Los días difíciles de concordia y paz
Esta columna iba a empezar con una semblanza sobre el tiempo del Milagro salteño. Con la imagen de los peregrinos que desde hace días surcan cerros y quebradas y emocionan, porque siguen adelante con el combustible de la fe: esa intuición poética de un pueblo que ni en los momentos más aciagos deja de creer.
Pero la coyuntura nos impone el estruendo del escarmiento. Tres detonaciones pusieron en vilo a una escuela del interior profundo y a un país entero que siguió las escenas del drama en tiempo real. Una niña de 14 años y un arma que jamás debería haber tenido a su alcance.
Una historia llena de interrogantes que – gracias a Dios, y con el diario del día después – podemos decir que terminó de la manera más razonable y no tuvimos que lamentar muertos ni heridos.
El mundo está atravesando un tiempo de convulsiones signado por una intolerancia y una violencia que muchos condenan, pero otros tantos alimentan. La semana empezó con el ataque militar de Israel al emirato de Qatar. Siguió con el derrocamiento del gobierno y los linchamientos a funcionarios de Nepal. Occidente no es ajeno: París atraviesa un estallido social y en Estados Unidos un empresario aliado de Donald Trump fue asesinado durante un mitin político.
¿Cómo se para frente a esta escalada de violencia la Argentina? la memoria podría ser un cortafuegos, el diálogo también. ¿Qué hacer con las redes sociales? ¿Qué actitudes tomar para que las pantallas dejen de atentar contra el autoestima, la concordia y la paz social?
Son preguntas que nos tenemos que hacer y responder lo antes posible. Son los desafíos reales del presente, ya no del futuro; desafíos que van más allá del precio del dólar o el equilibrio fiscal.
La sociedad empieza a hablar, a manifestarse. Y en la Argentina de la democracia eso se refleja en las urnas. En todas las provincias los argentinos vienen diciendo basta al modelo de la prepotencia, la soberbia y la intolerancia. Es que claro, son las provincias y los municipios donde los ciudadanos encuentran una respuesta frente al abandono de la administración nacional. No podría ser de otra manera.
Estamos rumbo a unas elecciones en las que, si bien se elegirán legisladores nacionales, no dejarán de ser compulsas distritales. La mayoría de los gobernadores han construido su propia alternativa frente a la polarización paralizante. Se trata de una actitud sensata y razonable, pues el país que tendremos que reconstruir a partir del 10 de diciembre no será posible sin federalismo y sin consenso político.
Las crisis sociales, políticas y económicas siempre traen consigo una oportunidad. Debemos aprovecharla. Ha sido mucho ya el sufrimiento y el esfuerzo de la sociedad, es hora de recuperar la estabilidad y la concordia que venimos perdiendo ya desde hace años, que se cristalizó en la pandemia y se acentuó en el último año y medo. Es imposible el desarrollo de un país en el que su dirigencia no deja de hacerse zancadillas.
Tomemos estos días para reflexionar. Solemos decir que el tiempo del Milagro abuena a los salteños, tratemos de contagiarlo al resto del país, nos van a estar mirando.
Aprovechemos, una vez más el norte del país puede marcar el norte de la Patria.
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