Opinión29/01/2024

Gobernabilidad

Como en oportunidades que han quedado registradas como históricas, la realidad política argentina está demandando un diálogo profundo. En esta semana será un elemento vertebral para avanzar en decisiones que no pueden demorarse si de encarar soluciones de fondo se trata.

La versión de la sucesión de hechos que van configurando la situación política, económica y social del país muestra una visión fragmentada de la misma, que parece dominada por la confrontación entre posiciones innegociables. El reciente proceso electoral ha configurado un nuevo mapa político al que deben adecuarse todos sus actores y ese es el tramo que se está atravesando. La sociedad debe esperar que sea con madurez y respetando las reglas básicas de la convivencia democrática.

Dos elementos se manifiestan como imprescindibles: el diálogo y la participación; ambos hacen a la naturaleza de la democracia, que no solo los promueve sino que en los actuales momentos les son imprescindibles. Emergen como una herramienta para la articulación de los distintos espacios políticos que tienen asignados, a partir de las últimas elecciones, diferentes responsabilidades para la toma de decisiones.

Los especialistas destacan que “una cultura política es democrática cuando las relaciones entre gobernantes y gobernados, ciudadanos, organizaciones y Estado reconocen valores como la igualdad política, la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la legalidad, la participación, y, por supuesto, el diálogo”. Frente a la instalación de un nuevo gobierno nacional, cada uno de ellos es un elemento ineludible.

Es que la realidad es compleja, las urgencias se acumulan y la decisión de imponer cambios estructurales se ha expresado en iniciativas de carácter legislativo, que sumó al Congreso como protagonista excluyente. Ese es el ámbito político por excelencia y aunque los discursos públicos parecieran desmentirlo, la institución está tratando de ponerse a la altura de las circunstancias.

El nuevo oficialismo, al que se describe como portador de una debilidad política intrínseca, con muchas dificultades está tratando de construir alianzas en un escenario que no domina. Su antecesor no puede desprenderse de algunos vicios de su pasada posición dominante y marca errores y deficiencias, como si su desplazamiento no fuese consecuencia de un fracaso de gestión que se expresa en parámetros negativos de la situación nacional. Otros sectores opositores repiten sus consignas ignorando que no tienen inserción social y los que han tenido experiencia de gobierno desde distintos grupos partidarios, se esfuerzan por sostener su acotada porción de poder. En ese variopinto cuadro, de manera tácita o expresa, se destaca la coincidencia en lograr la gobernabilidad del sistema. No es un objetivo menor; el colapso no tiene beneficiarios, ni siquiera en los grupos marginales que proponen la caída de un gobierno que los reconoce solamente como referentes de disensos.

La política no es una cuestión de ideas o doctrinas sin objetivos concretos; es el instrumento para alcanzar resultados que beneficien a la gente. Le corresponde a la sociedad estar atenta y también concurrir a la gobernabilidad.

Salta, 29 de enero de 2024

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