Aprobación
La democracia argentina ha dado otro paso hacia su fortalecimiento. Más allá de los resultados de las pasadas elecciones, se hizo lugar a una forma de participación ciudadana que, en cada comicio, tiene la oportunidad de evaluar la tarea política que se despliega desde la administración del Estado a la práctica del control del manejo de los asuntos públicos, que es tarea de los legisladores. Y a través del voto, califica.
Ello permite valorar el sistema que consagra la Constitución Nacional, que con las elecciones de medio tiempo facilita correcciones y la enmienda de decisiones anteriores. Además, fortalece una línea de acción u obliga a un cambio. Lo ocurrido el pasado domingo fue una aprobación que, en base a la historia institucional argentina, no debe considerarse de ninguna manera un cheque en blanco. La voluntad popular hizo su aporte a la gobernabilidad, ampliando el número de bancas del oficialismo en ambas cámaras del Congreso pero sin facilitar la hegemonía que suele atentar contra las funciones de un poder que, en su integración, asegura el carácter representativo de la democracia argentina.
Por supuesto que el ejercicio de la democracia no se reduce a las prácticas electorales. La vida institucional transcurre por muchos carriles y en un país en crisis, plantea urgencias que deben atenderse sin dilaciones.
En el centro de la escena se coloca la segunda mitad de un mandato que, tras el mensaje de la ciudadanía, tiene una estructura política más sólida para llevar adelante un proyecto que fue ratificado apenas se tuvo la certeza del triunfo. El primer acto fue la convocatoria a un trabajo mancomunado de todos los sectores con responsabilidad de poder. El Congreso y los gobernadores están en la primera fila pero también deben definir el alcance de su predisposición otros grupos organizados que representan a la sociedad civil.
Todo indica que esta etapa tendrá severas dificultades, en tanto no haya una lectura precisa del pronunciamiento popular. Seguir desoyendo los mensajes puede profundizar los problemas o, al menos, demorar las soluciones, muchas de las cuales emanan de leyes, como las que se necesitarán para avanzar en las reformas propuestas por el gobierno libertario.
Nadie puede argumentar ignorancia respecto de lo que se aprobó en las elecciones de medio tiempo. Fueron banderas que se agitaron en la campaña electoral y les cabe a los representantes de la ciudadanía trabajar en su concreción. Además, tienen un principio de acuerdo de buena parte de la estructura política nacional, que participó del Pacto de Mayo.
Allí toma sentido la insistencia del Gobernador de la Provincia, uno de los que suscribió ese acuerdo, de llamar a senadores y diputados nacionales a apoyar lo que conviene a Salta. Las tres bancas que ha logrado el frente que lideró deben interpretarse como la legitimación de su vínculo con la Presidencia de la Nación que, en general, fue de acompañamiento o de confrontación en algunas ocasiones.
En lo inmediato no debiera haber cambios porque la nueva integración del Parlamento operará en diciembre. Sin embargo, una actitud madura de la dirigencia política debiera mostrar que la sociedad le está marcando los caminos a transitar y en la decisión más importante del año parlamentario, que es la aprobación del Presupuesto, concurrir a asegurar el equilibrio en el manejo de los recursos públicos.
El triunfo del oficialismo no alcanza para suponer que el diálogo político no es necesario. Es la única posibilidad de alcanzar la unidad en torno de propuestas que deben debatirse, sin exclusiones.
Salta, 27 de octubre de 2025
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