Opinión Pablo Borla 22/06/2022

El límite de la intimidad

Recientemente, el portal digital INFOBAE publicó un informe acerca de la existencia y popularidad creciente de programas, utilizados por las empresas privadas, para vigilar el comportamiento de sus empleados en equipos provistos por ellas mismas, pero también, en ocasiones, en equipos personales como celulares.

Debido al aumento del trabajo en casa por las restricciones de la reciente pandemia, el uso de este tipo de sistemas se duplicó y fue usado por el 60 % de compañías en Estados Unidos. Y la tendencia está en crecimiento.

Estos programas espías se llaman Bosswares, una combinación entre las palabras en inglés Boss, que significa jefe y Software, que son los programas informáticos. El término fue acuñado por la organización Electronic Frontier Foundation de Estados Unidos, especializada en la defensa de libertades civiles.

De la misma manera, es sabido que muchas empresas, antes de contratar a un nuevo personal, exploran sus redes sociales para saber sus intereses y opiniones y determinar de ello si puede ser un riesgo a futuro.

El derecho a la intimidad de nuestro proceder es muy importante y, de hecho, hace falta la intervención de una autoridad judicial para violarlo y ello debe estar muy justificado.

La destacada filósofa Carissa Beliz, de la Universidad de Oxford, dice que “Defender la privacidad es importante porque nos protege de los abusos de poder de otros. Mientras más sepan sobre nosotros, más capacidad tendrán para influir en nuestro comportamiento, para prever lo que haremos y tratar de cambiarlo a su favor”.

Cuando una red social sabe sobre nosotros informaciones que aparentemente no tienen mayor importancia o parecen banales, como si vivimos en una casa o en un departamento, si tenemos o no un automóvil o qué tan seguido concurrimos a restaurantes o viajamos, está teniendo acceso a datos que los algoritmos interpretan para definir nuestro perfil como consumidor.

De la misma manera, nuestras declaraciones escritas o los “me gusta” en los posteos, también ayudan a determinar, por ejemplo, nuestra postura política u orientación sexual. 

A quienes responden a estas potenciales alertas declarando que no tienen nada que ocultar, les diría que no se trata de esconder ilícitos o inclinaciones, sino de lo que desconocidos puedan hacer, motivados por el lucro, con esa información que brindamos casi gratuitamente.

Por la importancia de estos datos, existen tantos virus informáticos que los recopilan, arribados en correos electrónicos o mensajería instantánea, con diferentes ardides.

Seguramente si alguien desconocido nos detiene en la calle y nos pregunta que auto tenemos, adonde viajamos en las vacaciones o si apoyamos la lucha por los derechos de las minorías sexuales o étnicas, nos negaríamos a contestarle de buenas a primeras.

Pero exponemos nuestro pensamiento, la intimidad de nuestro hogar, nuestros viajes y actividades sociales sin ningún problema, ante multinacionales que nos ofrecen un espacio de entretenimiento gratuito, quizás solo a cambio de soportar algunas publicidades, que están acomodadas a la información que, sin saber, les brindamos.

Más de alguna vez nos pasó, a nosotros o a conocidos, que luego de estar hablando sobre nuestra intención de pintar la casa o hacer un viaje, comiencen a aparecer, en nuestro feed o flujos de contenido, anuncios de ofertas de agencias de viajes o pinturerías.

Esto no es casual, sino que tiene que ver con determinados permisos que les dimos -a veces sin darnos cuenta- a algunas aplicaciones del teléfono celular para escuchar el sonido ambiente, aún bloqueado.

No es que una red social tenga a una persona escuchando permanentemente, sino algo mucho más eficiente: un algoritmo captó el contenido de las conversaciones y, procediendo en base a una serie de consignas, orientó los anuncios contratados por las empresas que solicitaron que lleguen a personas de nuestro perfil.

En su momento el titular de Facebook, Mark Zuckerberg, debió concurrir al Senado de los EE.UU a explicar el uso indebido de datos de 87 millones de usuarios de la red social por parte de Cambdrige Analytica, durante la campaña de las presidenciales de EE.UU

Desde hace bastante tiempo se ha comprendido cuán importante es la información. Con datos de buena calidad se han ganado guerras, se ha triunfado en las elecciones y se han construido empresas multinacionales.

Cada uno decide, eso sí, qué tanto está dispuesto a dar a cambio de entretenimiento virtual en las redes sociales.

Lo importante, en todo caso, es hacerlo totalmente conscientes de adónde nos estamos metiendo.

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