan serio de estabilización, tratando solo de que la crisis final no estalle ahora, sino que quede como una herencia envenenada, para quien los suceda.
El desconcierto que todo esto provoca, se acrecienta cuando vemos como los valores fundamentales en los que siempre creímos, son desconocidos desde sectores del oficialismo cuando por ejemplo, se condena como un proceder xenófobo y represivo, el uso de la fuerza pública contra el brutal vandalismo de un sector violento que se identifica como supuesto mapuche y que, aunque lo fuera, se trata de un pueblo no originario de nuestro país sino de Chile, pero sin embargo, ningún organismo de derechos humanos, demostró el menor signo de preocupación, cuando esos grupos de encapuchados, quemaron y usurparon viviendas, atentando contra la vida de sus legítimos propietarios, llegando incluso a atacar e incendiar, durante la noche el puesto de vigilancia instalado por gendarmería.
Este fundamentalismo, busca generar fracturas en nuestro pueblo, a través de la falsa creación de supuestas víctimas, una técnica típica de todo populismo, desconociendo que en todo estado de derecho, tal como surge de nuestra Constitución Nacional, el principio de autoridad, encuadrado en límites normativos, es esencial para lograr que los ciudadanos convivamos ordenadamente y se respeten nuestros derechos fundamentales.
Estas nociones tan elementales, parecen estar ahora devaluadas en nuestro país, donde los malvivientes pretenden libertad a pesar de haber delinquido, los alumnos pretenden ser aprobados sin estudiar, los trabajadores pretenden jubilarse sin tener años de aportes, los sindicalistas desarrollan su actividad tomando fábricas o cortando las vías de circulación, o los estudiantes consideran que una forma válida de reclamar, es ocupar colegios.
Pero hay algo más grave aún, en este descomunal desmadre de valores que soportamos, y es que esos chicos, en muchos casos, cuentan con el apoyo de sus padres, quienes en forma descarada, avalan conductas institucional y socialmente condenables, avalando esa rebeldía inadmisible y profundizando un deterioro educativo que demandará años recomponer.
La Argentina, atraviesa una crisis cultural de enorme magnitud, que ha invertido la concepción que había respecto al principio de autoridad tanto en el ámbito institucional, como en el educativo y el familiar.
Todo esto, contribuye al debilitamiento de las bases fundamentales de un estado de derecho y por lo tanto, provoca descrédito ante otros países, lo cual no es gratuito, ya que incide negativamente en nuestro desarrollo económico, pues con ese proceder, ahuyentamos las inversiones que son necesarias para nuestro desarrollo y la consiguiente creación de fuentes de trabajo.
Esto se ve claramente reflejado en lo que se denomina riesgo país, que es un índice elaborado por organismos financieros internacionales, que permite que un eventual inversor, pueda conocer en qué países resulta conveniente o perjudicial ingresar fondos.
Hoy nuestro riesgo país, es lamentablemente uno de los más elevados del mundo y está estimado en dos mil seiscientos ochenta y tres puntos.
Para comprender lo que esto representa de negativo, hay que compararlo con el riesgo determinado para otros países, como es el caso de nuestros vecinos y así vemos que el de Brasil, es de solo doscientos cincuenta y nueve puntos, el de Perú de ciento sesenta y cinco, Paraguay doscientos veintitrés y Uruguay de apenas ciento veintidós.
Pero lo increíble y vergonzoso, es que hoy, el índice de riesgo país de Ucrania, es idéntico al nuestro, pues está fijado en dos mil seiscientos ochenta y seis puntos.
Vale decir que a los inversores, les resulta tan riesgoso, poner sus capitales en un país asolado por la guerra cruel desatada por el déspota ruso, que en un país gobernado por el kirchnerismo.
Vale la pena que reflexionemos sobre todo esto.
Te puede interesar
Guía
Se corrió el velo sobre el manejo de los recursos públicos durante 2026. Fueron expuestas las grandes líneas de lo que podría ser el primer presupuesto de un gobierno que va a ingresar en su tercer año de gestión.
Septiembre
Septiembre avanza y con él un escenario político que se va reconfigurando día a día. Lo que se palpa en las calles y en las urnas es que el oficialismo ya no tiene aquel blindaje con el que arrancó su gestión. El malestar es real y cada vez más visible: se expresa en el voto, en la desconfianza, en la distancia de sectores que hace poco estaban dispuestos a darle crédito.
“Lo peor ya pasó”: Cuando Milei se pareció demasiado a De la Rúa y Macri
Con la frase ‘lo peor ya pasó’, el Presidente repitió el libreto de sus antecesores. El discurso leído y sin apoyo de sus funcionarios dejó más dudas que certezas y derivó en cacerolazos.
En la Argentina de la grieta, no gana el que triunfa, pierde el que gobierna
Javier Milei llegó al poder gracias a un sentimiento: el hartazgo. El rechazo a la corrupción, a un poder judicial manipulado y a la impunidad de tantos años fue lo que unió a la sociedad detrás de su figura en un momento de inflexión en Argentina.
Milagro
Se mantiene un clima de incertidumbre y la celebración que tiene a Salta como un centro de renovación espiritual en esta jornada, fue una oportunidad para que se señalen caminos por los que puede transitar la sociedad para salir fortalecida.
Reparación
La sabiduría popular asegura que no hay mal que por bien no venga. Luego de una derrota electoral que, en otras circunstancias, hubiese sido solo un dato indicativo del humor social, se abrió un proceso de transición hacia un modelo de vinculación más fructífero entre los gobiernos nacional y provinciales.