Opinión 13/02/2020

Hambre

Cuando en 1948 de la Declaración de los Derechos Humanos de Naciones Unidas consagró el derecho a la alimentación, llevó –como sucede actualmente- a que la cuestión del acceso a la alimentación se convierta en una problemática mundial. Es así que está determinado que la situación crónica del hambre en América Latina y El Caribe es uno de los síntomas más claros de exclusión social.

Hace 75 años era difícil incorporar a la Argentina entre las naciones cuya población podría padecer hambre porque entonces, como ahora, el hambre no era una consecuencia de falta de comida, sino de desigualdad. Este país, por entonces, no era tan desigual. Hoy sí lo es y hay hambre.

Hace seis meses en Salta se estaba capacitando a supervisores y directores de las escuelas con comedores de todos los niveles educativos en “Alimentacion Saludable del Escolar”. En ese ámbito se advirtió que se trabajaba para generar un cambio cultural en la alimentación. Se trataba no sólo debe enfrentar el hambre sino también el sobrepeso y la obesidad. 

Apenas un mes después se anunciaba que en 32 de los comedores infantiles comenzaba a funcionar el Plan Alimentario Provincial para brindar una asistencia a más de 3.500 chicos, con una inversión en el último trimestre de 9 millones de pesos. Ya no se intentaba corregir malos hábitos o imponer nuevas modalidades; lisa y llanamente no se podía desatender durante los fines de semanas, cuando las escuelas cerraban sus puertas, a esa cantidad de niños que quedaban condenados al ayuno junto a los abuelos de la familia, dos franjas prioritarias contempladas en la ley nacional 25.724.

Sancionada en diciembre de 2002, esa norma creó el Programa Nacional de Nutrición y Alimentación, en cumplimiento del deber indelegable del Estado de garantizar el derecho a la alimentación de toda la ciudadanía, como expresa su texto. Convierte en una política de estado la cobertura de los requisitos nutricionales de niños hasta los 14 años, embarazadas, discapacitados y ancianos desde los 70 años en situación de pobreza. 

En este tiempo de renovación de gobierno, se volvió a mirar hacia el interior de la estructura de comedores escolares. En ese orden, hubo una reunión entre autoridades nacionales y referentes provinciales para analizar temas vinculados con la seguridad alimentaria en establecimientos escolares, especialmente en los que operan en zonas con mayor vulnerabilidad socioeconómica y  nutricional. 

Para que puedan expandir su acción, los representantes de los Ministerios de Educación y de Acción Social acordaron incrementar en un 60% su presupuesto, favoreciendo particularmente a los comedores ubicados en los departamentos de Rivadavia, Santa Victoria y San Martín, que serán asistidos con fondos nacionales. De más de 4 millones y medio de niños que en Argentina comen en la escuela, donde los comedores son un factor de retención y agentes fundamentales en la educación alimentaria, unos 164 mil lo hacen en Salta. El Plan Provincial de Nutrición Escolar brinda esa cobertura en 863 escuelas y en algunas de ellas se cubren las cuatro comidas diarias, según sea la modalidad de funcionamiento de la institución y el tiempo de permanencia del alumno en la misma.

Muchas son las razones por las que las escuelas vuelven a ubicarse en el centro de la escena social y no solo por la inminencia del inicio del ciclo lectivo. No será el hambre de conocimiento el que la colocará en ese lugar sino el que se siente en el estómago. Y ese no tolera demoras. 

 

Salta, 13 de febrero de 2020

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