Pacto de mayo: la oportunidad es para Milei
Pasada la euforia de la fría noche del 8 de julio y en las vísperas del Día de la Independencia, palabra que no figura en el léxico presidencial, con la rúbrica de dieciocho gobernadores de los diez puntos modificados, que en su momento el presidente propuso de manera desafiante ante una inolvidable Asamblea legislativa, plagada de insultos y agravios, comenzó la segunda fase del gobierno.
Siete meses le llevó a Javier Milei comprender que con sus bravatas y denostando a la política y los políticos como casta, le sería imposible llegar a buen puerto. No es con invectivas y diatribas como se construye una República. Parecería también reiterada la costumbre de refundar la Argentina cada vez que a un nuevo presidente se le ocurre que es único, inigualable y superador de todo y de todos. Tal vez con un ápice de modestia a lo que debería aspirar un presidente argentino es a que la mejor fundación que se puede realizar, es la de cumplir un programa de gobierno previsible y fundamentalmente al servicio de la gente. Si eso se lograse, aunque sea por una vez, estaríamos en presencia de un prodigio o un milagro. Como se le quiera llamar. Párrafo aparte merecen los gobernadores firmantes.
Sin duda alguna, ninguno de los dieciocho que asistieron debe haberse sentido en plenitud, ni tan siquiera próximos a su zona de confort. Por el contrario. Deglutiendo el rencor de las afrentas, como diría el poeta Almafuerte, optaron por priorizar la responsabilidad de darle gobernabilidad a Milei. Y por ese solo gesto el presidente les debería estar agradecido por el resto de su existencia, después del destrato y la falta de respeto a que fueron sometidos, sin ninguna necesidad. El llamado “modo campaña” hace rato que terminó. Pero concluyó no por buena voluntad, ni por las poco simpáticas chanzas del vocero Manuel Adorni, sino porque los indicadores económicos, otra vez, encendieron la luz amarilla para que el gobierno preste atención. Y esos indicadores marcan un rumbo ciertamente incierto, si es que de una vez por todas el gobierno nacional no decide, además de su plan financiero que empezó a dar barquinazos, a generar un programa de desarrollo y producción que la Argentina en su conjunto reclama a gritos.
Desde que el Banco Central decidió bajar la tasa de los plazos fijos, último golpe letal a la clase media, el dólar paralelo no ha parado en su tendencia alcista y junto con ello la posibilidad de salir del cepo se tornó particularmente ilusoria. Para los economistas que advirtieron esta situación como Carlos Melconian, Miguel Angel Broda o Ricardo López Murphy, el presidente les dedicó los calificativos de frustrados y fracasados. Ello sin contar la innecesaria tensión con Brasil, la profundización de la crisis diplomática con España y la ausencia a la cumbre del Mercosur, todo lo cual pese a que a Javier Milei no le importe, tiene repercusión en los mercados y en los inversores.
Quien, si tiene puestos los pies sobre la tierra, a pesar de que es un representante del cielo, es el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva: en el Tedeum del 9 de Julio dijo que la falta de observación del termómetro social, que mide la situación de los argentinos que viven de a pie y la libertad sin odio, deberían ser mirados con más atención. Por eso es que ahora la oportunidad, aunque más angosta, la tiene Milei.
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