Sociedad04/06/2025

El "Rodrigazo": el plan del ministro "espiritual" que partió en dos la historia de la economía argentina

Celestino Rodrigo, el ministro que llegó de la mano de José López Rega, aplicó un plan de shock devaluatorio que disparó las tarifas y los precios y quedó en la memoria con un nombre indeleble.

¿Los muchachos de la CGT cantando uno de los hits más candorosos de Los Beatles? La impensada amalgama tuvo lugar en las calles turbulentas de la Argentina, hace 50 años. Naturalmente, el verso alegre "¡Obladí, obladá!" (y lo que sigue) había sido sustituido por otro, en español explícito:

"Lopez Ré/ López Ré/ Lopez Reeeega/ ¡La puta que te parió!".

Habían pasado dos meses y tres días del shock de medidas económicas aplicadas Gobierno y ahí estaba la respuesta sindical. Al protagonista principal también le dedicaron su canción, un poquito más pesada: "Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, Rodrigo h...de p...", seguido del más irreproducible de los deseos.

Los manifestantes habían hermanado en el amable cancionero al mentor, el todopoderoso José López Rega, y al hombre que le había puesto la firma y la cara al plan que pasaría a la historia por la escala del ajuste y por un nombre que arrastró el recuerdo a lo largo de las décadas: el "Rodrigazo".

La historia contemporánea argentina tuvo varios "azos", pero seguramente el uno-dos lo integran dos episodios bastante cercanos en el tiempo. El primero elevó el máximo la temperatura de una época. El segundo, seis años y unos días después, llevó como nombre un apellido de los más comunes en Argentina, y constituyó un hito, un límite brutal, un final cuyas esquirlas todavía se pisan en el presente

Si en 1969 el Cordobazo unió a estudiantes y obreros industriales para voltear desde la base al gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, el Rodrigazo representó lo opuesto. Vino desde arriba y fue un plan económico de ajuste o "sinceramiento", según la escuela. Que fracasó en lo inmediato por la fuerte resistencia sindical, pero inauguró una larga etapa que condicionó al país en las décadas siguientes. Este 4 de junio se cumplen exactamente los 50 años del aquel shock.

El diagnóstico de Isabel y los anuncios del ministro que viajaba en subte

“El país está como un enfermo y hay que operarlo para salvarle la vida”, dijo María Estela Martínez de Perón, con las drásticas medidas ya anunciadas. Una comparación el extremo, en el tono del ambiente de la época. La presidenta había decretado un aumento del salario mínimo para tratar de paliar los efectos del plan que su propio gobierno acababa de implementar.

En la cronología formal, la historia del Rodrigazo arrancó en la mañana del 2 de junio de aquel 1975. Ese día el economista Celestino Rodrigo, de 60 años, bajó de su departamento de Caballito para tomarse el subte A en la estación Acoyte y viajar hasta la Casa Rosada. Decenas de personas compartieron vagón con el pasajero de traje que dos días después iba a tomar una medida que les alteraría abruptamente la vida.

Celestino Rodrigo, un ingeniero industrial que había trabajado en el Banco Nacional de Desarrollo en los años del primer peronismo, y en el gobierno de Isabel se desempeñaba como secretario de Seguridad Social, asumió como ministro de Economía en un país convertido en un tembladeral después de la muerte de Juan Domingo Perón, once meses antes. La gestión de su viuda era caótica, en un clima de violencia política alimentada por el enfrentamiento entre el sector ortodoxo y el ala combativa del peronismo.

El período de acumulación capitalista que en la posguerra había fomentado el “estado de bienestar” todavía derramaba. Un país con 2,3 por ciento de desocupación, es decir, virtual pleno empleo; expectativas de ascenso social, buenos niveles educativos eran indicadores que mostraban que todavía se vivía bien en la Argentina, pese al alerta de una inflación creciente que el Gobierno no lograba dominar.

Pero todo estaba por cambiar y el Rodrigazo fue un punto de inflexión, con su modelo de ajuste, concentración económica y prioridad a la valorización financiera.

Rodrigo fue el tercer ministro de Economía del período 73/76, el de la vuelta del peronismo al poder. El primero había sido José Ber Gelbard, de enfoque opuesto y contra cuyas políticas apuntaron las de Rodrigo. En el medio, en todo sentido, había estado Alfredo Gómez Morales, que había aplicado medidas de ajuste progresivo.

Por eso, para el economista Juan Carlos de Pablo lo que llegó con Rodrigo “no era algo nuevo”, al menos no del todo. La diferencia fue que se desató en otro grado. “Lo que cambió fue la dosis. La novedad fue la dosis, que generó una susceptibilidad fenomenal”, afirma, 50 años después de los hechos, en una convesación con PERFIL.

Celestino Rodrigo fue el elegido por José López Rega, el hombre fuerte del gobierno de Isabel, con quien, se dijo, compartía la afición a la astrología y las prácticas esotéricas. Rodrigo le puso la cara a un plan que, coinciden las fuentes, estaba diseñado de antemano. El autor había sido el ultraliberal Mansueto Ricardo Zinn, a cargo de la Secretaría de Coordinación del ministerio. Zinn después fue asesor de José Martínez de Hoz durante la dictadura y reapareció en democracia al lado de María Julia Alsogaray en el proceso de privatizaciones de Entel y Somisa. Su vida terminó en un accidente aéreo en Ecuador, en 1995, el mismo que tuvo entre sus víctimas al presidente de YPF José Estenssoro.

Celestino Rodrigo: la frase que fue una advertencia

El día que asumió Rodrigo no hubo anuncios formales, pero el adelanto fue inequívoco: “Las medidas que vamos a aplicar serán necesariamente severas y durante un corto tiempo provocarán desconcierto en algunos y reacciones en otros. Pero el mal tiene remedio”..

Los periodistas fueron los primeros en advertir lo que se venía con los anuncios programados para el 4 de junio, cuando, el 3 de junio, el flamante ministro les dijo: “Mañana me matan, o mañana empezamos a hacer las cosas bien”.

En aquellos días de 1975, Buenos Aires y el país se enganchaban con Nazareno Cruz y el Lobo, la película de Leonardo Favio, y en la tele descollaba la novela Piel Naranja, con Arnaldo André y Marilina Ross. En los teatros porteños cantaban con éxito el francés Charles Aznavour y el brasileño Roberto Carlos, mientras los hinchas de River se ilusionaban con salir campeones después de 18 años. En el mundo dominaba la noticia de la cumbre del presidente norteamericano Gerald Ford con el líder egicpio Anwar el-Sadat para arreglar los conflictos en Medio Oriente.

Aunque se habían filtrado pormenores, el 4 de junio se conoció oficialmente el plan que se perpetuó en la historia con su nombre. Mientras se fijaba un feriado cambiario hasta el 9, el impacto en la calle fue grande: rápidamente la población cayó en la cuenta de que su vida no iba a ser la misma. Que algo se había terminado.

El "Rodrigazo": el "shock" de medidas que cumple 50 años

Ese 4 de junio de 1975 el Gobierno fijó una devaluación del peso en relación al dólar del mercado oficial de 10 pesos por dólar a otra de 26 pesos. En el caso del dólar financiero, del valor de 15 pesos pasó a uno de 30. También se aplicó un impuesto de del 50 por ciento a la divisa para viajar al exterior,

El tarifazo fue doloroso: la luz subió entre un 40 y un 50 % para las casas de familia y un 75% para las industrias; el gas, entre el 40 y el 60 % para los hogares y 75 % para las fábricas. El boleto del colectivo pasó de 1 peso a 1,50.

En las siguientes horas el Gobierno autorizó subas del 20 % del pan y del 23% de la leche. También aumentaron los precios de los fideos, el queso, la manteca y el dulce de leche. Los taxis se fueron al doble. Y unos días después los boletos de aviones y trenes subieron entre un 80 % y un 120 %.

Las tasas también de acomodaron. "Se decidió aumentar, con un sistema de reajustes periódicos, o directamente liberar, según los plazos, las tasas de interés para los depósitos bancarios", detallan los periodistas Raúl Dellatorre y Néstor Restivo, en su libro El Rodrigazo, editado por Capital Intelectual en 2016.

En el momento del anuncio el ministro explicó que el paquete apuntaba a reducir el déficit fiscal, para favorecer a las exportaciones y lograr un mayor ahorro interno. Un efecto fue la gran licuación de deudas, que favoreció fundamentalmente a las grandes empresas.

“Fue una sorpresa, todos esperaban que pasara algo, pero no con esa dosis. El problema fue la cuantía”, insiste Juan Carlos De Pablo, al recordar el impacto social que produjeron los anuncios.

Juan Santarcángelo, economista e investigador del Conicet, sintetiza a este hito económico como un plan de ajuste que consistía en aplicar un shock ortodoxo con el objetivo de eliminar la distorsión de los precios relativos En diálogo con PERFIL, remarca las consecuencias que generaron las medidas, además de los aumentos por la bomba devaluatoria: “Hubo un proceso enorme de desabastecimiento. Y una pérdida de reservas (disminuyeron de 1.400 a 700 millones) que derivó en que Isabel acordara con el FMI", algo que no había sucedido hasta entonces en los gobiernos peronistas y que entre octubre de 1975 y marzo de 1976 ocurrió tres veces, el primero por la crisis del petróleo y las otras dos por la caída en las exportaciones y el desequilibrio en la balanza de pagos.

Con los anuncios calientes, ¿cómo reaccionaba la calle? Un registro de Canal 11 que se puede encontrar en YouTube marca algunos indicios. Un joven de bigotes y pulóver dice que el país padece "una inflación importada", que "los niveles de producción están un poco bajos" y que "en términos generales" está de acuerdo con los argumentos de Rodrigo. "Fe y esperanza", pide un transeúnte de traje. "Que se haga sufrir menos a la población", agrega otro hombre. Otro entrevistado sostiene que una liberalización de los mercados "es la única forma de regularizar" y que las medidas pueden derivar "en el advenimiento de un nuevo equilibrio". Las opiniones muestran en general cierta expectativa respecto del desánimo del presente. "Hay que esperar", "si se cumple lo que dijo va a ser positivo", "es muy posible que haga bien la cosas" son las frases que se suceden en el "picado" de testimonios en la calle Florida.

El "Rodrigazo": ¿Quién lo bautizó?

El término “Rodrigazo” no necesitaba de un autor puntual, se iba cocinando en las calles. Sin embargo, Juan Carlos Cárdenas, un diputado del partido Vanguardia Federal de Tucumán, lo pronunció en público y quedó como el mentor, al menos en el mundo de la política.

Más datos sobre el plan que marcó un cambio de paradigma desde el keynesianismo hacia el llamado “capitalismo salvaje”: en 1975, el PBI bajó un 1,4 después de 11 años de crecimiento y la inflación trepó al 44 % contra el 57 % de todo el año hasta entonces. En todo el año sumó un 182 %, una cifra notoria teniendo en cuenta que, salvo por una excepción en 1959, el índice siempre se había mantenido en uno o dos dígitos a la largo del siglo.

“La mejor manera de reflejar lo que pasó es que la inflación promedio de los 10 años anteriores al Rodrigazo estaba en torno al 30 por ciento, y la de los 10 años posteriores promedió el 250 por ciento. A partir de ahí el país entró un declive lento pero sostenido donde se desmadró completamente el tema de la inflación”, apunta Juan Manuel Telechea, economista y profesor universitario.

Uno de los objetivos del plan era achatar el consumo para que quedara un mayor saldo exportable. Los salarios habían sido ajustados en un 38%. Pero nada alcanzaba y el 17 de junio, se acordó en la paritarias un 45%. El peso de la lucha sindical y la potencia del reclamo consiguieron que el salario llegara a aumentar un 130 por ciento, y que el plan, fuera, desde algún punto de vista, “derrotado”.

En palabras del economista Telechea, “la devaluación tremenda desató un proceso de puja distributiva en un contexto de un fuerte conflicto tanto a nivel político como económico, por la fortaleza que tenían los sindicatos para resistir las medidas.Cuando viene la dictadura, trata de combatirlo primero con la desaparición de parte de la clase trabajadora. Después tratan de contenerlo con endeudamiento y viene todo lo que conocemos”.

La expansión de la actividad financiera, junto al dólar paralelo y los títulos públicos con cláusulas de indexación, asfaltaron el camino de para la “bicicleta” que quedó como un símbolo de la última dictadura militar, instaurada meses después.

El primer paro general a un gobierno peronista

El Rodrigazo fue muy bien recibido por el Consejo Empresario Argentino (CEA), que con Techint, Fortabat y Pérez Companc celebró el plan. En lo político sobresalió la visita de Ricardo Balbín a la Quinta de Olivos para ver a la presidenta, el 16 de junio. El lider radical no se fue ni muy contento ni muy tranquilo.

El viernes 20 de junio, José López Rega reingresó a escena después de un viaje “reparador”. No volvió particularmente relajado: “He retornado con ánimo y fuerza renovadora para darles duro a quienes no quieren colaborar con la Patria y a los que tengan la cabeza dura les vamos a encontrar una maza adecuada a su dureza. El quebracho de la Argentina es muy bueno”, soltó a su llegada. El tono de la época.

Una semana después, una movilización en la Plaza de Mayo reclamaba aumentos y pedía su cabeza: “Isabel coraje, al Brujo dale el raje”, le cantaban.

Mientras, Celestino Rodrigo seguía defendiendo sus medidas. La polémica se trasladó al Congreso, donde el gabinete económico fue interpelado, en sesiones de hasta 12 horas en la Cámara de Diputados.

A los 21 días de haber asumido, el ministro citó una clásica frase de Perón para defender sus tarea. “Mejor que decir es hacer”, dijo para iniciar un discurso con acento en la herencia recibida. Habló de la “sucia especulación”, del “pleno empleo disfrazado” con la incorporación de empleados al Estado, de la emisión monetaria y el crédito restringido, y, sobre todo, del control de precios que había propiciado “un mercado negro que prometía avanzar en proporciones siderales”. A eso, su gestión le oponía un “realismo económico”, porque ya no era posible “destruir los ingresos del mañana para sostener una situación ilusoria en el hoy”.

Para el movimiento obrero organizado eran apenas frases. La CGT resolvió que a partir de las 0 horas del lunes 7 de julio iba a realizar un paro general. El Rodrigazo había provocado otro quiebre histórico: mientras el ministro nombraba a Perón, el sindicalismo le hacía el primer paro de esas características a un gobierno peronista. En las calles, los cánticos arreciaron contra Celestino Rodrigo y también contra su mentor.

Cuatro días después después del paro, López Rega renunció a todos sus cargos. Se instaló unos días en la Quinta de Olivos, donde Isabel estaba recluida casi sin ver a nadie. Y con la excusa de una salida para ser embajador itinerante en España, salió del país el 20 de julio. Terminó refugiado en una quinta en Jerez de la Frontera.

El final de Celestino Rodrigo en el gobierno de Isabel Perón

El hombre que la dio el apellido al Rodrigazo duró 49 días en el cargo. Su desplazamiento sucedió el mismo día en que el Gobierno, a través del ministro de Interior, Antonio Benítez, se viera en la obligación de aclarar que la presidenta no iba a tomarse un licencia, como había trascendido.

Todo parecía atado con alambres. Tres días después de la salida de Rodrigo asumió Pedro Bonanni, que había ocupado el cargo (como ministro de Hacienda) en el segundo gobierno de Juan Perón.

Vinculado al sector financiero, había estado alejado de la política. Se decía que su plan consistía en congelar los precios a los niveles del 31 de mayo, más algunas medidas que incluían subsidios y nacionalizaciones. Tuvo un gesto con la CGT, que le ofreció una tregua si frenaba por 180 días los despidos y las suspensiones. Pero a los pocos días, el ministro propuso instaurar un seguro de desempleo, una idea que el sindicalismo rechazó. Como las cúpulas empresarias estaban enojadas por las cesiones a la CGT, el ministro terminó sin conformar a nadie. Duró 21 días. Lo sucedió Antonio Cafiero, que estuvo hasta febrero, cuando al gobierno ya no le quedaba casi nada. Hubo un ministro más, Emilio Mondelli, quien permaneció hasta el golpe de marzo de 1976.

Celestino Rodrigo, el ministro "espiritual"

Detrás de las decisiones económicas de Celestino Rodrigo había un fondo filosófico. Dos años antes de su actuación como ministro había publicado un breve libro de 60 páginas llamado Espíritu y revolución interior en la actual sociedad de masas. En esas páginas se mostraba como un enemigo de la “sociedad de masas” y de la idea del progreso en general. Sostenía que las transformaciones debían darse “en el alma de cada ser humano”.

Para que no se interpretara que proponía volver a una perimida sociedad artesanal, aclaraba que él distinguía entre el consumo masivo y el “consumo superfluo”. De hecho, el día del anuncio de su plan desalentó a los argentinos a consumir, precisamente, “bienes superfluos”.

Pero, ¿cuál era la frontera entre unos bienes y otros, en el pensamiuento de una persona que había aparecido en la primera línea de la escena pública para aplicar un plan de ajuste? Ni él mismo estaba seguro: “Reconozco que esta afirmación se puede criticar por considerarse imprecisa ¿Qué es indispensable? Verdaderamente no podría responder con exactitud”

Más allá de las preguntas que expresaban las dudas, la clave económica se iba develando: al considerarse enemigo del “crecimiento acelerado del consumo per cápita”, proponía “la utilización inteligente de los bienes que requiere el desarrollo de su conciencia individual de ser”. Un párrafo de un artículo de la revista Cuestionario, que dirigía Rodolfo Terragno, iluminaba el concepto: “El vulgo, que difícilmente accede a niveles tan hondos de pensamiento, tiene consagrado sin embargo, y desde antiguo, un adagio que coincide con la propuesta del actual ministro: ‘No es más rico quien tiene más sino quien se conforma con menos’".

Igual que Isabel Perón, Celestino Rodrigo fue detenido por la dictadura militar. Lo acusaron por violación de los deberes de funcionario público y malversación de caudales, en la causa por la llamada "Cruzada de Solidaridad Justicialista", promovida por José López Rega. Lo liberaron en 1980. En 1985 lo entrevistó la revista La Semana y seguía defendiendo su plan. Reiteró que cuando asumió “los precios estaban disfrazados y el país ya estaba devastado”. Murió de un infarto el 13 de diciembre de 1987, en Mar del Plata, a los 72 años.

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