Opinión Santos Jacinto Dávalos 20/10/2020

Gobernar es poblar

Alberdi no es solo el arquitecto de nuestra Constitución de 1853, sino un profundo conocedor del modo como se conducía el mundo y sabedor que los espacios que no cubren los propios, lo ocupan los ajenos. Por eso su máxima gobernar es poblar.

Debíamos ocupar los espacios vacíos. El otro gran arquitecto es Sarmiento, que al comprobar mediante un censo que el noventa por ciento de los argentinos era analfabeto, lanzo su propio objetivo, que cumplió con creces: Gobernar es enseñar. Gobernar es aprender. Gobernar es estudiar.

En la Argentina y en la Salta de hoy no existe una política demográfica. Existen estadísticas demográficas, realizadas principalmente por el Censo Nacional cada diez años, que nos permite conocer cuántos somos, donde vivimos, cómo vivimos, cual es nuestra condición social, nuestro nivel de educación, nuestra edad y mucha información que no es motivo de esta columna. Pero no sabemos cuántos y cómo debemos y necesitamos ser.

A lo largo de la historia podemos encontrar múltiples casos de política demográfica. En el imperio romano, cuando se obligaba a casarse y a tener hijos, por la despoblación generada por las guerras. En la China de Mao, donde la superpoblación no corría pareja con la generación de alimentos, se resolvió que solo podían tener un hijo por matrimonio. En la China posterior a Deng, donde comienza el proceso de modernización, los avances industriales y tecnológicos permitieron a China comprar los alimentos necesarios, se revierte la prohibición y se permiten más niños, debido fundamentalmente al envejecimiento de su población.

Entre nosotros, con la base del axioma de Alberdi que gobernar es poblar, comienza una política demográfica que consistió en fomentar la inmigración europea. Vinieron cientos de miles, con sus conocimientos y sus ansias de progreso. La Argentina creció con ellos.

La necesidad de crecimiento poblacional, luego de guerras o pestes, dio lugar a políticas demográficas, para recuperar la población. En Paraguay, después del exterminio de la Guerra de la Triple Alianza y en Europa después de la gripe española, el incremento de la población fue espontáneo. En los países nórdicos, donde, como en el resto de los países con un alto nivel de crecimiento, la población está envejeciendo, encontraron como solución una calidad educativa de excelencia, donde no existen personas sanas que no contribuyan al esfuerzo colectivo.

Sabemos cuántos somos y donde vivimos. Pero no tenemos propuestas ni objetivos. ¿Cuántos necesitamos ser?. ¿ Cuál debe ser nuestro nivel de conocimientos? Que es lo que la Nación y la Provincia necesitan que aprendan sus niños y sus jóvenes? Dónde y cómo conviene que vivamos? Pues por el crecimiento desmedido de las ciudades, la ciudad de Salta muy pronto tendrá más del cincuenta por ciento de la población provincial. No hay trabajo para todos. Con la robotización y las nuevas tecnologías el modo de trabajar será otro y no estamos haciendo nada para adaptarnos a esos cambios. 

Vivir en la ciudad tiene múltiples ventajas. Mejores servicios en salud y educación. Mejor acceso a la vivienda. Conectividad con Internet, televisión, medios de transporte adecuados.

Por todo esto, si queremos que nuestros habitantes permanezcan en el lugar donde nacieron y tienen sus raíces, debemos brindar en esos lugares los beneficios que vienen a buscar en las ciudades. 

Acceso a la tierra si son agricultores o ganaderos. Servicios de salud  y educación eficientes. Créditos para establecerse y encarar nuevas empresas.

Con la conectividad podemos garantizar el trabajo en pequeñas comunidades, pero además acciones en salud a través de la telemedicina. Aun sin expresarlo, la inversión planeada por ENACOM en Salta, que intenta llevar Internet hasta los parajes más alejados es un buen comienzo de una política demográfica.

Las empresas se están organizando para llevar sus productos a domicilio, comprando virtualmente. Podemos operar con la banca, consultar con nuestros abogados y contadores desde nuestras casas. Sus hijos podrían recibir una educación de excelencia. Como ventaja adicional, la tierra y la vivienda en pequeñas ciudades, es mucho más barata que la provocada por la especulación inmobiliaria en las grandes ciudades.

 

Pero una política demográfica no consiste solamente en procurar evitar el crecimiento desmesurado de nuestras ciudades. Es precisar cuáles son las cualidades  que deben tener nuestros ciudadanos. Qué es lo que deben estudiar. Estamos llenos de abogados y contadores y nos faltan físicos, matemáticos, geógrafos, demógrafos, ingenieros y docenas de especialidades más para aprovechar razonablemente los productos de nuestra tierra, sea el agro, la minería, la generación de energía, la industria, y las que nos proporciona nuestro mar. Hasta hoy subdesarrolladas. Todo ello respetando la casa común que es el planeta 
Tierra, que está en vías de destrucción.

Necesitamos más niños. Los ancianos, que viven muchos años más, ya están superando en nuestro país a los jóvenes. Cómo los alimentaremos, los cuidaremos y les garantizaremos una vejez de buen nivel, si el sistema jubilatorio está colapsado.

Yo tengo más de ochenta años. Fuimos cinco hermanos, que generamos veintidós hijos. Y era lo normal. Porqué podíamos criarlos razonablemente. Pero cuando la calidad de la educación pública comienza a declinar en Argentina y en Salta, nuestros jóvenes comprenden que deben recurrir a la enseñanza privada, que es muy cara.  Y se autolimitan en el número de hijos. Uno o dos. Es lo que el Papa Francisco denomina el invierno demográfico. Pero para crecer necesitamos tres o cuatro hijos por mujer. Pero para convencer a nuestros jóvenes de que deben tener más hijos, tenemos que garantizarles una buena salud y educación estatal gratuitas, para ellos y para sus hijos. Acceso a la vivienda y fundamentalmente trabajos de calidad.

En Salta tenemos el grave problema de nuestras comunidades originarias, que tienen muchos hijos y están absolutamente desprotegidas. En especial en nuestro Chaco. La mortalidad de las mujeres gestantes y de sus hijos son los más altos del país. La calidad educativa es peor. Les falta agua potable. Ambas cosas y el embarazo precoz de niñas y adolescentes,  es la razón de la muerte de madres y de niños.

 Debemos encarar, con la participación de las comunidades originarias, que tendrán la última palabra, un debate franco, pues la posibilidad de que vuelvan a ser recolectores, cazadores y pescadores prácticamente ha desaparecido. No veo razón para que no puedan ser técnicos, constructores, profesores, investigadores. Ya han logrado ser enfermeros, maestros bilingües, unos pocos abogados o médicos. Pero necesitamos su crecimiento educativo y sanitario, conservando su cultura y su lengua.

 En EE.UU. muchas comunidades originarias tienen hoteles, viven del turismo, son propietarias de casinos, empresas constructoras y de transporte. Conservan sus costumbres, su modo de vestir y su lengua. Y así lograron un buen nivel de vida y aportaron al crecimiento de su país.

En Noruega, las comunidades originarias, en medio del hielo, tienen canales de televisión periódicos, escuelas y colegios en su propio idioma. Si allí lo lograron, también es posible hacerlo aquí.

Necesitamos una política demográfica seria, científicamente fundamentada, que nos permita conocer cuántos y cómo debemos ser. Dónde debemos vivir para evitar la polución poblacional de las grandes ciudades. Cómo garantizar un adecuado nivel de seguridad, salud y educación para que nuestros jóvenes accedan a tener más hijos.

El mundo está envejeciendo. Argentina está envejeciendo. Si nuestro presidente no  cree en la planificación y tampoco en el mérito, seguiremos mal. Necesitamos nuevos paradigmas y yo creo que es la consigna siguiente: Gobernar es crecer en cantidad y calidad de habitantes. Una síntesis de las proclamas alberdianas y sarmientinas.

A pesar de la notoria disminución de nacimientos, el Norte Grande sigue siendo el espacio argentino donde crece la población. Sin embargo debe soportar los peores indicadores socioeconómicos de la Argentina. Para que la Nación encare una política demográfica adecuada para que nuestros niños sean ciudadanos útiles, es necesaria la acción mancomunada de sus gobernadores, utilizando el peso de sus 30 senadores y 90 diputados. 

Vuelvo a insistir en mi vieja temática de capacitación de nuestra dirigencia y valores morales para superar la ineficiencia y la corrupción. Pero es en nosotros dónde debe comenzar el cambio. Siendo mejores elegiremos conductores más sabios y más honestos. 

Organizados, una Argentina y una Salta más justa, es posible.

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