Entre el recuerdo honesto y el futuro posible
Se cumple un nuevo aniversario de la muerte del General Juan Domingo Perón, y quiso el calendario que coincida con la despedida reciente de un gran compañero y amigo peronista.
Sabrán que me refiero a mi hermano Lucho. A Luis Gerardo Marocco. A quien extrañaré siempre y en cuya memoria escribo esta columna.
Algunos dicen que hablar hoy de Perón es hablar del pasado, casi más una abstracción inconducente.
Pero, desde mi humilde mirada, creo que no se trata de un pasado cualquiera, obsoleto o anticuado. Estoy convencido que, si Perón es pasado, será un pasado que vuelve o al que debemos volver como anclaje para enfrentar los desafíos del futuro. Con más y mejor trabajo que planes, con desarrollo y progreso.
Perón es más que su figura carismática convocante y su liderazgo popular implacable. Perón son sus ideas: y las ideas no se matan. Por eso fracasaron quienes bombardearon Plaza de Mayo; quienes ensayaron el golpe y quienes lo empujaron al exilio.
No hubo proscripción capaz de hacer renunciar a un pueblo entero a la posibilidad -y al derecho- de tener una vida mejor, más justa.
Los más grandes debemos refrescar la memoria y a los más chicos quizás debamos contarle la verdadera historia: esa que algunas usinas de odio siempre quisieron tergiversar. La verdadera historia.
La historia de un país que con Hipólito Yrigoyen primero y Perón después alcanzó la soberanía: un país que además de campo fue industria. Un país conectado por ferrocarriles como ningún otro en Latinoamérica: federal y con desarrollo en cada región.
Pese a quien le pese, con Perón empezó a gestarse una clase media mayoritaria, pujante y progresista. Con Perón empezaron a votar las mujeres.
El peronismo tiene desafíos por delante, combatir el capital, como dice su marcha partidaria, humanizándolo. Mejorando sus relaciones con empresarios y sindicatos, pero siempre mirando la grandeza de la patria y el bienestar de su pueblo.
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