Opinión Mónica Bianchi 23/05/2022

Vergüenza

El historiador y sociólogo holandes Rutger Bregman autor de varios libros entre ellos HISTORIA DEL PROGRESO, UTOPÍA PARA REALISTAS, publicó el año pasado DIGNOS DE SER HUMANOS, interesante libro en el que propone una perspectiva histórica de la humanidad descalificando aquella sentencia “del hombre lobo del hombre” que popularizó Thomas Hobbes filósofo inglés del siglo XVII y que el cine y la televisión y los medios sensacionalistas se encargan de difundir hasta el hartazgo.

Y  hay una razón para esto, en las noticias, el lado malo del ser humano gana por goleada al lado bueno porque lo malo sigue siendo excepcional y llamativo, mientras que lo bueno es cotidiano, corriente y a menudo nos aburre. Por ejemplo no merece el llamado de URGENTE en la pantalla,  que un censista comente que los vecinos le ofrecieron tantos refrigerios que ya  le daba vergüenza rechazarlos.

Bregman en el libro propone una visión totalmente opuesta citando y documentando ejemplos que  en el mundo se han difundido como muestras del salvajismo y crueldad, y después erróneamente  proyectados a la generalidad de los seres humanos, y de paso explotados y difundidos por los medios de comunicación que prefieren la sangre antes que la paz. Bregman sostiene que la mayoría de la gente es solidaria y se conmueve ante el sufrimiento de los otros. Por ejemplo cita investigaciones que se hicieron durante y después de la Segunda Guerra Mundial donde se comprobó que en las luchas frente a frente la mayoría de los soldados disparaba al aire. El coronel e historiador norteamericano Samuel Marshal hizo este descubrimiento en acciones de combate y terminada la guerra  siguió sus investigaciones en todos los ejércitos que habían participado de la contienda. Su libro “HOMBRES CONTRA EL FUEGO” sigue siendo de lectura obligatoria en las academias militares. De ahí el desarrollo de misiles, bombardeos aéreos etc. que causan muchas más muertes,  pero  los que disparan no ven los ojos ni las siluetas de las víctimas. Sin embargo el cine y los medios nos siguen atiborrando de imágenes de un sadismo extremo cuerpo a cuerpo,  que también vende más.

Volviendo al libro “DIGNOS DE SER HUMANOS” En el capítulo sobre los políticos  Bregman explica por qué abundan los corruptos. Entre otras razones aduce que  somos la única especie del reino animal capaz de ruborizarse. Durante muchos milenios la vergüenza era el medio más poderoso para mantener bajo control a los líderes. Los mecanismos de la vergüenza son más efectivos que las leyes, la censura o la violencia. Quien siente vergüenza se regula así mismo. Si notamos que los demás cuchichean sobre nosotros o vemos que estamos decepcionando las expectativas del grupo, nos ruborizamos o algunos empezamos a tartamudear.

Si bien la vergüenza también tiene su lado oscuro. Un sentimiento de vergüenza motivado por la pobreza, por ejemplo, puede ser nocivo,  una sociedad donde no existiera la vergüenza sería un infierno.

Por desgracia, siempre hay personas incapaces de sentir vergüenza, ya sea porque están borrachas de poder o porque pertenecen  a la pequeña minoría  de personas nacidas con rasgos de personalidad criminal. En  los grupos de la antigüedad, los individuos peligrosos no duraban mucho. El grupo los rechazaba terminaban muriendo solos.

Pero en sociedades tan complejas como las nuestras, los sociópatas parecen contar con  ventaja en el ámbito profesional. Según diversos  estudios, entre el 4 y el 8 por ciento de los directores generales de empresas padecen algún tipo de sociopatía diagnosticable, frente a un 1 por ciento de la población en general.

 En las democracias modernas la desvergüenza es una ventaja competitiva aún mayor, en innumerables casos.  Los políticos incapaces de sonrojarse se permiten cosas impensables  para los demás. Mentir ver cómo se destapan sus mentiras y seguir mintiendo descaradamente es fácil para estos perversos.

La mayoría de las personas se morirían de vergüenza, por la misma razón que la mayoría de las personas no se atreven a tomar la última masita que quedó en el plato, pero a los poderosos esas cosas no les importa.

En una mediocracia, es decir, en un sistema en el que los medios de comunicación ejercen mucho  poder, puede ser incluso positivo no dar indicio alguno de vergüenza, porque como experimentamos a diario, las noticias se focalizan a menudo en lo escandaloso, otras veces en lo absurdo y  otras en  lo cruel, eso capta instantáneamente nuestra atención.

En las sociedades modernas ya no emergen como líderes las personas más afables y empáticas, afirma Rutger Bregman, ahora es más bien al revés, sobreviven los más desvergonzados.

Pienso entonces que si la mayor parte de la gente es buena aunque no se animen al escándalo,  en política sigue habiendo  voces y vocecitas que dicen la verdad y denuncian la corrupción, somos nosotros los que tenemos que aprender a escucharlos, por ejemplo en las sesiones de diputados y concejales que se transmiten en esta emisora.

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