La disputa de hegemonía
No creo que a esta altura de la vida se ponga en duda mi militancia en el peronismo por citar al filósofo marxista, político, sociólogo y periodista italiano Antonio Gramsci.
Una de sus frases quizás más recordadas es una en la que convoca a sus compañeros a prepararse para enfrentar la batalla por la hegemonía; concepto con el que se refería a la capacidad de darle una dirección política a la marcha de la sociedad.
Decía Gramsci:
“Instrúyanse, porque necesitamos toda nuestra inteligencia.
Conmuévanse, porque necesitamos todo nuestro entusiasmo.
Organícense, porque necesitamos de toda nuestra fuerza”.
La proclama del intelectual italiano fue publicada a fines de 1919, un par de años antes de ser perseguido, detenido y encarcelado por el régimen fascista de Benito Mussolini.
Y aunque Gramsci murió en la cárcel en 1937, donde a escondidas llegó escribir varios volúmenes fundacionales para las ciencias sociales modernas, su producción intelectual y literaria sembró las bases de lo que se convertiría luego en la socialdemocracia europea y el Estado de Bienestar que reconstruyó al viejo continente luego de las guerras.
Me gusta esa frase porque es una síntesis muy correcta, creo, de las condiciones que deben asumir los hombres y mujeres que sueñan con una sociedad mejor, más justa y más libre.
En otras palabras, la proclama convoca a la construcción de un proyecto colectivo sobre la base de la sensibilidad social, la preparación técnica y la fuerza del trabajo en equipo.
Siento que es atinada para los tiempos que vivimos. Creo que es lo mínimo que le exige la sociedad a quienes pretenden ocupar responsabilidades públicas importantes.
Hombres y mujeres convencidos. Con un programa de acción, un horizonte claro y una voluntad infranqueable para avanzar en esa dirección.
Así se disputa la hegemonía. Y pongamos un ejemplo, porque siempre los ejemplos son buenos recursos pedagógicos:
¿Cuáles son los modelos hegemónicos que se disputan la dirección social, política y económica de Salta?
En términos generales, podríamos inferir que hay sectores que pretenden que los recursos, las riquezas y las potencialidades de nuestra provincia se mantengan concentradas en unas pocas manos. Piden que el Estado intervenga lo menos posible, y que la población en general quede librada a la suerte de acceder como pueda a la justicia, la educación, la salud o el trabajo.
En la vereda del frente, hay toda una corriente de opinión que propone una disrupción frente a ese modelo de privilegios, primarización y concentración de la economía. Que entiende que ese modelo lleva más de un siglo y no ha generado el progreso suficiente para que la mayoría de la sociedad alcance estándares de vida dignos.
Y no quiere decir que esta visión se oponga, ni remotamente, al sistema capitalista, que es el sistema que más progreso y creación de riqueza generó en el mundo. Por el contrario, la disrupción implica estimular las fuerzas de la producción, atraer inversiones privadas y apuntalar la generación de valor agregado en origen. Pero siempre desde una mirada de libertad, sostenibilidad, responsabilidad social e igualdad de oportunidades para las mayorías.
Si bien la hegemonía siempre se disputa en el campo de la cultura, la construcción del sentido y la persuasión frente a la ciudadanía, lo cierto es que en democracia se disputa fundamentalmente en las urnas. Radica en ese acto electoral a conciencia, individual, secreto y completamente libre, el poder de la sociedad para construir su destino.
Se acerca un nuevo turno electoral, y los modelos hegemónicos nuevamente se expondrán ante el escrutinio de la sociedad. Nada mejor que la democracia.
Hace 4 años los salteños elegían un modelo que prometía poner en marcha una provincia sin privilegios, más justa, más libre y con más oportunidades para todos. El contrato electoral se cumplió. Salta hoy está mejor que hace 4 años, pese a quien le pese. Y como dijo el gobernador Gustavo Sáenz ayer en la Asamblea Legislativa, es mucho lo que se logró, pero es tanto más lo que queda por hacer.
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