Opinión26/03/2020

Gestos

Seis días de aislamiento social están dejando aflorar virtudes y miserias de formas personales de encarar la vida. Ya hay resultados a la vista y otros que demorarán en contabilizarse.

Aquellos que viven en la marginalidad ven profundizado su malestar cotidiano. Sienten la angustia que genera la incertidumbre de una ayuda del Estado, oportuna y suficiente. También los marginales  que blanquean mínimos para evadir obligaciones, descubren en este tiempo de pandemia las desventajas de su actitud mezquina.

Están aquellos a los que la adaptabilidad insuficiente a nuevas formas de vida comunitaria les está generando problemas. Los que no se subieron al tren tecnológico tienen limitaciones que se irán tornando más severas.

Están los que creen haber encontrado una veta a explotar para delinquir pese a las restricciones que impone la cuarentena. Descubren que para los ilícitos hace falta inteligencia, como decía un individuo ungido intendente, al que la Justicia no ha reconocido aún como un  malandra. Y exigen tiempo para encontrar las nuevas formas, insumo que les sobra porque no están ocupados en actividades lícitas.

No faltan los oportunistas. Entrenados en el arte de transitar los pasillos del asistencialismo, tratan de usufructuar las ayudas diseñadas para los que son los más pobres entre los pobres. 

La viveza criolla es un talento que algunos exhiben como único mérito. Y la usan para burlar el aislamiento, sin entender que no está hecho para limitar sus derechos sino para la protección personal y de su familia.

Están los voluntarios dispuestos a ayudar a los desvalidos. Está el vecino gentil que encara la calle buscando medicamentos para los ancianos con los que conviven en un edificio o en la cuadra.

Hay gestos anónimos que remiendan el tejido social desgarrado por el egoísmo de una dirigencia que se ha resignado a ignorar una realidad que no puede mejorar. Es el caso de un carnicero de barrio, que fue a comprar la leche para un niño cuyo padre vive de changas que ha perdido en la cuarentena. Ni lo conocía; solo escuchó su lamento.

Sucedió este jueves, en esta ciudad y hay que contarlo para sentir que no todo está perdido.

Salta, 26 de marzo de 2020

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