Opinión Armando Caro Figueroa 06/12/2021

Mi despedida al compás de un tango triste

Esta es, si los archivos no mienten, mi columna número 80 de este mi tercer ciclo en FM ARIES.

Una buena ocasión para hacer un alto y despedirme sin fecha de reencuentro de usted Mario, de la radio y de los amables oyentes.

Siempre estaré agradecido de esta oportunidad, que me permitió expresarme con entera libertad. Y conectar con mis paisanos, por encima de coincidencias y discrepancias. 

Déjeme comentarle también que pronto cumpliré 60 años de ejercicio de la profesión de abogado. Momento en el que colgaré definitivamente la toga simbólica (que, a decir verdad, solo vestí en los tribunales de Madrid).

O sea: Organizo con tiempo y lentamente mi despedida de las actividades públicas, para concentrarme en tareas de mayor aliento: Mi familia. La novela que escribo narrando las aventuras de mi Maestro Guaraní, en los años de 1960. Mis notas sobre el exilio (que viví entre 1976 y 1984), centradas -no en la política- sino en las relaciones con mi familia y con mis amigos; vale decir, con las personas que me ayudaron en aquel difícil trance. 

El final de este agitado 2021 es, como suele suceder cada vez que el almanaque nos anuncia un año nuevo, oportunidad para reflexionar; para hacer balances de lo pasado y planes de futuro.

Pese a que, desde niño y por naturaleza, soy optimista, debo confesar que a estas alturas encuentro muy pocos motivos para la esperanza. Me refiero al futuro de Salta, aunque podría ampliar el horizonte y hablar de las acechanzas globales o de las desventuras que esperan a la Argentina. Pero no lo haré. 

Pienso que Salta es mucho más que el Regimen que la gobierna y controla. Salta es sus trabajadores y trabajadoras, la gente que ríe y que sufre, sus intelectuales, sus creadores. Conjuntos de personas que están -moralmente- por encima de quienes nos gobiernan.

Pero -con permiso de Ricardo López, nuestro común amigo-, dejemos que la poesía sociológica de Marambio Catán, en su tango AQUAFORTE, la que describa al Regimen que gobierna Salta, de paso que refleja mi estado de ánimo.

Es media noche. El cabaret despierta.
Muchas mujeres, flores y champán.
Va a comenzar la eterna y triste fiesta
de los que viven al ritmo de un gotán.
Cuarenta años de vida me encadenan,
blanca la testa, viejo el corazón:
hoy puedo ya mirar con mucha pena
lo que otros tiempos miré con ilusión.
Las pobres milongas,
dopadas de besos,
me miran extrañas,
con curiosidad.
Ya no me conocen:
estoy solo y viejo,
no hay luz en mis ojos...
La vida se va...
Un viejo verde que gasta su dinero
emborrachando a Lulú con el champán
hoy le negó el aumento a un pobre obrero
que le pidió un pedazo más de pan.
Aquella pobre mujer que vende flores
y fue en mi tiempo la reina de Montmartre
me ofrece, con sonrisa, unas violetas
para que alegren, tal vez, mi soledad.
Y pienso en la vida:
las madres que sufren,
los hijos que vagan
sin techo ni pan,
vendiendo "La Prensa",
ganando dos guitas...
¡Qué triste es todo esto!
¡Quisiera llorar!

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