La transición, base de la gobernabilidad de lo que viene
Finalmente, hubo balotaje y hubo resultado. Tenemos presidente y vice electos por un porcentaje superior a todos los que obtuvieron otros ciudadanos para las mismas candidaturas desde 1983 a la fecha.
El mismo día, después de la algarabía en el centro de reunión de los ganadores- trato de no decir búnker- y de la tristeza comprensible y respetable de lo que perdieron, en los hechos empezó la transición entre el gobierno que termina su mandato el próximo 10 de diciembre y del que lo sucederá. Trataremos de explicar por qué este no es un tema menor y de qué forma condiciona la inminente gobernabilidad del presidente electo y de su equipo.
No es fácil definir, qué es la gobernabilidad incluso para el Diccionario de Política de Norberto Bobbio. La cita, tomada del tomo I página 703, no es textual, pero dice que más usual que esa palabra es su opuesta, la ingobernabilidad. El experto dice que ésta sucede por la incapacidad de los gobernantes; o por las demandas excesivas de los ciudadanos.
Entonces, hay gobernabilidad si se consigue mantener el consenso de los ciudadanos, sin perder eficacia. Ese es el gobierno legítimo. Cuidado: si se pierde el consenso, se pierde legitimidad, con todas las consecuencias predecibles.
En su columna del domingo pasado 19 de este mes, para suplemento Economía del Diario “La Nación”, página 7, el economista Marcos Buscaglia dijo que, en la semana anterior al balotaje, en Wall Street, New York, el establishment financiero evaluaba, mejor la oferta del candidato del oficialismo. Creía que ofrecía más garantías de gobernabilidad.
Por el contrario, apreciaba que el presidente electo tenía en su contra su carácter inestable; un débil apoyo en el Congreso; que no tenía experiencia previa en el sector público; que no tenía un equipo de gobierno que pudiera suplir esa debilidad; que tenía un entorno casi amateur; que no tenías relaciones con varias terminales de poder con las que debe negociar un presidente.
Conocido el resultado, todos sabemos que no es fácil conducir un Estado, ponerlo en marcha, hacerlo funcionar con eficiencia. No es fácil porque se conduce para gobernar. Se espera que el presidente electo tenga el oficio necesario y el carácter para afrontar lo que le espera, apenas sea investido de su cargo.
Ya en concreto, pudo verse que llevar adelante la plataforma presentante la Justicia Electoral por La libertad Avanza, tal como fue concebida, agravaría una situación que ya es muy difícil. Tal vez por eso el presidente electo fue bajando el tono a las más importantes propuestas escritas, incluso desde antes de las P.A.S.O. Posteriormente, las acentuó tanto que se lo vio frágil y errático en el debate.
Este lunes, la transición comenzó en los hechos, sin novedades. Más allá de las buenas intenciones, no se concretó una reunión muy importante entre el presidente que está en funciones y el presidente electo, sobre todo si como consecuencia de ella, se publicaba una foto de ambos en Olivos. Era una señal para los mercados y para los ciudadanos, que no pudo ser.
Es de esperar que se concrete, asumiendo que una transición entre un gobierno saliente y el nuevo es más difícil cuando cada uno representa un espacio diferente del otro. La dificultad está porque el que ganó las elecciones quiere saberlo todo; no le va a estar con generalidades sobre el estado actual de la administración y de todos sus problemas. Quiere detalles, casi el trazo fino.
Visto así, una transición se parece mucho a una rendición de cuentas a la cual el gobierno saliente se resiste. No debiera ser motivo de fricción y menos de tensión, sino un acto institucional previsible, para la cual ganadores y perdedores deben estar preparados. Pero como todavía no es obligatoria, termina siendo un acto de buena voluntad. Para que sea obligatoria, el Congreso bien podría establecerla, tal como lo hizo con los debates.
Cualquiera se da cuenta que no es lo mismo asumir sabiendo con precisión el estado de la Nación y de sus cuentas, en cada área del gobierno, que hacerlo solo con los datos accesibles al público, buscándolos en la red, por ejemplo.
Si esto es así, hay una relación directa entre la transición de gobierno a otro y la inminente gobernabilidad para que debe asumir el 10 de diciembre. Conocer el real estado de la Nación es un dato esencial para que el gobierno electo pueda anunciar las primeras medidas de su gestión.
Habrá algunas que podrá disponer por simple decreto -por ejemplo, la designaciones de funcionarios-; otras por decretos de necesidad de urgencia -cualquier materia, excepto las que prohíbe la Constitución-; y otras, probablemente la mayoría, enviando los correspondientes proyectos de leyes al Congreso de la Nación -entre otras, reformas al presupuesto, Ley de Ministerios, etc.-
Las medidas de fondo que están relacionadas con nuestros problemas más graves, como la inflación, la emisión descontrolada, el mercado cambiario, el cepo, qué hacer con las el Leliqs, los precios, la revisión del acuerdo con el FMI, etc, seguramente llevarán más tiempo.
En todos los casos, el gobierno electo deberá estar preparado para construir consensos todo el tiempo. Eso es lo que sucede cuando, como en este caso, tendrá la menor cantidad de legisladores en ambas cámaras del Congreso; ningún gobernador del mismo signo; ni siquiera un intendente. Lo mismo deberá hacer con nosotros factores de poder: los sindicatos, las organizaciones sociales, entre otros.
Para variar, está próximo asumir un nuevo gobierno en un momento crítico. Casi siempre fue así. Veamos. En un artículo de colección que guardó muy especialmente ese gran periodista que es Carlos Gabetta, mucho más joven, cuando escribía para la revista “El periodista de Buenos Aires”, publicó su columna de septiembre de 1.987 con el título “Voluntad”.
En ese espacio, dedicado un momento difícil del gobierno de Raúl Alfonsín, Gabetta dijo que las cosas y las crisis ofrecen una resistencia capaz de derrotar a la mejor voluntad. Y que hubo otros pueblos, otros países, que atravesaron por momentos más difíciles todavía y pudieron superarlo, solo porque un grupo de líderes supo interpretar el momento, enseñar el camino y dar siempre el primer paso.
Le reprochaba a Alfonsín que hubiera interpretado mal la sede de epopeya, de revancha y de pelea y de disposición al sacrificio que alienta en el organismo de la sociedad argentina; y que hubo un momento para que un líder inspirado empleara la vitalidad de ese organismo para una cruzada de recuperación nacional.
Ojalá que Javier Milei, el candidato votado de los últimos 40 años de democracia, interprete mejor que nadie todo lo que cada uno de sus votantes guardó en su sobre, además del voto a la fórmula. Que pueda hacerse cargo de las esperanzas de tiempos mejores. Y que entienda porque lo urgente no puede esperar 35 años.
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