Señores políticos. Estamos sentados sobre una bomba...
Para que haya paz social es necesario que los argentinos estén, en su gran mayoría, satisfechos con el lugar cultural y socioeconómico en el que se desenvuelven ¿Cuántos son los que están de acuerdo con la situación actual? Muy pocos. Hay una bronca larvada que esperemos que no explote.
Para que podamos trabajar, progresar, estudiar, capacitarnos, generar riqueza para una correcta redistribución. Para lograr instituciones que nos sirvan en reemplazo de las que tenemos, que son obsoletas, necesitamos PAZ SOCIAL. Para que haya paz social es necesario que los argentinos y todos sus habitantes, estén en su gran mayoría, satisfechos con el lugar cultural y socioeconómico en el que se desenvuelven, ¿Cuántos son los que están de acuerdo con la situación actual? Muy pocos. Hay una bronca larvada que esperemos que no explote.
Si los argentinos logramos encontrar un camino de recuperación, que será sin duda muy duro, renacerá la esperanza y la explosión que pronostico no ocurrirá. Necesitamos un Churchill que avisó a los ingleses que el camino estará sembrado de sangre, sudor y lágrimas. Ningún político nos dice la verdad, Todos tienen la solución para llevarnos al paraíso, y ese paraíso está cada vez más lejano. Pero los que nos hagan recuperar el orgullo de ser argentinos, no pueden ser corruptos. Deben lograr una planificación para muchos años por delante, en lugar del día a día que caracteriza esta gestión. Y en esa aventura moral, política y económica, debemos involucrarnos todos. Nadie tiene una varita mágica. Entre todos la tenemos.
SEÑORES POLÍTICOS: ESTAMOS SENTADOS SOBRE UNA BOMBA QUE EXPLOTARÁ EN CUALQUIER MOMENTO.
Desde el año 1983, en el que recuperamos la democracia, nuestros representantes, la clase política, nos ha conducido en una cuesta abajo que parece indetenible. Tengo la sensación de qué en toda nuestra historia, nunca hemos estado pendientes de un hilo, como ahora, para que la Argentina explote.
El 60% de nuestros niños son pobres, la desocupación es la más alta que hemos conocido, lo mismo que la indigencia y la pobreza. Los más activos en su protesta son los que denominamos piqueteros. Que paralizan la ciudad de Buenos Aires por dos o tres días, consiguen el aumento que buscan y se aquietan por un par de meses. Pero eso no es paz social. Es postergar la explosión, pues las finanzas no soportan este costo, que es inflacionario. Pero lo peor es que esa ayuda social, que se transforma en permanente, combate la cultura del estudio, del trabajo, del esfuerzo. Los hijos de esas familias encontrarán natural seguir viviendo de ese modo.
Los datos del INDEC nos informan que es necesario ganar $80.000 mensuales para no caer en la indigencia. Pero la jubilación mínima, la que perciben más de la mitad de nuestros jubilados y pensionados, asciende a $60.000. Esto significa que la mitad de los que trabajaron y aportaron toda su vida, hoy son menesterosos. Para no ser considerados pobres, una familia tipo necesita ingresos por $177.000 mensuales. ¿Cuántos de los que hoy se consideran de la clase media, ganan esa cifra? ¿Pueden alquilar, comer, proporcionar salud y educación de calidad a sus hijos? La respuesta es negativa. Nuestra clase media es cada día más pobre y dejaron de ser clase media.
Nuestros hijos y nietos, los que van a la escuela pública no aprenden lo suficiente y lo poco que aprenden no les sirve en este momento de cambios tecnológicos tan intensos y tan rápidos. Por este camino, el artificio de inteligencia artificial conocido como CHATGPT, que sabe todo, que nos escribe discursos y poesías en dos minutos, será nuestro dueño y los que los fabrican y programan, serán quiénes dirijan nuestras vidas.
La democracia representativa, en nuestro país, ha fracasado. Los regímenes autoritarios, que impulsan una educación de excelencia e imponen normas de conducta acordes, como China y Singapur, que han desplazado el eje de poder desde occidente hacia oriente, crecen en educación, cultura, salud. Ascienden socialmente y cada día son más ricos, con una distribución de la riqueza que alcanza todos sus habitantes.
Poco a poco los argentinos nos estaremos mirando en ese espejo, buscando bienestar a costa de nuestra libertad. Pero corremos el riesgo de que en lugar de la honestidad de la dirigencia de las autocracias mencionadas, nos encontremos con la tiranía de Maduro y de Ortega.
Ya hemos tenido muestras del cansancio de nuestra comunidad. Con los últimos momentos de de la Rua, con muchísimos muertos; con el saqueo de supermercados, con robos de negocios y automotores. Ciudades cercadas por el poder de los camioneros, con piqueteros impidiendo la entrada y salida de clubes de campos, exigiendo dinero o cobrando peaje. Con la inseguridad, que obliga a las familias a coordinar movimientos para ingresar a casa o ingresar el auto. El temor de un secuestro o hackeo de nuestras cuentas. Pero lo más triste es la anomia de nuestra juventud, que al perder la esperanza se ha transformado en adicta a las drogas y dependientes de sus computadoras y celulares. Se reúnen utilizando el celular y hasta caminan con el celular encendido.
Los que superan la anomia son los mejor educados. Ellos encuentran la solución en Ezeiza.
Nuestros políticos deben dar el ejemplo y ser austeros, como lo fue y lo es Mujica y su señora, ex presidente de Uruguay y presidenta del Senado. Si todos nuestros políticos están sospechados de corrupción, si no creemos en la justicia y no encontramos dignidad en nuestras vidas, la desaparición de nuestra democracia, como la hemos vivido desde nuestro nacimiento como Estado, es inevitable.
¿Cuántos son los habitantes que están satisfechos con su situación actual? Si esa bronca larvada se exterioriza, la explosión social a la que nos referimos, es posible.
No avizoramos en nuestra cúpula capacidad de conducción. Si lo más alto de nuestro edificio común, la Argentina, no es capaz de conducir, es porque los cimientos no son sólidos. Y nosotros somos los cimientos.
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