Opinión Armando Caro Figueroa 14/11/2023

Recuerdos tucumanos (2)

Retomo el tema de mi columna anterior, referida a mi vida universitaria en el Tucumán de los años 60.

Hacia mediados de 1962, la Argentina debatía la sucesión del precario presidente José María GUIDO. Aspiraban a sucederle Arturo ILLIA, Oscar ALENDE y Pedro Eugenio ARAMBURU. 

El caso es que ARAMBURU, quién fuera presidente provisional a raíz de la llamada “revolución libertadora” que derrocó a PERON en 1955, se presentó en Tucumán haciendo campaña, provocando el malestar de algunos estudiantes y de algunos trabajadores.

Enterados de que ARAMBURU se alojaba en el distinguido Hotel Coventry, a metros de la Facultad de Derecho, varias agrupaciones reformistas nos citamos en la vereda del Hotel para repudiar la visita, enrostrándole su responsabilidad en el golpe cívico militar de 1955. 

Es bueno recordar que, a comienzos de los años de 1960, los estudiantes que defendían el ideario de la Reforma Universitaria de 1918 habían comenzado un proceso autocrítico. Es decir, a replantearse su cerrado antiperonismo, que los llevó a integrar comandos civiles y a celebrar como una victoria propia el derrocamiento de PERON y su salida en la cañonera paraguaya.

Un Congreso especial de la Federación Universitaria Argentina (FUA) celebrado en Tucumán aprobó un documento que sentó las bases para el renacimiento del peronismo universitario y tendió puentes para unir a quienes reclamábamos democracia, incluyendo a aquellos más audaces que comenzaban a soñar con una Revolución que alumbrara un Hombre Nuevo.

Los imberbes congresales de aquel tiempo estábamos lejos de imaginar que este reacomodamiento de fuerzas estudiantiles eclosionaría con la aparición hegemónica de la JOTAPE cuyo núcleo mayoritario sería conducido por el Partido Montonero.

Pero esa es otra historia. Volvamos al Hotel Coventry donde un puñado de estudiantes entonábamos cánticos y consignas de repudio a ARAMBURU. En un momento dado, me subí a un balcón de la calle 25 de mayo y, mientras lanzaba ejemplares rotos de la Constitución de 1853, arengué a mis compañeros en un lenguaje tibiamente peronista y furiosamente republicano, propio del Partido Reformista. 

En medio de los aplausos de mis colegas, apareció la policía secreta tucumana y fui llevado al calabozo que funcionaba en los bajos de la Casa de Gobierno de Tucumán, donde fui tratado sin violencia. Fue la primera y única vez que estuve preso. 

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