El Brexit: La falta de Visión Cooperativa
Actualmente la mayoría de los votantes británicos coincide en que el Brexit implicó más consecuencias negativas que positivas.
El 23 de junio de 2016, 17,4 millones de británicos votaron a favor de abandonar la Unión Europea (UE), un 51,9% de la población, frente a los 16,1 millones que lo hicieron por la permanencia en el bloque comunitario, un 48,1%. La salida oficial de Reino Unido del bloque europeo se efectuó el 31 de enero de 2020, poniéndole fin a una relación de 47 años. A esta salida se la conoce internacionalmente como el Brexit.
Gran Bretaña después del Brexit esperaba ser capaz de forjar libremente nuevas relaciones económicas con la U.E. y EE.UU., manteniendo un equilibrio diplomático que le permita ser un intermediario de poder entre estos dos titanes económicos.
Actualmente la mayoría de los votantes británicos coincide en que el Brexit implicó más consecuencias negativas que positivas por lo que ni laboristas ni conservadores (2 partidos mayoritarios británicos) evitan recordar sus anteriores discursos a favor de este proceso.
En cuanto a las consecuencias económicas, podemos calificar categóricamente el impacto como negativo: pérdida de la actividad comercial vinculada a la caída del comercio internacional y acuerdos claves, caída del 4% del nivel de actividad atribuible a la salida del bloque, disminución del 15% en importaciones y exportaciones, reducción de la media móvil de intercambio de bienes y servicios comparada con los niveles del resto de países del G7 y una recuperación ralentizada luego de la pandemia.
En cuanto a las consecuencias migratorias podemos también valorar un efecto negativo, considerando además, que se trató de una de las promesas claves de los promotores del Brexit. Luego de la salida, se registró la mayor migración en el país, desde la década del 60 y un aumento significativo de la tasas de migración neta, debido entre otras cosas, a la caída de los convenios de cooperación con países de la U.E. para controlar la migración ilegal, sobre todo derivada de embarcaciones por el Canal de la Mancha.
En cuanto a la calidad de los servicios públicos, se prometía un impacto de 350 millones de libras en ahorro semanal al recuperar el control total de las políticas sanitarias y aplicar esos fondos netamente a las necesidades públicas de los británicos. Cosa que evidentemente no ocurrió, por el contrario, se consolidó una crisis del sistema de salud que se traduce en falta de profesionales médicos, especialistas, enfermeros e insumos específicos.
Es preocupante en materia de educación superior la reducción de los matriculados en los últimos 2 años y la falta de convenios e intercambios con universidades de países de Europa que resultaron importantes antes de la salida del bloque europeo.
Es un error grave subestimar la cooperación internacional, la integración política y la relevancia de formar bloques económicos fuertes, capaces de imponer conjuntamente reglas de juego que resulten beneficiosas para sus miembros, y que no se conseguirían en forma individual. Este desacierto conceptual es normalmente atribuible a dirigentes nacionalistas que aprovechan la coyuntura de descontento social para alentar en la población la división sin medir las consecuencias. Ni que hablar de América del Sur que no es capaz de lograr que funcione un parlamento regional o de lograr acuerdos comerciales básicos que trasciendan a los políticos de turno y las corrientes extremas de ambas facciones.
Inglaterra debería integrarse nuevamente a Europa por el bien de los británicos y apelar a que en el futuro sus ciudadanos aprendan a desestimar los discursos encendidos de algunos “profetas” nacionalistas que animan a tirar por la borda décadas de construcción colectiva. La anterior afirmación es planamente aplicable a la Argentina.
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