La objetividad objetable
Allá por el S. XV, en la obra “La Celestina”, se cita el refrán popular “Cada uno habla de la feria según como le va en ella”. Han pasado muchos años y aunque hoy casi no se use, la sentencia ya cuestionaba hace 600 años a uno de los ejes posibles del periodismo: la objetividad.
Desde los periodistas que se autodenominan “independientes” (y tienen todo el derecho de hacerlo) porque no se identifican públicamente con un espacio político, hasta los periodistas deportivos que no quieren revelar de qué cuadro de fútbol son hinchas, la objetividad parece ser un valor más apreciado por propios que por extraños.
A fines de 2019, la consultora Proyección realizó una encuesta para saber quién era el o la periodista con mayor credibilidad de Argentina, resultando ser ganador el colega Gustavo Sylvestre.
La muestra se realizó teniendo en cuenta el espacio político que votó la gente encuestada en el ballotage de las últimas elecciones a presidente, entre el Frente de Todos o Juntos por el Cambio.
C5N fue el ganador general en la encuesta de credibilidad de canales de noticias, seguido de La Nación+, lo que se afianzaba si el participante había votado al FdT. Pero entre los votantes de Macri, se imponía La Nación +
Dos años después, en un trabajo similar realizado por la misma consultora, Sylvestre descendió al puesto 9.
La encuesta – online y limitada a votantes residentes del Área Metropolitana de Buenos Aires- no midió objetividad sino credibilidad y conocimiento público y fue liderada por Rodolfo Barilli. Las razones expuestas fueron principalmente “la capacidad de investigación sobre lo que informa”, “la coherencia de su pensamiento a lo largo del tiempo” y “es claro cuando comunica e informa”.
También a fines de 2021, una encuesta realizada por la consultora Poliarquía entre líderes de opinión “elegidos de forma aleatoria”, según reza la Nación, eligió como al periodista más respetado e influyente a Carlos Pagni, del plantel de ese medio.
El tipo de metodología de la encuesta, el universo de participantes, las preguntas que se incluyen y el modo de realizarlas pueden mostrar diferentes resultados sobre interrogantes similares, por lo que siempre deben analizarse con cuidadosa perspectiva.
Se habla de “credibilidad” y de “coherencia”. De lo que no se habla es del concepto de “objetividad”, el que sin embargo suele ser citado como una cualidad del buen periodismo.
Dos preguntas devienen de ello: ¿Es la coherencia una virtud? Si yo sostengo lo mismo a los 20 años que a los 50, ¿Hubo una evolución en mi pensamiento, una actitud autocrítica que resista mis axiomas personales a lo largo del tiempo?
Y también ¿Es la objetividad posible? ¿Es un aporte valioso?
La objetividad en sentido epistémico, no es sinónimo de verdad, sino un "índice de confianza" o de "calidad" de los conocimientos y representaciones.
Como lector y consumidor habitual de información y de noticias, valoro más el punto de vista del periodista, que la mera enumeración de hechos o acontecimientos, cual si fuera una receta de cocina.
Me sirve saber cuál es la ideología desde la que opina un comunicador. Si quiero tener una visión diferente sobre un mismo tema, seguramente leeré a otro del que sepa que tiene una ideología diferente.
Y desde allí, como lector, construiré mi opinión propia, mi mirada.
Porque no debemos temer al análisis personal y sería bueno tener el compromiso de realizarlo, más que preferir el hacer propias palabras ajenas, lo que siempre es más cómodo.
El riesgo de ejercer la opinión del otro es que terminamos consumiendo siempre la misma perspectiva y -como si únicamente fuéramos amigos de quienes piensan igual que nosotros- nos terminaríamos dando la razón los unos a los otros continuamente. Y allí la reflexión no tiene lugar.
Valoro a los medios de comunicación que dan espacio a diferentes líneas de pensamiento, pero también la honestidad de los que no esconden de qué lado de acuestan ni fingen una objetividad que no tienen.
Porque no hay nada peor en el periodismo que la impostura, esa pretensión de una pulcritud de análisis que no existe, porque siempre miramos al mundo desde una posición ante la vida.
Para esos análisis cuantitativos, objetivos, incuestionables, le digo, no están los periodistas sino los buenos bioquímicos.
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