Opinión28/01/2022

Coincidencia

"Sufrimos un problema y ahora tenemos una solución con un acuerdo sin restricciones”. Con estos términos el presidente Alberto Fernández anunció este viernes que Argentina alcanzó un entendimiento con el Fondo Monetario Internacional para la renegociación de una deuda de 45 mil millones de dólares.

La cuestión fue un tema de suma importancia durante buena parte del año anterior y tomó carácter de excluyente en este mes de enero, teniendo en cuenta que comenzaron a operar vencimientos. Fue un período de tensión creciente entre quienes apuraban el arreglo y aquellos que lo resistían; también entre quienes advertían sobre los condicionamientos y aquellos que pretendían imponerlos al organismo acreedor.

En su anuncio, el mandatario nacional aseguró que no condiciona el crecimiento del país ni afecta sus metas de justicia social; precisó que están a salvo los derechos de los jubilados, no obliga a una reforma laboral, respeta los planes de inversión en ciencia y tecnología y no impone llegar a un déficit cero. 

El arduo trabajo desplegado se justificó en el peso que generaba el problema, descripta por el Jefe de Estado como “una soga al cuello, una espada de Damocles”.  “Sin acuerdo no teníamos un horizonte de futuro y con este acuerdo podemos ordenar el presente y construir un futuro”, es otra de las relevantes expresiones utilizadas en el anuncio, en el que hubo referencias conceptuales pero no se dieron detalles. Seguramente el análisis profundo se dará en el debate que se suscitará en el Congreso, al que se girará el entendimiento con el FMI.

Desde su ingreso al Fondo, el país fue el que celebró la mayor cantidad de acuerdos. Gobiernos de variados signos políticos recurrieron al organismo para afrontar las periódicas crisis de pagos internacionales del país o para sostener programas económicos amigables con las grandes potencias occidentales y el capital transnacional, destacaron los especialistas. Es así que estuvo bajo programas del FMI, 41 de los 65 años transcurridos desde 1956 hasta 2021, por la vigencia de veintiún acuerdos de condicionalidad fuerte: diecinueve stand by y dos de facilidades extendidas. 

Pese a ese comportamiento, Argentina es un país de relativa importancia en el FMI. Ocupa el puesto 32 entre los 190 países miembros, por su participación en el capital del organismo; tiene el 0,67%, equivalente a unos 4.700 millones de dólares. En votos, representa el 0,66% y llega a tener el derecho a ocupar un lugar en el directorio, como titular o suplente, alternativamente.

La vinculación financiera siempre es presentada como virtuosa. Si de lo que se trata es de acceder a un préstamo o a un arreglo, siempre se destacan las ventajas. Como sea, implican una intervención que impone instancias de control que se expresa en ajustes. Más de medio siglo de experiencia demostró que cualquier mejora es transitoria mientras que es constante el empeoramiento de la situación de la producción, el ingreso y el empleo, además de aumentar la deuda externa y facilitar la fuga de capitales.

Todos los acuerdos señalan que se trata de “sentar las bases para un crecimiento sostenido”, dice en un análisis Noemí Brenta, docente e investigadora de la UBA, especialista en esta relación que se extiende en el tiempo. Pero nunca llegaron de su mano, advierte.

Y ese es el dato en el que coinciden todos los que se preocupan por la marcha del país. 

Salta, 28 de enero de 2022

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