El beso que retrasa
La historia que quiero compartir con todos ustedes empezó el 20 de agosto de este año, en el Estadio Accor, de Sídney, Australia, a las 12 hora local. Ese día se jugó la final entre los seleccionados de España e Inglaterra y ganaron las españolas por uno a cero. Ya eran campeonas del mundo.
En la ceremonia de entrega de premios, que se hizo en el centro del campo de juego del estadio, a la vista de todos, hubo un momento en que el Presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, entrega la medalla a la capitana del equipo, Jenni Hermoso. Fue entonces que el primero la recibe con un fuerte abrazo, o más precisamente, se le abalanza, a punto de quedar suspendido en el aire -dijo la jugadora- y le da un beso en la boca.
No sé si ha seguido esta historia que se entrega por capítulos y todavía no ha terminado. Nadie puede saber si tendrá un final, ni si será feliz.
Hasta ahora, el beso de Rubial estuvo más repercusiones que las bombas terroristas en Atocha, por las que murieron 193 personas. El gran John Carlin, en su columna del domingo 3, para “Clarín”, dijo que hizo una búsqueda en Google. Las bombas tuvieron poco más de tres millones de búsquedas. “El beso”, más de 45 millones.
En el capítulo siguiente, la Federación presidida por Rubiales se llamó una asamblea extraordinaria en la que las personas de bien pensaban quedaría un paso al costado. Eso no pasó, porque el presidente dijo dos veces: “no voy a dimitir”.
Obviamente, la misma Federación, que es más que Rubiales, entró en silencio del que no salió hasta ahora. Los clubes hicieron lo mismo. El Gobierno de Reino de España, que todavía preside el señor Sánchez, hizo saber que no tenía facultades para suspender a una autoridad ajena al poder político. Menos mal que intervino la FIFA, inició una investigación sobre el caso y suspendió Rubiales por noventa días.
En la siguiente entrega, lo que se hizo la Federación y el propio entrenador del equipo campeón, fue presionar al jugador para que posara junto a Rubiales en un vídeo para apaciguar las presiones sobre el caso, que ella no aceptó. No solo eso: dijo que su familia recibió presiones, que el beso no fue consentido y que se sintió vulnerable y víctima de una agresión.
Si bien Rubiales pretendió crear dudas sobre el contexto de su beso, mostrando imágenes de videos de la jugadora en los festejos, poco después de la ceremonia, aparecieron otras otros en lo que pudo vérselo, durante la final, ejecutar algunas otras acciones no dignas de elogio, como por ejemplo besar a otra jugadora en la mejilla, cargar en sus hombros a la jugadora Atenea del Castillo no festejos y, en el momento del gol de Olga Carmona, tomarse los genitales.
El impacto del caso fue todavía mayor, porque 81 jugadores de fútbol españolas, incluidas las 23 que integraron el equipo campeón, renunciaron a integrarlo hasta que hubieran cambios en la dirigencia.
Esto no se ve bien, habrá pensado la señora madre de Rubiales, que decidió iniciar una huelga de hambre en su defensa, encadenándose en un banco de la Iglesia de la Divina Pastora, en la ciudad de Motril, provincia de Granada, España. La protesta duró dos días.
Ya se dijo, y se seguirá diciendo, que este es un caso menor, que llegó a ser lo que es para la opinión pública, solo porque se hizo viral. Ya dijo Rubiales, nada menos, que él era la víctima de un feminismo exacerbado o algo parecido. Que su famoso beso fue espontáneo, mutuo y consentido.
A ver, como dice Milei. A ver señoras, señoritas, niñas. Todas ustedes saben o sabrán que la larga lucha por la igualdad de derechos de las mujeres empezó no hace mucho tiempo, en términos históricos. Todas saben que se libra todos los días, en lugares públicos y privados; que por esas luchas se ha avanzado mucho, pero que todavía falta.
Sabrán que no basta con conquistar derechos, para así avanzar un paso más en el largo camino emprendido. Después hay que seguir defendiendolos, por ejemplo, de conductas como las que hoy nos ocuparon. No es lo mismo ser mujer, aunque sea capitana y la diez del equipo, que ser el Presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Si uno es ese Presidente, está autorizado presumir que la capitana quiere o necesita que la bese. Si es ante millones de personas, no importa. Para él solo fue un gesto de amistad y gratitud.
Creo haber sido claro. Hay motivos para decir que este beso retrase.
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