Opinión25/04/2025

Homenaje

A horas de que Francisco sea historia, los argentinos lo despidieron de distintas maneras. La mayoría oró por él pero más por un país que lo valora por lo que fue pero que no lo hizo cuando era.

Esta semana abrió con la noticia de la muerte del único Papa argentino y el primero latinoamericano. Y cerrará con su funeral, una despedida que será un acto sencillo pero con fuerte significado espiritual. Quizás a muchos no les parezca, a menos que consideren los fastuosos ritos históricos.

Entre estos dos momentos han ocurrido en el país acontecimientos que convirtieron a la muerte del que se reconoce como el connacional más importante de la historia, en un espejo que devuelve una imagen que no gusta. Es la de una sociedad que sometió a un religioso, llamado Jorge Bergoglio, en un exiliado que nunca pudo volver a su patria, ni aún muerto.

Su grandeza es lo que permite que este sábado, en sus exequias, esté el presidente Javier Milei, quien lo insultó sin que el radar de la acción pontifical lo hubiese detectado. El mandatario libertario desató sobre el Papa Francisco una andanada de improperios y a cambio  recibió un perdón que lo dignificó.

Por estas horas se cuentan por decenas de miles las personas que solo caminan frente a su féretro sin mayores pompas; serán las más pobres y necesitadas las que recibirán su féretro fuera del boato del Vaticano, tal como es su voluntad. Desde el domingo solo se visitará su tumba.

En tanto, el país mira -en una obra cuya dimensión no fue medida mientras se realizaba- una cara de su propia realidad. Los homenajes que se sucedieron en estos días llevó a que se reconozca que durante un poco más de una década se lo empujó a la grieta que separa a los argentinos, pero no cayó porque su sabiduría lo ubicó por encima de la mezquindad de los sectores en pugna.

“¿Qué nos pasa a los argentinos que nos cuesta tanto reconocer a los que nos representan? ¿Porqué no podemos honrar a alguien que fue el mejor?, se preguntó Flavio Fama, radical de Catamarca, en la sesión de este jueves en el Senado de la Nación. Las máscaras se cayeron cuando hubo que justificar detrás del homenaje al Sumo Pontífice muerto la postergación de decisiones que, de todas maneras, deberán tomarse.

Mientras el mundo, más allá de las creencias religiosas y de la pertenencia a grupos políticos o naciones, ponderó la acción del líder de la Iglesia Católica, en el país de Francisco se comenzó a repasar el cambio que produjo en la visión del planeta cuando rompió estructuras, dio lugar a las minorías y se jugó por los más desfavorecidos. 

Pero ya no podrá acompañar esa revolución porque las decisiones transitan por otros carriles. Las corrientes conservadoras de la Curia han declarado que concluyó una era en la que hubo un acercamiento a países comunistas o islámicos y a grupos minoritarios como los de homosexuales o a los divorciados, a los que el jesuita les dio cabida.

Queda la esperanza de que sus enseñanzas cambien el entramado de relaciones políticas y sociales en la Argentina, En varios foros se rescataron principios conceptuales que ayudaron a Francisco a comprender no sólo las encrucijadas de su país, sino algunos desafíos de su propia Iglesia.

Pueden ser el núcleo central de todo programa político, se escuchó decir tanto en el Senado de la Nación como en el de la Provincia. Es el legado que se recibe en cuatro máximas: “El tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; y el todo es superior a la suma de las partes”.

Apropiarse de su pensamiento puede ser el inicio de un camino de grandeza y el homenaje que Francisco se merece.

Salta, 25 de abril de 2025

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