Hiroshima
Sonó la Campana de la Paz, para recordarle al mundo que la guerra no es el camino. A 80 años del estallido que partió en dos la historia de la humanidad, hay datos que indican que la lección no se aprendió.
Todos los países de la Tierra recuerdan hoy el acontecimiento que pone el nombre de Hiroshima en la boca de todos. Fue el 6 de agosto de 1945 a las 8:15 a.m. hora de Japón cuando estalló la primera bomba nuclear y hasta hoy se sigue discutiendo razones y efectos, sin que nada -o poco- el debate sirva para que se anule ese riesgo.
Se sabe que el arma mortal se usó contra un país que no se doblegaba incondicionalmente mientras agonizaba la Segunda Guerra Mundial. Centenares de miles de personas murieron y los que sobrevivieron han sufrido durante toda su vida las secuelas, como quemaduras, cáncer o malformaciones causadas por la radiación. Otra consecuencia es una ceremonia que se repite desde 1947, cuando el alcalde en funciones de esa ciudad tañe una campana llamando a la abolición de las armas nucleares y exhorta a luchar por la paz mundial. Japón tiene el compromiso de no volver a incursionar en la guerra y sostiene los “Tres Principios No Nucleares”, que rechazan la posesión, producción e importación de armas nucleares.
Sin embargo, vale en esta jornada recordar qué sucede en el resto del mundo. Desde el país oriental, quienes sobrevivieron a la tragedia reconocen que en 80 años nada ha cambiado y hasta hay un riesgo mayor que en el pasado. A esa mirada se suma una ponderación objetiva.
En junio pasado se dió a conocer el Índice de Paz Global correspondiente a 2025, divulgado por el Instituto para la Economía y la Paz, que lo elabora desde varias décadas. El informe indica que “la paz mundial está en declive, con un aumento de tensiones geopolíticas”. Lamentablemente también precisa que se está registrando el número más alto de conflictos desde la Segunda Guerra Mundial y alerta de que es alta la probabilidad de que surjan nuevos, por la competencia entre las grandes potencias, las tecnologías de guerra y el alza de la deuda de economías frágiles.
Según el índice, la paz mundial se ha deteriorado cada año desde 2014. Actualmente hay 59 conflictos estatales activos, con 78 países involucrados y 152.000 personas han muerto por enfrentamientos registrados el año anterior.
Estos datos no se deben desatender ya que no solo hay consecuencias por muertes de manera directa, sino que desaparece la calidad de vida por las pérdidas materiales y especialmente, de la seguridad física y emotiva. Se suma a ello el impacto económico, que se estimó en una cifra que equivale al 12% del producto interior bruto mundial. Este cálculo económico no se agota en esas cifras y alerta de que la inversión global en prevención de conflictos se ha reducido drásticamente.
No todas las regiones muestran las mismas características pero el índice marca a Europa Occidental y Central, como la más pacífica. Es el área donde se ubica el país más pacífico del mundo y es Islandia. En el punto opuesto se ubica la llamada región MENA, que integran Norte de África y Oriente Medio y dentro de ella Sudán, Yemen, Siria e Israel, son las naciones más belicistas.
América del Sur fue la única región que mejoró en cuanto a la paz, siendo Perú el que registró la mayor mejora, impulsada por la reducción de los disturbios civiles. Pero hay que cuidar esos logros, porque no solo las armas los alteran. La pobreza, la falta de empatía ante los problemas de los otros, los errores en la fijación de prioridades juegan un rol fundamental en mantener la paz social, que debería ser el objetivo final de cada comunidad.
Salta, 06 de agosto de 2025
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