Cogestión
Con más de 5 mil casos, no se puede esperar ningún milagro. Ni el de la procesión ni el del fin de la pandemia. Por delante queda un trabajo duro, ordenado, pero especialmente sin seres providenciales. La convocatoria es a la gente común, que tiene mucho por hacer para enfrentar al coronavirus.
Tal es el panorama que se despliega ante el flamante ministro de Salud, Juan José Esteban, quien –tras su juramento- propuso una cogestión con la ciudadanía para frenar la pandemia. Es que el médico ha definido las líneas de su trabajo a partir de cambios que no parecieran significativos pero que representan una nueva y saludable actitud. El compromiso de mejorar la comunicación a partir de transmitir la verdad es una bisagra. Asumir que se va a hacer lo que se debe, exige sincerar la situación.
Tras varios meses en que la tarea política no fue usada como una herramienta para transformar la realidad sino como un mecanismo para disfrazarla, hay un doble trabajo de desconstrucción y de construcción. Seguramente que una lectura correcta, en el momento oportuno, va a oxigenar una gestión que no puede escudarse en una emergencia sanitaria cuando su manejo es erróneo y las consecuencias están a la vista.
Vamos a estar al lado de la gente, es una de las expresiones que utilizó el funcionario, reconociendo que los intentos por tapar la realidad son sobrepasados por la fuerza de los hechos. También destacó la importancia dela presencia territorial del Estado en la atención permanente y minuciosa de las demandas locales. De allí el compromiso de un ministerio de puertas abiertas, que recorrerá todos los hospitales y los lugares a donde nunca llegaron las autoridades sanitarias.
Se ha propuesto una avenida de doble vía. El ministerio no será una entelequia ni la ciudadanía un invitado de piedra. Reconocer que hay un preocupante crecimiento de casos de infección por propagación comunitaria, no es una deficiencia de política sanitaria. Es también una actitud activa de cierta parte de la población en detrimento de otra. Frente a los que cuidan el distanciamiento social, el uso de barbijos y el lavado de manos están aquellos que no resignaron la celebración del Día del Amigo, de la Pachamama o el Día del Niño.
Pero también la polémica marcha del 17 de agosto, del que tomó parte un conjunto de ciudadanos autoconvocados pero además referentes de sectores políticos, que usan de manera espuria resquicios que el estado de derecho habilita. Cuando el ministro Esteban se refiere a la comisión de errores de manera desafortunada e irresponsable, no alcanza solamente al Gobierno sino a todos los ciudadanos que, puestos en la calle, son excelentes receptores y mejores transmisores virales.
Ya se acabó el discurso exitista de una pandemia controlada en Salta. Que los principales departamentos muestren preocupantes registros de infección, que crezca el número de muertos, que la ocupación de camas en terapia esté alcanzando niveles preocupantes, que no haya insumos suficientes en los centros de salud y que haya una población inquieta frente a la falta de respuesta del “Gobierno Presente” que promete la publicidad oficial, son razones más que suficientes para justificar un cambio de gabinete.
“Llamo a la conciencia; la gente tiene que ayudar, guardarse y ser responsable”, dijo el nuevo ministro. Fue una exhortación ya conocida pero la única cierta y precisa. No hay más que hacer.
Salta, 10 de setiembre de 2020
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