Opinión Juan Manuel Urtubey 17/06/2024

Güemes

Güemes, líder indiscutido, despertó amores y odios con igual intensidad

“Era en su tiempo el más salteño de los argentinos y el más argentino de los salteños” como lo definía el gobernador Joaquín Castellanos recordándolo en la velada de clausura del centenario, la noche del 17 de junio de 1921. 

Quiero recordarlo a nuestro Héroe Gaucho, compartiendo con ustedes algunos fragmentos de la obra de mi amigo Abel Cornejo en su libro La Mirada de Güemes.

Habrá tenido errores humanos, como cualquier mortal. Habrá tenido sentimientos, pasiones, instintos, virtudes y miserias, como todos los hombres. Habrá sido imperfecto, por supuesto. Pero su ideario, basado en la libertad, el orden institucional y la convicción irrenunciable de que no debíamos depender de nada ni nadie, merece un reconocimiento diferente. 

La figura de Güemes no se resume en un mero desfile de gauchos que agrada a la vista del turista que llega a Salta; él es el verdadero padre de la identidad nacional argentina.

Existe una constante en las historias escritas sobre Güemes, y es que remarcan su rol de defensor de la frontera, como el sostenedor de la defensa para que San Martin pudiese llevar a cabo la campaña libertadora desde Chile, pero acaso se ignora una cuestión fundamental: fue el primer gobernador elegido por la voluntad popular, afecto al orden institucional hasta la obsesión; en realidad fue quien tuvo una visión inquebrantable sobre la necesidad de afianzar la soberanía nacional a partir de un Estado independiente.  

Cuando irrumpió en la vida pública generó un profundo desconcierto. Al erigirse en el primer caudillo popular de la historia argentina, en un país donde las elites dominantes no aceptaban el ascenso social, con su impronta marcó una diferencia fundamental que se fue gestando tanto en el Fuero Gaucho, como en la consagración de la igualdad entre todos los salteños. Pese a que se ha tratado de ignorar esta característica y se quiso hacer un parangón con otros próceres, no cabe duda que fue un avanzado y un incomprendido en su tiempo.

El caudillo salteño quería fundar una nueva nación, libre de cualquier dominio o poder. Sin la devoción que despertaba en sus seguidores hubiera sido imposible su gesta y su lucha.

Si se quiere entender a Güemes, debe aceptarse que fue el artífice de la identidad nacional, dado que no hubo ningún otro hombre de su época que tuviese tan clara esa idea, ni que haya bregado tanto por forjarla.

Un caudillo es la cabeza que guía y manda al pueblo en la guerra y Güemes lo fue.

Quiero finalizar citando a mi antecesor, Joaquín Castellanos, que dijo, “Todo apóstol de una gran idea es el mártir de su propia causa”. 

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